Lo malo de la historia fue que yo tenía al invierno al lado.
Un invierno equivocado. Un invierno obligado a quemar los árboles por dentro, los idilios, los pulmones. Murió de neumonia, le amputaron el corazón, le congelaron los ganglios y no pudo seguir caminando. Lástima, porque tenía su nombre, las letras más hermosas del abecedario. Lástima lo hicieron así.
Morí de hipotermia a su lado.
Pero yo seguía allí, insistiendo. Porque una leyenda una vez contó que el hilo rojo no se rompe. A mi me habían dicho que ambos teníamos el hilo rojo en nuestros meñiques.
Lo malo fue que me enredé con el.
Caí de bruces. Me rompí el pensamiemto.
No dije nada.
Pero decidí que era suficiente.
No me importaba la jodida leyenda.
Cogí un machete y corté mi mano.
Así se fue una parte de mi, pero fue mejor que morir ahorcada.
Pd:El hilo rojo no se rompe. Tienes que amputarte.
