Sábado.

57 3 0
                                    

Un golpe en la puerta de mi pieza me hizo sobresaltarme haciendo que dejara automáticamente mi plácido sueño de lado.
Soñé que un día me levantaba y la cama grande de la pieza del fondo estaba vacía, en la cocina mi vieja cocinando con la mejor de las sonrisas y mis amigos esperándome para jugar afuera.

Pero no, ahí estaba la pesadilla arruinándome el sueño, tristemente mi sueño era puro de fantasía y mi pesadilla era totalmente real, parado en frente de mi puerta mientras la golpeaba y me decía que me levante.

Despegué mi pesada cabeza de la almohada y traté de oler. Mierda, había olor a pis. Aproveché que mi padrastro se había ido a la cocina y baje rápido la escalera de la cucheta, en la cama de abajo mi hermano se desperezaba.

Levantate! Rápido dale, sacate toda la ropa y metete a bañar-

Mi hermano siguió los pasos que le había dado y con toda la rapidez que le permitían sus 3 años se metió a bañar.

En mi cabeza la imagen de casi todas las mañanas cuando mi padrastro se daba cuenta de que mi hermano no había llegado al baño por la noche, me daba fuerzas y rapidez para sacar todas las sábanas, dar vuelta en colchón, echarle de mi perfume y armar la cama como si nada, a continuación puse la ropa y sábanas meadas en una bolsa que escondí abajo de la cama hasta que pudiera meterla en el lavarropas.

Mi hermanito siempre había tenido ese problema, no se daba cuenta y cuando se despertaba estaba toda la cama mojada, al parecer mi padrastro creía que con golpes se lo iba a curar.

-¿Por qué se está bañando tu hermano?- Traté de parecer tranquila -Es muy temprano-

-Había transpirando mucho-

Me miró dudoso y sonrió, se acercó a mí y en un reflejo me cubrí la cara, me empujó corriéndome de la cama de mi hermano y se me fue el corazón del pecho.

Tocó el colchón mientras en mis ojos comenzaban a invadir lágrimas, lo levantó dejando ver la enorme mancha de humedad. Ya no podía hacer nada.

Pude escuchar cuando la cortina de la bañera se corrió, el ruido de la puerta del baño abriéndose y segundos después cerrándose. El grito de mi hermanito, golpes, llanto, más gritos y la puerta nuevamente. Minutos después sólo se escuchaban sollozos débiles con eco provenientes del lugar más blanco de la casa.

Salí de mi pieza sin hacer ruido, empecé a recorrer el pasillo para llegar al baño pasando por la cajonera y el espejo de mi mamá, adornado con detalles dorados y flores con sus hojas. Pude ver en el reflejo mi cara, pálida como había sido siempre y con un notorio moretón en el pómulo, "Marcas que te hacen acordar de tus errores" Me había dicho él cuando me levanté del piso la noche anterior.

Me apoyé en el picaporte del baño tratando de retener las lágrimas, lo llevé hacia abajo y abrí la puerta. No pude controlarme, mi cara se puso roja y mis cachetes se llenaron de agua salada. Corrí hasta una esquina del lugar con una toalla y envolví el indefenso cuerpo, desnudo, mojado, golpeado. Definitivamente esos golpes, también a mi me dolían.

**********************************************

El silencio invadía la mesa, como en todos los almuerzos, bocas cerradas, cuerpos inmóviles, solamente nos limitábamos a comer despacio el plato del día, o mejor dicho, de todos los días.

Un plato con no más de 10 fideos de paquete, bañados en salsa de tomate, sin condimentos, apenas sal.

Mis piernas se movieron independientes de mi cuerpo, siguiendo el ritmo de la música de la televisión.

-Te dije que no movieras los pies...- Se paró de su silla golpeando fuertemente la mesa -Parece que no entendés, andate a dormir-

Nunca entendí como se daba cuenta de que movía los pies, hasta llegué a sospechar que tenia cámaras abajo de la mesa.

Me fui manteniendo mi boca sellada hasta mi pieza, cerré la puerta y me metí abajo de mis frazadas rosas, no tenia frío, pero creía que así me podía mantener aislada de toda esa vida de mierda.

Minutos después sentí un fuerte dolor en el cuero cabelludo que me hizo salir de mi cueva imaginaria, y por lo que acababa de notar, también inútil, bajé la escalera con parte de mis pelos todavía en manos de él y así estuve hasta llegar a la cocina. Una esponja amarilla me golpeó la cara y ahí entendí que tenía que lavar los platos.

Después de fregar con la gastada esponja los platos y ollas engrasados volví a mi rosada cama, solo quería dormirme y quedarme por siempre en esos sueños maravillosos que solía tener. Cerré los ojos y me dormí.

**********************************************

Llegaba del colegio, la casa llena de humo, seguramente estaban haciendo asado. Caminé hacia la parte de atrás de la casa y vi con horror como una lengua enorme de fuego consumía mis libros, solté la mochila y corrí hacia ellos, pero nunca llegué, parecía que el camino era cada vez más largo y mis sueños en hojas se alejaban de mí como si no quisieran ser rescatados. Un balde de agua me mojó por completo, ¿Por qué a mí? Mis libros necesitaban agua, no yo.

Abrí los ojos, mierda, estaba toda transpirada, que asco, miré mi estante y ahí estaban, perfectamente ordenados, todos mis libros.

Que susto, me dormí queriendo entrar en una vida mejor y había ido hacia una peor, todo puede ser peor ¿Vieron? Si de algo estaba segura era de que con mis libros nadie de mi familia se metía, era algo demasiado valioso para mí, y no podían saber cómo iba a reaccionar, seguramente como reaccioné con la chica de la escuela.

Miré por la ventana, ya estaba oscureciendo, se acercaba la mejor parte del peor día de la semana: La medianoche.

En ese horario mi padrastro trabajaba en un boliche, de seguridad; y en ese horario mi hermano y yo éramos felices.

Todos los sábados eran iguales, el peor día de la semana, ya que no íbamos a la escuela ni a ningún otro lado, con la mejor noche, ya que estábamos solos con mi mamá y siempre veíamos alguna película o algo así. El único momento madre e hijos que teníamos en la semana.

t:*

Antología de una vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora