Tan imperfecto que enamora.

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Me miro y me veo parada en frente de su puerta ¿Que hago acá? No sé. No sé si es por costumbre o placer, pero acá estoy, y me gusta estar acá. Acá, adentro de su casa, con él, acostada. Eso, nada más.

Quince años tenía cuando empecé con esta locura, ya paso un poco más de un año y no sé ni cómo ni por qué pasó, pero no puede dejar de pasar.

A veces llego a pensar que llego justo en el momento en el que me encontraba en el punto más alto de mi depresión a causa de la ausencia de mi viejo en mi vida. El 30 de mayo del año pasado me empecé a escribir con él.

Siempre fui una persona muy directa, apenas empezamos a hablar le deje muy en claro que lo había visto y me había interesado. Algo de él me llamaba mucho la atención, ¿Y si él se parecía aunque sea un poco a alguno de los chicos de mis libros?

Tres meses tardé en comprender que no era perfecto, y para completar, no nos parecíamos en nada; o eso creía yo. A pesar de todo, mi corazón no estaba listo para una segunda ruptura, por esta razón, y seguramente por alguna otra mas, decidí seguir remando lo inremable. Escuchaba constantemente sus reproches e intentaba cambiar mi forma de ser; en tres meses mas había cambiado tal vez demasiado mi personalidad y sin embargo el insistió en que tenía que cambiar más.

Septiembre, Octubre y Noviembre del 2014 fueron los tres meses que más sufrí de todo mi tiempo en Bolsón. Cada discusión, cada pelea, me hacían mierda por dentro, se me cortaba el aire y me desesperaba. Estaba tan acostumbrada a su presencia en mi vida que no me imaginaba sin él. Y así como empezó, terminó.

Al poco tiempo lo vi con otra chica, no lo podía creer, el segundo hombre que había amado en mi vida me había defraudado. Definitivamente no servía para eso.

Como quien no se da por vencido, seguí buscando al chico que supiera hacerme feliz, que me quisiera y aceptara como soy, alguno similar a esos que describían mis mejores libros.

"A pesar de haber conocido a muchas personas que podrían haber ocupado tu lugar, para mí siempre fuiste lo mejor que me pasó, con tus virtudes y defectos"
Les miento si les digo que esas palabras salieron de mi boca, nunca me anime a decir cosas así, lo que más quería era demostrárselo, y creo haberlo logrado.

No quiero exagerar, pero preferiría haber tenido que soportar tres dolores de cabeza juntos, en vez de haberme cruzado al chico que amo tantas veces de la mano con otra persona. Pero eso no podía elegirlo, cada vez se alejaba más de mi vida y cada vez me dolía más su ausencia.

En ese corto pero eterno tiempo aprendí más cosas de las que podría haber aprendido en un año escolar. Aprendí que el alcohol no sana heridas, solo las adormece por un rato; que los celos no sirven de nada, solo para torturarse la cabeza, si esa persona quiere estar con otra lo va a estar, los celos sólo te vuelven insoportable y causan que se alejen de vos; aprendí más que nada a no hablar de más, callar te ahorra mil y un problemas. Pero nunca aprendí a superar a una persona que me hizo feliz.

Cuando creí todo perdido, cuando entendí que llorar no servía de nada, mi segunda oportunidad llegó volando como traída por una lechuza. Empezó con miradas, de esas que te hacen pasar mil recuerdos por la cabeza; sonrisas de esas que te hacen sentir como rodeada por una frazada de plumas.

Por una de esas casualidades causadas nos empezamos a sonreír otra vez. Y bueno... acá estoy, esperando que me abra la puerta para ver esa sonrisa que vería todos los días, y solo dejar de verla cuando la cubra de besos.

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Antología de una vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora