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-He quedado con Ryan en la esquina de esta calle en tres minutos.

-Pero,¿qué ha pasado?

-Es Sarah. Está en el hospital.

-Dios mío- dije llevando mis manos a mi boca.-Dime por favor que está bien.

-Aún no sé nada-dijo con una mueca.

Lágrimas empezaron a salir de mis ojos, emborronando mi vista. Ya sé que estaba siendo algo paranoica, pero siempre había sido algo asustadiza, y desde lo que le pasó a mi mejor amiga con ese hombre aún más.

Joran me envolvió en un tierno abrazo intentando consolarme algo mientras yo sollozaba un poco.

-Seguro que todo va ir bien...

-¿Cómo lo sabes?

-No lo sé, pero es lo último que voy a dejar de pensar en estos momentos.

Apoyé mi cabeza en su hombro mientras pensamientos amargos como el café pasaban por mi cabeza.

-Vamos a fuera, a ver qué narices ha pasado-dijo cogiéndome de la mano Jordan.

Asentí y tras coger una chaqueta, el móvil y las llaves salimos de casa.Un poco más adelante se encontraba el chico. Miré a Ryan el cual tenía los ojos hinchados y rojos, lo que no era buena señal. Su pelo estaba revuelto, y un semblante demasiado serio para él atravesaba su cara.

-¿Qué ha pasado?-preguntó Jordan algo asombrado por el estado de su amigo.

-Ha sucedido todo muy raro. Estaba con ella tan normal, y entonces le empezó a dar una especie de ataque. Se le pusieron los ojos en blanco y...-dejó de hablar inseguro.

-¿Y?-pregunté impaciente.

-Bueno...susurraba tu nombre, Tara.

Me quedé boquiabierta, pero tras unos segundos reaccioné.

-Vamos al hospital.¿Has llamado a sus padres o algo?

-Sí, en el hospital les han llamado y les han avisado del estado de su hija.

-¿Pero, está muy mal?

-No sé, pero no parece que vaya a despertar o reaccionar en poco tiempo-dijo mientras una débil lágrima caía resbalando por su mejilla.

Empezamos a andar apurados hacia el hospital, el cual, gracias a Dios no quedaba nada lejos. Me castañearon los dientes por el frío, ya que la temperatura había descendido drásticamente desde la mañana.Era tan tonta que no se me había ocurrido ponerme unos vaqueros, y todavía seguía con la falda puesta. En pocos minutos en los que ninguno de los tres dijo una palabra, llegamos al hospital.

Nada más entrar una oleada de color blanco nos invadió. Absolutamente todo era de ese color. Fuimos a preguntar por Sarah en recepción, donde un chica de unos veinte años murmuró el número de habitación mientras tecleaba rápidamente en el ordenador.Subimos a la quinta planta en un ascensor de acero en el que apenas cabíamos. Al salir me estiré algo más relajada, pero a la vez angustiada por mi amiga.

Llamamos a la puerta y nos abrió el padre de Sarah, el cual visiblemente se veía que estaba afectado. La cara le llegaba tanto al suelo que sólo de mirarlo a los ojos te transmitía una tristeza infinita. En una esquina de la habitación en lo que parecía un incómodo sillón estaba sentada su madre sollozando con un llanto apenas audible. Y en medio de todo, alumbrada por las ptentes luces, estaba Sarah. Tendida sobre una cama con sábanas blancas y con un gran camisón que contrastaba con su cara maquillada de negro. Parecía una hermosa muñeca rota que estaba fuera de lugar.La escena era sobrecogedora.

Fui a abrazar a Alice, la madre de Sarah, quien me correspondió con otro efusivo abrazo. Jordan y Ryan se quedaron junto a la puerta congelados. Es obvio que Ryan no sabía qué hacer, ya que los padres de la chica no tenían ni idea de quién era, aunque por el contrario sí conocían a Jordan, ya que los tres éramos amigos desde niños.

Me puse de rodillas en el suelo al lado de la que era mi mejor amiga desde pequeña. Le cogí de la mano, la cual estaba fría, aunque no lo suficientemente fría como para preocuparme más de la cuenta. Mi amiga siempre había sido la típica persona friolera que a todas horas tenía la mitad de temperatura corporal de la normal. Examiné con la mirada su rostro. Era increíblemente guapa, pensé mientras dos lágrimas rodaban por mis mejillas. Su pelo rojo y cobrizo que aportaba el toque alegre a su cara siempre, inundaba en estos momentos la almohada, dejando libre su rostro. Con los ojos cerrados, se podía apreciar que tenía unas largas pestañas, algunas pecas repartidas aleatoriamente por las mejillas, junto con unos pómulos demasiado marcados que la hacían ver demasiado delgada.

Me quedé unos minutos embobada contemplando todos los detalles que componían el rostro de mi amiga mientras por fin Ryan se decidía a presentarse ante los padres de Sarah.

Estuvimos unos minutos en silencio, escuchando el ritmo cardíaco de la chica a través de la máquina. Entonces, la puerta se abrió súbitamente y entró un médico.

-Supongo que ustedes son la familia y amigos. Bueno, tras haber hecho unas pruebas, debo informarles de que la joven se recuperará dentro de algo de tiempo.

-¿Cuánto tiempo es algo de tiempo?-preguntó cortante el padre.

-Un día o dos, puede.Lo más importante es que en estos momentos está fuera de peligro.

Todo el mundo suspiró algo aliviado ante la noticia.

-Y, ¿se puede saber qué es lo que le ha pasado?

-Bueno, todo apunta a que la chica estaba drogada y le dio un ataque de histeria.

Mi mandíbula se descolgó ampliamente.

-¿Drogada?-preguntó con los ojos saliendo de sus órbitas el padre.

-Sí, no hay duda. Hemos encontrado algo de cocaína en la sangre de la joven-dijo con mirada triste el doctor.

¿Sarah drogada? No, ella nunca sería tan estúpida para hacer ninguna tontería de ese tipo. Además ese tipo de cosas se notaban y Sarah nunca había dado la menor muestra.

-Bueno, lo siento pero debo irme ya-dijo rápidamente el doctor mientras salí apresurado de la habitación.

Dejó a todos los presentes en la habitación mirándose atónitos los unos a los otros.

Bajo la lluvia #CWEEE3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora