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Capítulo 6 (parte 1)

Mientras me encontraba parada en la oficina de asistencia esperando por la secretaria para imprimir mi horario, miré alrededor del cuarto en rápidas miradas. Ya era un hábito mío y estaba casi segura de que lo haría también en el aula.

Siempre solía hacerlo cuando el profesor miraba alrededor de la sala para llamar a una persona o cuando sentía que alguien me estaba mirando. Esta vez fue simplemente porque no sabía qué hacer. Nadie de los que habían ido a la oficina me llamaron rara o asesina.

Las personas que vinieron ocasionalmente cruzaron miradas conmigo, algunos de ellos ofreciéndome pequeñas sonrisas, antes de retirarse. Se sintió extraño el no ser insultada. Pero me gustó esa sensación, era algo que ya había dejado atrás.

-Aquí está tu horario-dijo la mujer detrás del escritorio, interrumpiendo mis pensamientos. Tomé la delgada hoja en mis manos, ésta todavía caliente por la impresora, antes de murmurar un corto gracias y salir. Mis ojos analizaron el horario, intentado distinguir los números de cada aula.

Yo ya había perdido treinta minutos de mi primer periodo gracias a mi falta de conocimiento sobre donde se encontraba el aula 206 exactamente... lo más probable era que perdiera los otros treinta minutos también. Di vuelta para preguntarle a la secretaria hacia donde debía ir, justo a tiempo para verla desaparecer en otra habitación.

Si realmente me hubiera importado ir a clase, la habría seguido y pedido instrucciones, pero suspiré y dirigí hacia la puerta que me condujo fuera de la diminuta habitación que consideraban como oficina. La escuela en sí era realmente muy grande pero me sentía sofocada tras los muros.

Escaneé los pasillos encontrándolos vacíos y luego recordé la política de 10 minutos y lo estricta que era. Si querías salir de clase, como para ir al baño, debías esperar hasta que los primeros diez minutos de clase terminaran y no podías salir durante los últimos otros diez.

Lisa había mencionado incluso anoche que la mayoría de los profesores no te dejaban salir de clase para ir al baño o el locker a menos que fuera una emergencia absoluta. Me molestó un poco, teniendo en cuenta el hecho de que en mi vieja escuela yo había permanecido en el baño la mayor parte del tiempo.

Resultó ser un buen escondite cuando las personas me intimidaban, pero comer allí fue por lejos lo peor que pude haber hecho. Lo hice sólo una vez y casi me ahogo en mi sándwich cuando me di cuenta exactamente de donde estaba. Las chicas malas no sabían nada comparado a mí.

Ellas no estaban en mi situación. La popularidad es el menor de mis problemas.

Tomando una profunda respiración, caminé por el pasillo mientras escuchaba los ecos de mis pasos en las paredes y a través del espacio vacío. Mis ojos analizaron los casilleros, algunos de ellos viéndose mucho más viejos que los demás.

La pintura azul pálida en su exterior comenzaba a descascararse y algunos de ellos tenían partes del color negro anterior mostrando. Miré en mi horario para ver qué número tenía, con la esperanza de que no fuera un armario inferior.

167.

A juzgar por la gran disposición de la escuela y que la capacidad de la misma era aproximadamente 4 mil personas, mi locker estaba en la planta baja de la escuela y, probablemente, por este mismo pasillo. Había comenzado a escanear con mis ojos los números de los casilleros hasta que por fin observé que cambiaban de dos dígitos a tres.

Al ver el resto de ellos, tuve suerte de tener un locker superior. Estaba repentinamente agradecida de no haber recibido un número par. Mi opinión cambió rápidamente cuando vi cual era mi locker. El frente estaba gravemente dañado, con la pintura azul escasa en la parte delantera y graffiti decorando el interior.

The Boy In The Attic [h.s] •En Proceso•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora