Capítulo 18; ¿Qué me pasa?

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Cheeto

--¡Rubiuh!-- grite molesto, al no escuchar respuesta alguna volví a gritar --¡MANGEL!

Primero apareció por la puerta Mangel que se veía tranquilo, yo estaba en la cocina rodeado por un asqueroso desastre de comida.

--¿Qué es lo que queréis tío?-- metió sus manos en los bolsillos del pantalón y miro divertido el desorden --Oh, ya veo.

--Sacad a la puta gata de aquí.-- apunté al minino que estaba comiendo los restos de comida del suelo, la maldita había tirado los platos de la mesa y ahora degustaba de su propio festín.

--No la llaméis así.-- susurró tranquilo.

--¡Yo la llamo como yo deseé!-- grite más que molesto, me agradaba la gata pero en este momento estaba más que enfadado.

--¡NO GRITEIH IMBÉCIL!

--¡TÚ NO ME GRITEH, GILIPOLLAS!-- si quería que peleáramos, íbamos a pelear.

Me acerqué a él molesto pero una risa me detuvo, Rubius nos miraba divertido desde la ventana que daba con el patio.

--Joder, que parguelitas-- rió y miro a la gata --. Raspy, venid.

Esta lo miró y comenzó a caminar hacía él, se detuvo y regresó para tomar un trozo de pan entre sus dientes y esta vez sí huir hacía Rubius. Dio un ágil salto hacía la ventana que había abierto su dueño hace unos segundos y él la abrazó.

--Tonta gata-- susurre, Rubius sonrió --, tú sois aún más tonto.

--Sí, como digáis. Ven Raspy, dejad a estos tontos pelear.-- se rió antes de desaparecer.

Solté un suspiro y mire a Mangel, este se iba a dar la vuelta con una sonrisa y lo detuve.

--¿A donde creéis que vas?-- me miró y apuntó detrás suyo, sin dejar de avanzar con cuidado --¡No! Me vas a ayudar a limpiar esto.

--¿Yo? Oh vamos tío, yo no hice nada-- elevó ambas manos riendo, como mostrando su inocencia.

--Ni yo, pero tú y el señor Rubiuh son los dueños de la gata esa-- explique cruzándome de brazos --, vosotros limpiáis.

--Pero sois el encargado de la cocina.-- se excusó y salió corriendo por el pasillo.

--¡HEY! ¡Volved gilipollas!-- grite frustrado.

Ya había pasado una semana desde la boda del hermano de Luzu, desde el comienzo de la relación de Lana y Luzu y desde la llegada de la pequeña Raspberry.
Ella era muy inquieta y no se dejaba acariciar fácilmente, solo Rubius la podía cargar sin que se volviera loca y tratara de arañarte.

En este corto tiempo ya había mordido unos cuantos zapatos nuestros, ya había rotó un vestido de Lana y por supuesto ya había cometido este acto de vandalismo en mi cocina tres veces ¿Y quién limpiaba al final?

Claro que yo, el encargado de la cocina.

--¡Me cago en todo!-- grite demostrándoles a todos lo cabreado que estaba.

--¿Necesitáis ayuda?--escuche la voz de Luzu en el pasillo y sonreí.

--¡Sí! Venid tío-- me asomé por la puerta y mi sonrisa se deshizo tan rápido como llegó a mi rostro.

Lana tenía una caja en sus brazos muy grande y Luzu le había ofrecido su ayuda, no a mí.

--¿Cheeto? ¿Qué paso?-- preguntó Lana observándome confundida.

--¡Lo de siempre!-- exageré un poco --La maldita gata.

--¿Raspy?-- preguntó Luzu al tomar la caja que Lana le dio.

Tres balas, tres disparos ¤ RubelangelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora