El esposo de mi madre

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"He despertado y él no ha amanecido a mi lado... Aunque sé que algún día lo hará. Él me lo ha prometido...Arthur."

Catalina Federighi dejó la pluma encima del mesón, y respiró hondo, recordando el beso de Arthur.

Se miró en el espejo, y tocó su espalda. Aún dolía mucho. Al instante, Carmen entró al cuarto de la muchacha.

- Hola mi niña ¿Cómo amaneció?

- Muy bien, Carmen... ¿Y mi madre?

- Tú madre ha salido temprano-. le dijo-.

- ¿Sabes a donde fue?

- mi niña, la verdad es que no tengo idea...

- Esta bien...

La muchacha se sentó en una silla, y puso polvo en su rostro.

- ¿Aún te duele la espalda?-.dijo la mujer tocando levemente la espalda de la muchacha-.

- Sí, Carmen...

- ¿Va a salir?

- Sí. Iré a confesarme... dile a José que prepare la carroza

- Enseguida le diré

Carmen salió del cuarto, y Catalina se quedó una vez más sola. Se cuestionó la razón de porque su madre había salido tan temprano.

De cualquier manera, aquella mañana la muchacha estaba fresca y radiante, a pesar de lo ocurrido con su madre, y el incesante dolor que atormentaba su espalda.

Salió de su cuarto, y caminó por los largos pasillos de la mansión. Buscó a Arthur, pero no lo encontró.

- Buenos días, José

- Buenos Días señorita Catalina.

La muchacha se subió a la carroza con la ayuda del empleado. La verdad, es que a ella no le agradaba mucho José, ciertamente tenía una mejor relación con Martín.

Los caballos comenzaron a andar. Catalina miró el rosario que estaba entre sus manos.

- Padre Nuestro que estás en los cielos. Santificado sea tú nombre-.replicó la muchacha-.

Cuando ya llegaron a la iglesia, los caballos se detuvieron. Catalina se bajó del carruaje, y prosiguió a entrar a la capilla.

Cuando entró, se persigno, y cerró sus ojos. Caminó hasta el confesionario, y abrió delicadamente las cortinas, y se sentó.

- Padre ¿Está usted aquí?

Enrique de Aragón al escuchar la voz de la muchacha, se sobresaltó de inmediato. Sus rodillas temblaron, su voz se sentía entrecortada, el corazón le latía rápidamente... con tal sólo de escuchar la voz de ella.

- Aquí estoy, hermana...-.dijo él-.

Ella respiró hondo, y miró su rosario.

- ¿Qué pecados ha cometido, cierva de Dios?

Catalina Federighi suspiró. Ni siquiera se imaginaba con la dificultad que el padre Enrique trataba de contemplarla a través de la rejilla.

- He caído en la tentación, padre...

- ¿Qué ha hecho usted?

- He besado a alguien que estaba en sagrado matrimonio.

El hombre tembló al escuchar la sola idea de la muchacha besando a un hombre casado.

- ¿Está usted arrepentida?

- No...-.dijo ella con la respiración agitada-. no me arrepiento padre, y esa es la peor parte

Efímero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora