El problema.

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El aula de 4° B se llenaba de papás y mamás de todos los colores y tamaños. ¿A quien se le ocurría armar tanto alboroto sólo por un leve golpe?

Todo el curso estaba inundado en discusiones, quejas y miradas de desprecio hacia mi mamá, la cual pasaba por alto todo lo que sucedía a su alrededor mientras pensaba en solo irse. Ella sabía muy bien que cambiarme a ese colegio solamente me iba a traer más problemas, no había un solo nene como yo, era totalmente diferente a todos los demás.

Las voces se comenzaron a apagar lentamente hasta dejar el lugar en un incómodo silencio; parada en la puerta, mirándonos con la peor de sus caras estaba esa mujer, pelo rubio enrulado, una calza animal print y un bolso de cuero marrón. La mamá de la culpable de todo esto.

-Bueno- La expresión de su cara cambio por completo al verme al lado de mi mamá -Así que... esta es la dueña del problema...-

¿La dueña del problema? Así que de esto se trataba, de tal palo, tal estúpida. Creo que la mera intención de la mujer fue ofender a mi mamá, lo cual fracasó totalmente; mi vieja se reía de esa gente, sabía que cualquiera con esa cabeza caía por lo bajo, y ella, no iba a rebajarse a su nivel. Muy inteligente de su parte.

La reunión se torno muy tensa, se habló de violencia, cambios de curso, visitas al psicólogo, entre otras idioteces. Yo simplemente estaba de acuerdo con mi acto del día anterior, una nena con el ego por las nubes, que se creía la mejor, necesitaba un poco de eso que yo le había dado, y ella con su carita de Yo Sólo Vine A Estudiar Y Me Atacaron no ayudaba de ninguna manera a las intenciones de los demás de que yo dejará de comportarme así. Cosas sin sentido.

Jamás me había comportado de esa manera, y eso todos lo sabían, siempre fui una nena aislada de todo tipo de contacto con cualquier chico o chica de mi edad. Me encerraba en mis libros, libros que devoraba en tan sólo unos pocos días imaginándome en el lugar de alguna de esas chicas con vidas perfectas, a lo largo de la novela no se veía todo tan perfecto, pero siempre terminaban de la mejor forma pensada. ¿Lindo? Un sueño.

Ignore casi todas las palabras dichas en aquel lugar, oídos sordos, no me importa. Nunca me había caído bien esa nena, y no me arrepentía de nada. Lo que nunca entendí fue el por que de su preocupación de que una nena de ocho años prefiriera pasar sus recreos leyendo en lugar de jugar a ladrón y policía, empujarse con otros chicos o ensuciarse. Yo le veía un lado más satisfactorio, ya que veía a mis libros como una fuente de real y deliciosa sabiduría.

Pero no, nadie me entendía, bueno... casi nadie.

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Esa mañana...

Y como va la escuela?

El Messenger de mi amigo brillaba en la pantalla de la computadora de la sala de informática.

Horrible, quiero volver ya.

No podes hablar con tu mama?

No me va a dejar.

Una mano sobre mi hombro me hizo desconcentrarme de mi conversación para desviar los ojos atrás mío.

-Se supone que deberías estar trabajando con Word- Podía sentir como forzaba una sonrisa -¿Tu mamá te deja usar esas cosas? Bueno, hoy en la reunión le voy a preguntar, ahora apaga eso si no querés ir a dirección-

Cerré la ventana del Messenger y me crucé de brazos. No podía mas, este colegio no era para mí. ¿Cómo quería mi mamá que disfrute estar en un lugar en el que no me dejaban ser quien yo quería ser? No sé, pero no quería estar acá y eso lo tenía decidido.

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Caminé sin escuchar ni mirar a nadie hacia el portón que marcaba el final del terreno escolar, las otras madres no hacían más que hablar entre ellas probablemente de sus perfectos hijos y familias, patético.

Mi enojo sobrepasaba sus límites, mi mamá había aceptado mandarme a una psicóloga, otro punto para asegurar que mi vida iba para abajo y en picada, pero si algo nunca imaginé era que de esto iba a sacar el mayor de los provechos.

Antología de una vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora