La suave brisa de primavera impregnaba el ambiente, y la temperatura comenzaba a elevarse cada día más. La ropa se iba acortando ya y los colores vivos comenzaban a hacer un papel importante en la mayoría de las prendas de vestir. Salí a uno de los balcones del piso donde vivía y me terminé de despertar observando el paisaje urbano. La verdad es que desde ahí sólo se veían edificios y tejados pero a mí me encantaba ver como algunos rayos del sol derretían el hielo que se producía en la madrugada o como algunos pajarillos se posaban en las barandillas de muchas terrazas. Volví a entrar ya que el suelo comenzaba a helar mis pies y me volví a meter en la cama. Entonces recordé que tenía que recibir un e-mail importante. Eché a un lado todas las sábanas y fui corriendo hasta la mesa del salón donde se encontraba mi ordenador. Se me hizo una eternidad esos dos o tres minutos que tarda en encenderse. Con impaciencia tecleé todo sin equivocarme ya que no quería más tardanzas. Pero eso no sirvió de nada porque mi mundo y mi buen humor calló en picado cuando en la bandeja de entrada no había nada nuevo. Suspiré y bajé la tapa del portátil. Miré el reloj de pared que tenía en frente, aún sólo eran las once y el plazo cerraba a las una.
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Estuve toda la mañana revisando el ordenador cada diez minutos y nada era bueno. Intentaba poner fe y esperanza pero es que mi lado negativo salía a flote y es que sabía que cada milímetro que se movía la manecilla del reloj era una oportunidad menos de conseguir mi sueño. Tan sólo un cuarto de hora me separaba o me unía a mi nuevo y deseado futuro. Tic-tac. Tic-tac. El tiempo corría y mi pulso comenzaba a acelerarse segundo tras segundo. Pero todo terminó cuando el destino me hizo la peor de las jugarretas, formó un espejismo delante de mí. Eran las una y un minuto y mi ordenador no había anunciado nada nuevo. Sin poder evitarlo una lágrima resbaló por mi mejilla hasta que fue despeñada por mi cuello. Después de esta vino otra y así hasta que rompí en un mar de lágrimas. Una hora después comencé a encontrarme mejor así que decidí levantarme para hacerme algo de comer. Pero algo volvió a romperme de nuevo. Encima de la encimera había una de las fichas que rellené para ser ayudante de los comentaristas en WWE. Lo tiré a la basura nostálgica y negativa, porque todos mis sueños se iban con aquella hoja de papel. En ese instante el agudo sonido del timbre me despertó de mis pensamientos. Cabizbaja caminé hasta la puerta pero antes puse una falsa sonrisa; tres, dos, uno, comienza el show.
-¡Buenos días Emily! Aunque a decir verdad, buenas tardes.
-Hey Bertrán.
-Te traje el correo.-Dijo mientras me entregaba tres cartas.
-Muchas gracias.
Cerré la puerta y mi vista se fijó en lo que sostenía. Las dos primeras cartas eran facturas pero la segunda llevaba un sello muy raro y llamativo. Ansiosamente abrí la carta sin darme cuenta de que el resto había caído al suelo junto con el sobre de esta.Estimada señorita Torres:
Ha sido elegida para formar parte del equipo de comentaristas deportivos en el programa de televisión WWE. Nos disculpamos honestamente por no haber comunicado esto mediante e-mail pero por ciertas circunstancias decidimos que lo mejor era por correo. El día 30 de abril a las 18:00 horas necesitaríamos de su presencia para firmar el contrato de trabajo y enseñarle las instalaciones del recinto. Le esperamos en la Avenida Sur, número trece.Enhorabuena.Releí la cartas cuatro veces, sin todavía dar crédito a lo que leía. ¡Sería ayudante de los comentaristas! Comencé a dar saltos por toda la casa, nunca hubiera sospechado que esa carta me hubiera abierto las puertas a muchas cosas.
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Quedaban casi treinta minutos para la hora de la quedada y yo llevaba cinco minutos observando la enorme puerta negra que tenia ante mí mientras que ensayaba mil y un saludo. Decidí elegirlo sobre la marcha y con el poco valor que portaba entré. Para mi sorpresa no había nadie allí. Ante mí se encontraba un enorme pasillo con puertas a cada lado que con la luz tenue daba un toque espeluznante al sitio. El ruido de la puerta cerrándose me asustó y un gritito ahogado salió de lo más profundo de mí. Lo único que se oía era el sonido de la suela de mis zapatos impactando contra el suelo y eso me inquietaba. Comencé a oír unos golpes secos y fuertes. Tragué saliva y con paso corto fui acercándome hasta el lugar de donde provenían. Me mordí el labio inferior y con muchísimas cautela abrí la puerta intenado no hacer sonar el mecanismo de la manivela. Empujé levemente la puerta y una línea de luz me dio en la cara haciendo que me cegara un par de segundos hasta que me acostumbré. Desde la posición en la que me encontraba tan sólo veía unos brazos musculosos golpeando un saco de boxeo. Su respiración era muy ruidosa y agitada, hizo que me estremeciera en tan solo un momento.
-¡Y cien!-Exclamó tras dar un último golpe.
Esa voz... ¡Es John Cena! Di un grito de alegría y a continuación me tapé la boca con las dos manos. Ahora veía completamente a la persona que había estado espiando durante un rato y estaba mirando hacia mí.
-¿Quién anda ahí?
Di un paso hacia atrás percatándome de que el miedo se estaba apoderando de mí. Giré sobre mis talones y comencé a correr por el largo pasillo. "Maldita Emily, ¿por qué no le has dicho que eres nueva y que no sabes donde estás en vez de correr como una fugitiva?"-pensé. Vi una puerta entre abierta y me lancé dentro, literalmente. Entré y cerré la puerta detrás de mí. Comencé a respirar muy sonoramente pensando lo más rápido que me permitía mi cerebro asustado. A ciegas comencé a seguir la pared para evitar chocarme con algo. Pero aquí mi agilidad y sentido de la orientación: caí encima de todas las escobas y fregonas. Si tenía una posibilidad entre un millón de que no me encontrase se acababa de esfumar. Cerré fuertemente los ojos y todos los rezos que sabía se unieron a la vez en mi mente. Una gota de sudor frío resbaló por el centro de mi espalda al pensar que tal vez no me darían la oportunidad de trabajar aquí tras molestar a una súper estrella y encima tirar materiales de limpieza. La puerta de aquella habitación donde estaba escondida se abrió de golpe haciendo que el ruido resonara por todos lados. La sangre fue almacenándose en mis oídos y los latidos de mi corazón se fueron acelerando. Abrí los ojos y allí estaba John Cena mirándome con indiferencia.
-¡Por favor no me hagas el ajuste de cuentas!-Esta frase fue la única que pude pronunciar.
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Tú, mi mejor yo.{John Cena}
RomanceLa vida de Emily Torres es una continua montaña rusa y en una de estas subidas se encuentra con la oportunidad de su vida. ¿Qué tal se le daría ser la mano derecha de un comentarista en el programa de lucha WWE? ¿Y cómo llevará su vida a otro nivel...