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-¡Genial!-gritó con una sonrisa enorme.-Pero princesa, no creas que me he olvidado de tí tan fácilmente. Antes voy a divertirme contigo un poco-dijo alzando el cuchillo de tamaño desmesurado.

Acarició mi mejilla con el cuchillo, y con apenas rozarlo, un pequeño chorro de sangre comenzó a emanar de ella . Me mantuve impasible sin saber muy bien qué hacer. No creía que me fuera a hacer demasiado daño, a fin de cuentas, quería divertirse con el espectáculo que ofrecería verme matando al hombre al que amaba.

-Buena chica-susurró Nicholas pasando el cuchillo peligrosamente cerca de mi cuello y haciendo un corte algo más profundo en él. De nuevo empecé a sangrar y mi respiración comenzó a fallar un poco. Me encontraba con náuseas. No sabía en qué momento Nicholas me había atado de las muñecas a una de las columnas del estrado. Cerré los ojos al notar un fuerte pinchazo en una de las costillas. Mi camisa se encontraba rajada, tenía el abdomen y prácticamente el cuerpo entero lleno de diminutos cortes, algunas simples rozaduras mientras que otros eran más profundos pese a su tamaño. Nicholas se levantó con las manos empapadas de mi sangre. Me dolía todo. No aguantaba más. Necesitaba un simple respiro, morir no podía ser tan malo.

-No, cariño, no te desmayes-dijo Nicholas con voz dulce.- Te necesito para el espectáculo. Vamos, levántate.

Hice un gran esfuerzo para que no se me cerraran los párpados y para que mis piernas me respondieran. Me levanté con todo el cuerpo temblando ante la atenta mirada tierna de Nicholas. Ese enfermo estaba peor aún de lo que creía. Como había prometido los rehenes estaban intactos. Seguían inmovilizados con cuerdas en las muñecas y todos parecían aterrorizados por lo que habían presenciado.

Uno de los guardias apoyó mis brazos en él para que pudiera andar algo mejor. Tenía que escapar como fuera, pero no tenía la suficiente fuerza ni siquiera para andar yo sola. Antes de salir de la sala contemplé cómo iban desatando a los rehenes del juicio y los guiaban hacia otra sala mientras los apuntaban con pistolas por si se les ocurría hacer algo imprudente.

Correr hacia la salida era una completa estupidez. Me guiaban por habitaciones mientras iba buscando una idea para librarme de los policías corruptos que me apuntaban en este momento con pistolas.

Idiotas. Parecía que no entendían muy bien que en estos momentos lo único que deseaba hacer era morir. Pensé en la idea de moverme y que dispararan, pero sabía perfectamente que si hacía eso, terminarían matando a todos, tanto a Jordan como a los rehenes. Cualquier cosa con tal de que nadie pudiera decir algo sobre lo que había pasado ahí dentro.

El edificio estaba vacío a excepción del maldito enfermo de Nicholas y sus amables acompañantes. Miraba a todos y cada uno de los guardias con la esperanza de que alguno por razón misericordiosa quisiera ayudarme, pero nada, ninguno tenía un maldito corazón.

Salimos al exterior donde una gran furgoneta con los cristales tintados nos esperaba. Me subieron en ella mediante movimientos bruscos. Sentía ganas de vomitar, pero no tenía nada que expulsar de mi cuerpo aparte de sangre.

Había dejado de sentir miedo, ahora sólo me dejaba llevar a donde fuera que me llevasen, que como sospechaba, sería a algún sitio en mitad de la nada. Cerré los ojos rezando para no morir mientras dormía. Unas horas más tarde desperté todavía en la furgoneta.

Quería preguntar cuánto tiempo quedaba, pero me habían vuelto a poner la venda en la boca. Aún no entendía qué hora era, ni por qué nadie se había dado cuenta de nada. Entonces caí en la cuenta de que mi madre y mi padre estarían preocupados, por el cielo calculaba que más o menos eran las doce de la noche.

Comencé a tener algo de esperanza al pensar que mis padres preocupados habrían ido a preguntar a Ryan, si tenía suerte, éste les diría la verdad sobre donde realmente planeábamos ir. Puede que Ryan se temiese lo peor y estuviera buscándonos, incluso puede que hubiera llamado a la policía.

Bajo la lluvia #CWEEE3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora