26 de diciembre.

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Hoy me vuelvo. Dentro de unas horas. No pienso dormir en toda la noche para aprovechar lo más posible las pocas horas que me quedan con mis nuevos amigos. A la noche llegó una chica nueva que no conocía que nos ayudó a cocinar unas pizzas. Después me enteré de que ella estaba teniendo problemas con otra de las chicas del grupo por un chico o algo así. Y Nathan estaba. Pero estaba raro.

No me animé a preguntarle que sucedía.

Él no comió. Se quedó acostado en el sillón con la cara cubierta por su brazo descuidadamente. Yo sabía que lo hacía para que no viéramos lo mal que la estaba pasando.

Crucé miradas con él alguna que otra vez, y lo único que fui capaz de hacer fue sonreírle. Y me sentí estúpida. Porque sabía que una sonrisa no ayudaría en nada. Y me sentí mal por no ser capaz de hacer nada por él. Porque sabía que la estaba pasando mal y no tenía manera de ayudarlo. Si hubiese querido podría haberme sentado a su lado y haberle dado palabras de ánimo.

Pero sabía que hacer eso era totalmente estúpido.

Porque en verdad no estaría ayudándolo en nada. Solo estaría haciendo más obvia su debilidad, y eso a él no le gustaría. A nadie le gusta que le señalen sus debilidades. Es, de alguna manera, como meter el dedo en la llaga. Nadie quiere que lo hagas, pero porque nadie quiere admitir que fue lo suficientemente débil como para haberte dejado hacerlo.

Entonces solo me quedé apartada.

Después de comer, le ofrecí a una de las chicas de las que me había hecho amiga ir a tomar aire un rato afuera. Nos sentamos en el cordón de la calle y hablamos. Y me explicó algo de lo que estaba pasando, pero cuando le estaba por preguntar por Nathan, él apareció de detrás de la puerta. Tenía una hoja arrugada en la mano y un encendedor en la otra. Se sentó a nuestro lado y la prendió fuego.

-El fuego es hermoso -fue lo único que fui capaz de decir.

-Lo sé -dijo.

Y no pude evitar preguntarme si esa era una nota que le había regalado alguien, y él había decidido quemarla para intentar desquitarse de alguna manera. Entonces se paró y la pateó, enojado, hacia la calle. Me sobresalté un poco, pero decidí no quedarme más sentada. Me paré en el medio de la calle y empecé a bailar. Algo tranquilo, un poco de movimiento de piernas y brazos de manera delicada. Algún que otro giro.

Es una de las maneras más hermosas que tengo para desquitarme.

Y apenas ahí me dí cuenta de lo mal que me sentía. Apenas ahí me dí cuenta de lo empática que podría llegar a ser. Verlos mal me hacía sentir mal. Y me sentí totalmente egoísta. Y estúpida.

Entonces se me acercaron y me ofrecieron ir a una plaza cercana a hamacarnos. Y los acompañé, y nos hamacamos tan alto que hasta me dio pánico. Pero se sintió bien.

Más tarde me tiré al suelo y miré las estrellas. Allí eran hermosas. Yo soy una chica de ciudad, y allá las luces de la ciudad opacan las estrellas. Y muchas no se ven. Pero acá, rodeados de campo, se veían miles de estrellas más.

Era perfecto.

Cuando volvimos a casa de noche todos se fueron, y quedamos mi hermana, dos de mis primos y Nathan. Y apagamos las luces. Y todos se durmieron menos nosotros.

Teníamos las piernas enredadas y las manos entrelazadas. Y mi nariz rozaba la suya en un ir y venir de sentimientos y emociones. De un momento a otro ya estaba acariciando su cuello, y luego sus labios. Éramos como dos gatitos haciéndose mimos. Pero más romántico. Y más excitante.

Nos recorríamos sin parar como si estuviéramos descubriendo algo nuevo para nosotros. Como su cielo estrellado y el mío opacado.

Y mis labios le hacía cosquillas en el cuello. Y luego mis dientes mordisqueaban su nariz. Y sus labios besaban mi frente.

Incluso puedo jurar, que en un momento, mis labios húmedos recorrieron inconscientemente los suyos. Y volví a sentir esa sensación en el estómago. Pero esta vez no se sintió como una cuerda vieja de una guitarra vieja desprendiéndose.

No supe que pensar.

Pero no era necesario pensar. Porque las agujas del reloj seguían corriendo y nuestros labios también. Porque no teníamos el privilegio de decir que teníamos toda la noche para nosotros y porque nos necesitábamos rápido y ahora.

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Juro que no actualicé porque había perdido el pen-drive. Lo juro.

Por poco me agarra un paro cardíaco y esas cosas de la laif

E: E: E:

Bueno, Jules conoció a Nathan.

Peeeero, como siempre algo la tiene que cagarr.... Bueno, para eso llegó la distancia.

Pero no sé.

No voy a dejar que las cosas se queden acá.

Porque soy una chica ruda. Jum.

-inconexa.

Jules.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora