Heridas internas.

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A mí nunca me prestaron atención mis compañeros, pero ese día sentía que todos me miraban a pesar de que mi cara estaba cubierta con mis brazos. Sentí un toque en la cabeza, lo ignoré, insistió.

-Qué
-Necesito que prestes atención a la clase
-Uh

Lentamente me fui levantando de mi almohada de brazos y casi al instante me tapé el labio. Tenía los ojos llorosos y mis ojeras habituales estaban más grandes que nunca.

"-¿Qué fue ese ruido?
-Se calló un vaso de la mesa.
-¿Por qué me mentís? ¡No se calló lo tiraste!"

Los acontecimientos del día anterior me resonaban en la mente y me distraían más y más de la clase, ese monstruo soltando toda su fuerza en mi pequeña cara de nena, volviéndome todo oscuro y dejándome tendida en el piso.
En lo más alto de mis pensamientos sentí un golpe en el brazo que me hizo descubrirme la cara, el labio, hinchado, morado y con una grieta en el centro.

La clase se paró de golpe y todas las miradas fueron a parar a mi cara. Siempre había querido que me presten algo de atención, pero ese día prefería desaparecer.

-La idiota le quiso pegar a alguien y le salió mal.
-Y mira lo que es, parece de tercer grado.

Sí, eso significaba yo para mis queridos compañeros. Una inútil. Ya estaba completa, en mi casa era una inútil, en el colegio igual. ¿Qué loco no? A pesar de que en mi casa me esforzaba por hacer todo como me lo pedían y en el colegio intentaba tener las mejores notas, era inservible.

Yo no tenía el autoestima por el piso porque si, a mi me lo habían tirado al piso, pisándolo y escupiéndolo. Mi autoestima no existía. Y yo tampoco.

Casi todas las personas necesitamos un visto bueno de las cosas que hacemos, alguien que nos apoye y nos dé por seguro que lo que hacemos está bien. Por el contrario nos quedamos varados, sin saber que hacer ¿Sigo por acá o cambio de camino?
Esto nos obliga a elegir a ojos vendados que hacer, y la única manera de saber si era lo correcto es ver las consecuencias de tu elección.

Si algo aprendí a lo largo de mi corta vida, fue que un niño que recién empieza a vivir necesita que lo guíen por el buen camino, ese camino que les va a dar felicidad y bien.
Y bueno... Eso es lo que yo nunca tuve.

Antología de una vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora