Dos años después.
Arthur Longton heredó todas las tierras, las praderas, las haciendas, todos los bienes de su esposa, que lo hacían eternamente rico.
Se fue a vivir a Inglaterra, y con el paso del tiempo , contrajo matrimonio con Juliete, una bondadosa y amable mujer, heredera de una de las fortunas más grandes de Inglaterra.
Criaba con amor y cariño a Elizabeth, la hija de Arthur, ya que la mujer era lamentablemente incapaz de concebir, así que trataba a la pequeña como si fuese su hija.
Elizabeth le decía mamá a Juliete.
Luego de estos dos años, Arthur por fin parecía encontrar no la felicidad, sino la tranquilidad.
Pero era feliz administrando sus acciones, sus propiedades, sus tierras. Era feliz viendo a su hija crecer en un buen ambiente (mejor del que él alguna vez pensó). Era feliz conviviendo con su esposa, se sentía bien cuando su padre venía a cenar.
El bolígrafo rojo lo guardó, y no lo vio más. El recuerdo de Catalina parecía ya perderse en su memoria.
Luego de estos dos años, Arthur se sentía preparado para volver a España, para llevar a su hija al lugar donde nació, de vacaciones.
El matrimonio no sé quedó en la mansión Federighi, sino en otra propiedad aún más grande y majestuosa que Arthur mandó a construir.
Aquella noche se iba a realizar un baile en el centro de la ciudad, en la cual estaban invitados. Pero Juliete no quiso ir, ya que estaba cansada. Y Elizabeth era muy pequeña.
Así que Arthur se dirigió sólo.
Cuando llegó, fue inevitable recordar el baile en el palacio Echeverría hace unos cinco años atrás. Cuando aún joven, cuando aún no se casaba.
En ese mismo baile se encuentra Catalina Federighi junto a su esposo. La mujer ( ya no muchacha) baila un poco junto a Diego.
Han vuelto de América hace unos meses, su relación ha estado buena y agradable. Sus personalidades se acoplan bastante bien.
Ha oído todas las noticias sobre Arthur; su matrimonio, la pequeña Elizabeth, la muerte de su madre. Está enterada de todo aunque ni siquiera se ha acercado a Arthur.
Quizá es el destino, la casualidad. Nadie lo sabe.
Pero Catalina se tropieza accidentalmente y bota a una pequeña. De inmediato pide perdón.
- Lo lamento, no me he fijado-.dice recogiendo a la linda niña-.
- Perdón, es que estaba buscando a mi marido-.dice la mujer-.
- Ha sido mi culpa...-.Catalina mira a la mujer y luego a la niña, que es sumamente hermosa-. ¿Cómo se llama esta niña tan linda?
- Mi hija se llama Elizabeth Federighi
- ¿su hija?-.dice Catalina mirando los rasgos de la pequeña-. ¿Federighi cúanto?
- Federighi Longton...
La muchacha guarda silencio y mira a la que es su hermana. Su cabello rubio en rulos, sus ojos azules, la boca, la mirada de Arthur no pasa desapercibida en ella.
Sus ojos se ponen rojos.
- Su hija es muy hermosa
- Muchas gracias, debemos irnos, disculpe
- Adiós Elizabeth...
La niña mueve la mano en señal de despedida y mira a su hermana con una sonrisa.
Catalina Federighi reacciona rápidamente; si es que están buscando a Arthur, significa que está aquí.
- Disculpa, iré al tocador-.le dice a su marido-.
La mujer comienza a buscar en todos los lugares al inglés, cree que será fácil encontrarlo porque de inmediato sobresale por su altura y por lo rubio de su cabello.
Lo busca y lo busca, pero no lo encuentra. Se resigna a que se marchó con su familia. Se resigna a buscarlo.
Y camina por las afueras de la mansión, y lo ve apoyado fumándose un puro, mirando los jardines.
Catalina camina hacía él, su corazón late tan rápido que no se siente viva. No sabe que va a decirle, no sabe como actuar, no sabe que hacer.
Cuando está a unos cuantos metros de él, ve como Juliete se acerca junto a su hija hacía él. Y ella se detiene en seco, mirando la escena.
Arthur mira a su esposa y a su hija.
Y de pronto se encuentra con la mirada de Catalina.
Y eso basta; una mirada. Sólo una mirada por el resto de su vida.
Y él sabe, que la sigue amando, que la seguirá amando por los siglos de los siglos. Sabe que bastará tenerla cerca para enloquecer de nuevo.
Y mirándola, sabe que ella siente lo mismo. Sabe que Catalina lo ama, lo sigue haciendo. No es necesario que la gente diga otra cosa.
Los ojos no mienten.
Y eso es el amor. Eso es. Una efímera mirada, un eterno amor.
Y Arthur se despide con los ojos, y se marcha junto a Catalina, dejándola allí.
Juliete se percata de una atmósfera extraña.
- ¿La conocías?-.le pregunta ella-.
- No, no la conozco
Y suben a la carroza los tres, para mañana por la mañana devolverse a Inglaterra otra vez, y si es posible, nunca más volver....
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Efímero.
RomanceSociedad Europea año 1850. En una provincia de Europa vive Ana Federighi y su hija Catalina. Además de tener una pésima relación, la madre planea casar a la hija lo antes posible para no verla más. La familia Longton por su parte, está en la bancarr...