Culpable esta noche.

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Se quedó unos minutos perdida en el bosque. No estaba asustada, después de todo, los rayos solares del día se filtraban a través de los grandes árboles del antiquísimo bosque.

Se preguntó si es que Arthur la estaba buscando. Si es que su madre ya habría llegado del centro del pueblo. Si es que Carmen no estuviese preocupada.

Se escuchó una voz conocida en las cercanías.

- ¿Señorita Catalina? !Señorita Catalina!

La muchacha se guió por su oído, y trató de ver la proveniencia de aquella voz. A los segundos después, supo que se trataba de Martín, y parecía bastante contento.

Ella se acercó a la voz, y antes de que pudiera reaccionar, estaba Martín, con una gran sonrisa en su rostro.

- La he estado buscando, señorita

- ¿Ha ocurrido algo, Martín?

- Sí... le vengo a dar las gracias

- ¿Por qué?

- Le he pedido matrimonio a Olga

Catalina esbozó una sonrisa.

- Felicitaciones...

- !Me dijo que sí... ella aceptó!

- Espero que sean muy felices

- Estamos celebrando en la mansión

- Vamos para allá.

Martín se fue con la muchacha caminando hasta la mansión. Intentó ver señales de Arthur caminando, pero no lo encontró.

Se limitó a llegar hasta el patio trasero. Allí, se encontraba Carmen, Olga, Martín y José.
Olga se veía bastante feliz, después de todo, sería una mujer casada.

Lucía el anillo de oro que yo le había regalado a Martín, y lo miraba a cada momento. Seguramente era su primera cosa de oro.

Había un increíble aire de bondad y felicidad allí. Eso generaba el amor.... felicidad. Y eso era todo lo contrario a lo que sentía Catalina.

Arthur sale al patio central, y ve la presencia de Catalina allí.

Arregla un poco su camisa blanca, y con su mano, peina más su cabello rubio.
Arthur Longton es un hombre guapo, más que guapo.

No tiene las características típicas de un inglés; más bien, sus rasgos tienden a ser diferentes... la nariz recta, los labios algo gruesos, los ojos redondos y celestinos, parecidos a la mirada de un gato. Las cejas son abundantes, la mandíbula bien definida.

Llegan empleados del fundo con guitarras e instrumentos, y en menos de una hora, se transforma la celebración en una fiesta.

Lentamente el sol comienza a ocultarse, y la noche cae. Se prende una fogata, y se pone a cocer un cerdo del corral.

Los empleados beben,tocan la guitarra y cantan.

También está presente Arthur y Catalina.

- Vamos a Bailar-. dice él, y la toma de la mano, y se dirigen al centro del lugar junto a otras parejas que también bailan-.

Ella lo sigue sin protestar. A pesar de lo ocurrido aquella mañana, ella no podía negarse a lo que Arthur le decía. 

Bastaba con que la mirara, y ella flaqueaba.
Ella cedía a él...

Y es que cada vez que él la tocaba, o incluso la mirara, ella sentía irse al cielo, sentía algo que la ponía nerviosa, aunque era increíblemente agradable.

Efímero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora