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Desperté sin muchas ganas ese día. Hoy era el día el juicio de Nicholas, el padre de Sarah. Tras ducharme, me vestí con una camisa de blanca y unos pantalones negros, cualquier cosa que no me hiciera parecer una mocosa delante de ese psicópata.

Bajé a la cocina, donde encontré a mi madre tomando una taza de café mientras me sonreía a modo de saludo. Desde que se enteró de todo lo sucedido, había cambiado de trabajo para poder estar más tiempo en familia. En cambio, mi padre seguía tan ajetreado con su trabajo como siempre.

-¿Estás segura de que no hace falta que os lleve a Jordan y a ti a el centro comercial?-preguntó con gesto preocupado. Había tenido que utilizar una excusa, ya que sabía perfectamente que no me dejaría ir a ese maldito juicio.

-No, tranquila, Jordan vendrá a recogerme-dije intentando poner mi mejor sonrisa. Terminé de beber mi taza de café, engullí algunas galletas rápidamente y corrí hacia mi cuarto.

En menos de dos minutos vendría Jordan y aún no estaba lista. Lavé mis dientes mientras recogía todo lo indispensable en un pequeño bolso negro. Pinté de negro mis ojos con unas sencillas líneas y me puse algo de máscara para aparentar tener más edad. Me analicé en el espejo. Aún tenía algunas pequeñas cicatrices, pero nada que no se pudiera tapar con maquillaje. Bajé las escaleras y tras despedirme de mamá salí fuera.

Jordan ya me estaba esperando con una moto.

-Creía que eras más de coches-dije sonriendo. Parecía el tipo chico malo con esa chaqueta de cuero negra.

-Ya sabes, aún hay muchas cosas que no sabes de mí, señorita refinada-dijo repasando su mirada por todo mi cuerpo hasta llegar a mis ojos-¿Lista?

-Siempre-dije rodando los ojos mientras me acomodaba detrás de él y me agarraba con las manos a su cintura.

Salimos a alta velocidad. El viento revolvía mi pelo y jugaba con él como quería. Me reprendí mentalmente por no haberme hecho una coleta. Ahora por muy mayor que aparentara ser, iba a parecer una loca con tanta maraña en el pelo.

Avanzamos por anchas avenidas hasta que llegamos a un imponente edifico blanco. Totalmente blanco. Un recuerdo vino a mi mente y me estremecí.Jordan aparcó cerca y me ayudó a bajar de la moto. Envolvió cálidamente mi mano con la suya, lo que hizo que me relajara un poco.

-Tranquila, ¿vale? Todo irá bien-dijo depositando un tierno beso en mi coronilla.

Asentí mientras apretaba con fuerza su mano. Pasamos por unas barreras detectoras y entramos en una sala.Una enorme lámpara de cristal colgaba de la pared y las paredes eran de mármol gris.

No era ni muy grande ni muy pequeña, estaba formada a base de gradas y unas mesas agrupadas en el centro, donde se encontraba Nicholas.

Tan sólo el hecho de verlo hizo que mi cuerpo empezara a temblar. Un hombre vestido con uniforme nos indicó donde debíamos sentarnos.

Jordan me rodeó con un brazo mientras nos sentábamos. Ya había varias personas sentadas, entre ellas la madre de Sarah, a la que saludé sacudiendo un poco la mano.

La pobre estaba totalmente demacrada. La cara pálida como la cera, ojeras enormes y los pómulos marcados hasta límites insospechados. Ese monstruo le había quitado todo. Sus hijas, su felicidad, su vida. Noté como si la nuca me ardiera, pero no me giré, ya sabía quién estaba mirándome. Volví a estremecerme y me paseé mi mirada por la sala.

Para tranquilizarme algo comencé a observar detenidamente a la gente sentada. Había bastante la gente la verdad, la mayoría sería familia de los montones de chicas del almacén. Un sudor frío recorrió mi cuerpo entero mientras observaba cómo tenían que traer más y más sillas ya que no había suficientes asientos para el público del juicio.

Bajo la lluvia #CWEEE3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora