Resignación.

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Cayeron lágrimas que se deslizaron por los pómulos, hasta caer dentro de la boca entreabierta de la muchacha mientras contemplaba el cuerpo inerte, del único hombre que quizá realmente la amó.

Arthur Longton no sentía sus manos, sólo sentía un shock del cual sabría que no podría librarse.

Camino hasta la muchacha, quien no paraba de mirar el cuerpo. Él inglés abrazó a la muchacha, y está soltó un llanto liberador, un llanto amargo y de desesperación.

Él, la consoló.

- él no tenía la culpa-.dice sollozando-.

- Vayámonos de aquí...

- él no tenía la culpa, Arthur... !No tenía la culpa!

- Vamos

- No tenía la culpa, no la tenía.

El inglés pone su brazo por los hombros de la muchacha, y la arrastra hasta las afueras después de recoger el revolver.

Caminan hasta la carroza, y allí Martín los espera preocupados.

- Vayámonos de aquí...

Se suben a la carroza, y empieza el camino de vuelta. Ninguno de los dos dice palabra. Catalina llora desesperadamente.

- No llores, por favor...

- !mataste a un hombre! !lo mataste, Arthur!

- Lo maté por ti.

- ¿Por mí? !No seas ridículo!

- Te estaba atacando  !fucking shit!

- Sí, pero no tenías que hacerlo... ¿Qué va a pasar ahora?

- No tengo idea de que va a ocurrir... no tengo idea. Lo único que sé, es que ahora llegaremos  a  la casa como si nada hubiese ocurrido ¿Entiendes?

Ella rueda los ojos.

- No puedo creerlo

- Todo va a ser normal... nada va a cambiar ¿Entiendes?

(...)

Dos días después.

- En el nombre del padre, del hijo, del espíritu santo... amén.

Todos se persignan. Se escuchan los llantos de una de las gemelas Aragón en la lejanía.

Todos visten de negro, y el cajón comienza a bajar.

Catalina mira todo desde afuera. Ella es la culpable de todo esto. Es la culpable del llanto de sus amigos, del termino de la vida del sacerdote. Es culpable de haberlo matado.

- Padre nuestro, que estás en los cielos-.repite junto a la muchedumbre-. santificado sea tú nombre, venga nosotros en tú reino-.le caen lágrimas-. hágase tú voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy nuestro pan de cada día,  perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden... "No nos dejes caer en la tentación" y libranos del mal. Amén.

Y seca sus lágrimas, y se va del lugar sin llamar la atención, caminando hasta la carroza. Se despide con la mirada de sus amigos que ni siquiera han notado su presencia. 

Se adentra en el carruaje, y Dentro de este, Arthur Longton.

Se sube, y se sienta al lado del inglés.

- ¿Cómo estuvo todo?-pregunta él-.

- Pésimo...

- ¿No hay ninguna sospecha de que haya sido yo?

Efímero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora