Y tardé mil años en darme cuenta que el olor a café no era suficiente.
Tardé quince años en darme cuenta de que algunos colores no se mezclan.
Tardé catorce años en batirme el pecho y romper los vidrios.
Tardé trece años en amanecer completamente.
Tardé doce inviernos en atacar cuando dolía.
Tardé once primaveras en contar los lunares que tenías y que todos eran para mi.
Tardé diez otoños en abrir mis alas, no intentar volar y convencerme de que era lo más correcto.
Tardé nueve veranos en mirar a un niño y recalcar que todos sufrimos.
Tardé ocho relámpagos en morirme completamente.
Tardé siete hoyuelos en darme cuenta de que los lobos sólo aullan en luna llena.
Tardé seis flores en mirar mis hojas caer al lado de mi prima.
Tardé cinco palmas en mirar a mi madre y decirle que le amaba.
Tardé tantos que al principio simplemente no contaba. Porque la nariz se me abrió para respirar y las piernas se estiraron para saltar. Y los brazos me crecían como ramas al danzar. Los pómulos se enrojecían porque ya no podían más.
Y así, mi vida se fue degradando, en minúsculos pasos.
Hasta tenerte en ellos.
Y degradarme en ti.
nota de la autora;
Por si quieren más escritos pueden pasar a mi otra cuenta: llenadesol en donde estaré más activa que aquí y podrán deleitarse con escritos más actualizados.Otra vez, gracias por leerme, nunca me cansaré de decirlo.