Pequeña luz de mi vida.

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-Mami, ¿te sentís bien?
-Si hija- La miro, no estoy convencida del todo.
-Parecés muy triste.
-Estoy cansada nada más- Cansada de la vida, pienso.
-¿Sabes que? El otro día me puse a pensar en todo lo que te pasa, tus dolores y todo eso, y me puse mal porque... ¿te acordás eso que vimos el otro día? La mujer esa, que...- Tomo un respiro y suspiro antes de seguir -La mujer esa que estaba enferma, escuchame mami, a vos no te está pasando nada de eso, ¿no?
-No- Veo como las comisuras de sus labios se elevan débilmente -Me pasa algo, pero no es malo.
-Y... ¿Cómo es eso?
-Hija, yo... estoy embarazada.
Cierta sorpresa invade mi cara, ¡Un bebé! ¿Cuándo había pasado? ¿Y cómo? Pero... algo me decía que no era un buen momento para la llegada de un hermanito o hermanita a la familia, las cosas no estaban tan bien como para que mi mamá se viera expuesta de esa manera, ella y el bebé... "bebe"... que lindo sonaba eso, de verdad quería tenerlo en mis brazos, me reconfortaría muchísimo, el cuarto hijo, doce años más chico que yo.
-Pero escuchame una cosa hijita- Su cara se volvió sería -Nadie sabe, y nadie tiene que saber ¿si?
La forma en la que pronunció aquellas palabras me quedó grabada, nadie debía saberlo, y ocultarlo iba a ser toda una aventura.
No sabía todavía si quería que sea nena o nene, una nena podría ser divertida para cambiarla y prestarle mis cosas, pero un nene... un nene, no le veía nada interesante pero por alguna razón sentía que en el vientre de mi mamá se gestaba lentamente un hermanito.
Los días que siguieron a ese mis ojos no quisieron despegarse de la panza de mi mami, esa era la cuna en la que dormía algo muy importante para mí.
Tenia ya cuatro hermanos más chicos, pero ese... ese era especial por alguna razón, y tal vez esta sea el miedo de que no todo saliera tan bien como esperaba. Podía ver a mi progenitora muy decaída, no comía, se mataba en el gimnasio, tomaba pastillas para dormir, se mataba lentamente.
Siempre creí que la culpa era mía, por no poder ayudarla, todo el tiempo lo decía "Sos hermosa mami" porque sabía que ella se sentía horrible, se sentía inútil, pero no lo era; o por lo menos no para mi.

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El día estaba hermoso, no era de los más soleados del año pero para ser temporada de lluvias el sol brillaba mucho.
Por la ventana de la habitación podía ver como mi hermano jugaba afuera, se veía feliz, aunque yo estaba segura de que no lo era. A él la ausencia de mi mamá le había afectado mucho más que a mí, lo veía débil, triste.
En cambio yo, ya no estaba tan mal. Todas las semanas esperaba la llamada, si, la llamada, pero no cualquiera; era la llamada secreta.
Ese día la esperaba más que nunca, por fin iba a saber si tendría un hermanito o hermanita.
Alguien golpeó la puerta de la pieza, solté mi libro y salté para abrir aquella placa de madera que me separaba de lo que había esperado toda la semana, y ahí estaba, siempre estaba, jamás me había fallado.
Le arrebate el celular de las manos a mi abuela y acto seguido cerré la puerta, miré la pantalla y vi su nombre, ella estaba ahí, esperando a que le hablara; pero antes baje el volumen de la llamada lo más que se podía y corroboré que no fuera a haber nadie en el piso de arriba; debía ser precavida.
Con manos temblorosas me acerqué aquel aparato a la oreja y escuché las palabras exactas que había estado deseando.

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Con un gesto relajado lo observo correr, sus largas piernas se roban el terreno en grandes sacadas, lo veo jugar, sonreír, lo veo ser feliz, lo veo hacerme feliz.
¿Cómo es posible que un ser tan diminuto me llene tanto el alma? ¿Cómo puede ser que alguien tres veces más chico que yo me haga tan feliz?
Su pelo apenas largo se mueve con la suave brisa, y el sol hace brillar su color negro. Nunca había disfrutado tanta dulzura en un lapso de tiempo tan corto.
Es mi hermano, pero significa tanto más. Gracias a él mi mamá dejo atrás su intento por dejarse ir, convirtiéndose en una luchadora que día a día no lucho sólo por su vida, sino por la de sus cuatro hijos. Él es el culpable de que tengamos esta nueva vida, esta vida tan provechosa, tan hermosa. Él fue el que nos impulsó a no darnos por vencidos, a seguir el camino que estaba preparado para cada uno de nosotros; el que impidió que bajáramos los brazos, nuestro impulso, en carne propia.
Con sólo verlo recuerdo lo muy agradecida que estoy con él, con tan solo cuatro años mejoró tres vidas y salvó una, él hizo lo que ninguno de nosotros hizo nunca, y eso es devolverle en parte el favor de la vida a mi mamá; vida por vida. Y lo que no le devolvió en vida, se lo devolvió en sonrisas y felicidad. Pero no cualquier felicidad, sino esa que se nota en el rostro, esa felicidad que te cambia la cara haciéndote parecer otra persona totalmente diferente, esa felicidad que te llena.
Y no me digan que esto es favoritismo, porque no es así; amo a todos mis hermanos por igual, todos ellos son muy importantes para mí; cada uno tiene algo especial que lo hace único, y bueno... El menor tiene eso que me dice que no vino porque sí al mundo, algo que me dice que no está sin motivos, porque razones para que estuviera acá había muchas, y acá está. Me sonríe.

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Antología de una vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora