Capítulo 5.

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Me quedé en un rincón de mi habitación, realmente esperando el momento en el que John viniera. El sonido del reloj me ayudaba a cobrar cada segundo, uno, otro y otro. Un pequeño sentimiento recorrió mi estómago y me hizo estremecer. La imagen de mi cuerpo enterrado en sus brazos produjo un bienestar interno grandioso. El sonido de mi teléfono me asustó y una gota de sudor frío cayó en picado por mi frente. ¿Era John? Agarré mi móvil y en efecto era mi Dios griego. Lo tiré en la cama y lo dejé sonando. Tras cinco llamadas perdidas me levanté y me quedé mirando la pantalla ciegamente.
*Ding-dong*
Me quedé mirando en dirección hacia la puerta y sabía quien era. Tragué saliba y con paso tembloroso me dirigí hacia allí. La abrí y lo primero que pude observar fue su mirada, estaba pérdida y aturdida ¿por mí?
-Te fuiste...-Dijo en un completo susurro.
Moví la cabeza afirmando, aunque fue un movimiento tan leve que no se consideró ni como una forma de asentir. Me hice hacia un lado indicándole que pasara. Durante unos segundos su mirada y la mía estaban conectadas y me resultó de lo más incómodo. Pero al momento accedió y se sentó en un extremo del sofá. Cerré la puerta pero antes tomé aire, porque lo necesitaba y más ahora.
-¿Por qué te marchaste?
La pregunta acababa de ser formulada pero no llegaba la información a mi cerebro, y menos aún, podía procesarla. Cuando me sentí con valor pensaba que ya habían pasado horas pero no.
-Yo... Estaba incómoda.-Perfecto, tan sincera y dañina como siempre.
John me miró perplejo y yo me limité a encogerme de hombros.
-Gracias.-Proseguí.-He conseguido recordar lo que pasó, mi desmayo y lo demás...-Agaché mi mirada y como siempre cuando estaba nerviosa, observé mis manos entrelazadas.
-No te preocupes, no fue nada. No podría dejar que te hiciera nada. Es-es decir, a u-una mujer.-Su facción se había relajado y estaba menos tenso.
-Sí, fue todo. Tú me llevaste a tu casa y no me conoces. Además me marché sin decir nada. Lo siento de verdad yo solo...
-No te preocupes, no importa. Lo único válido es que estés bien.
-¿Por qué no te quedas esta noche a cenar y te compenso por tu hospitalidad?
-No...yo...no te preocupes.-Dijo mientras se ponía en pie con intención de marcharse.
-Por favor...-Dije mientras agarraba su mano y le suplicaba con la mirada.
Por un momento creí que le faltaba el aire pero después me obsequió con una sonrisa con la boca cerrada y asintió.
* * *
Después de una larga tarde de trabajo y papeleo, aliviada terminé. En el fondo sabía que se me había hecho tan larga porque estaba deseando estar con él. Mi Dios griego. Aunque cada vez que pensaba en esa posibilidad me negaba a mí misma. Iba caminando por el pasillo, desierto ya, cuando unos brazos me agarraron. La espléndida sonrisa de John me iluminó en la cara, por un momento pensé que me iba a cegar.
-Hey.-Dije suavemente.
-Te parece bien a las nueve. Es que de aquí aún no creo que salga y...
-Sí sí no te preocupes.-Dije interrumpiéndole.
Se giró y desapareció al final del pasillo, no sin antes dedicarme una sonrisa como las que él sabía.

En una media hora llegué a casa. Aún quedaban dos horas para las nueve pero quería que todo estuviera genial. Me dirigí hacia la estantería, y como no al final encontré un libro de cocina. Pasaba las páginas aburrida ¿qué le podría gustar? Estaba casi terminando el libro cuando encontré algo perfecto. La cena sería unas suculentas piezas de carne sobre un lecho de patatas. Abrí la nevera u observé que lo tenía todo. Y encendí el fuego desafiante ¿nueva batalla?

Tú, mi mejor yo.{John Cena}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora