Capítulo 6.

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Por fin todo estaba perfecto. En diez minutos él debería de llegar y comenzaría a ser verdaderamente feliz. Lo curioso fue que nunca llegó.
El reloj de la pared marcaban ya las once, y John no llegaba. Ya era la cuarta llamada perdida que le hacía y seguía comunicando. Volví a dejar las cosas en su sitio y a colocarlas de tal forma como si nunca hubieran estado como las había puesto. Apagué todas las luces del salón y abatida me puse el pijama para después introducirme en mi cama, mi verdadero amor. Apreté mi almohada contra mi pecho mientras miles de lágrimas daban el adiós a aquella maldita noche.
* * *

El despertador sonaba una vez más, ésta era la tercera vez que lo paraba. Las siete y cuarto. Seguía en la misma posición de la noche anterior, me desprendí de las sábanas y de la almohada y fui a cambiarme. Terminé de asearme y de desayunar, ya eran las ocho menos veinte y debía dirigirme a la parada del autobús. Al salir una ráfaga de aire frío me azotó en toda la cara haciendo que perdiera un poco el equilibrio. Respiré como si haciéndolo soltara un enorme peso y proseguí. En unos minutos ya me encontraba sentada de camino a una perfecta mañana viéndole a él, al que me había dejado tirada. Poco después ya me encontraba caminando por los pasillos camino de mi perdición. No sé si él entraría esa mañana o después pero estaba muy nerviosa, a cada paso que daba más mareo sentía. Cada vez fui sintiéndome mejor y menos preocupada, ya solo me quedaba una hora y podría estar sola en casa de nuevo. Me dirigí a la cafetería a por un café, como siempre vacía y eso hizo que estuviera más a gusto. Estaba preparándomelo cuando sentí unos pasos detrás mía.
-Si te das prisa podrás coger el último pastelito.-Dije pensando que sería cualquier compañero.
Me giré esperando a cualquier persona menos él. El vaso cayó a mis pies y fue cuando recobré el sentido.
-Emily...
Sentí como mis manos se tensaban, como mis ojos se oscurecían y como mi mente se volvía dura. No le dediqué más miradas, tan solo me límite a limpiar todo lo del suelo. Se acercó a mí y me cogió la mano. Yo me solté de él, y me levanté.
-No me toques, por favor.
-Déjame explicarte lo de anoche...
-No tienes nada que explicar.-Dije mientras, por primera vez, mis ojos se clavaban en los suyos.
Me marché de allí, sí, con el alma destruida y las lágrimas a punto de morir descarriadas por mis mejillas. Después de aquello me fui a completar la última hora del día. Mi ánimo subió un poco y por fin pude despedirme de aquel día nefasto. Los pasillos estaban solitarios completamente, ya me hacía a la idea. Pero algo me removió el alma al oír su voz. ¿Qué me está pasando? La curiosidad me podía así que avancé al foco del suceso. Eran frases breves y él parecía ¿enfadado?
-Sí, Melisa. Vale. Me encantó la noche contigo. Lo admito. Espero volver a repetir. Adiós.
Mis ojos se bañaron por completo, todo a mi alrededor parecía caerse y volverse borroso. Sin un rumbo fijo salí huyendo, sí huyendo, porque quería escapar de aquel infierno. Ya no esperé el autobús, tan solo corrí. Corrí porque tenía miedo y sentía como se iba apoderando de mí poco a poco. Horas después llegué a casa empapada en sudor y cansada. Me metí en la ducha y por una vez en todo el día sentí como si mis problemas se fueran disminuyendo. No tenía hambre tan solo quería dormir y olvidarme de todo por un momento. Pero no, mi cabeza no olvidaba. ¿Por qué me dolía que hubiera cambiado cenar conmigo para irse a acostarse con alguna? Y ahí estaba la respuesta, en mi propia pregunta. Me di la vuelta en la cama y su rostro estaba allí. Su bonita sonrisa que combinaba con su rostro perfecto. Suspiro tras suspiro fueron llevándome al cansancio y poco a poco caí en un pesado sueño.

Eran las tres de la madrugada cuando un fuerte golpe me despertó. Asustada miré a mi alrededor pero tan solo estaba yo sola. <<¡Boom!>> Otro golpe volvió a apoderarse de mí. Me puse en pie y fui hasta el salón. Me quedé quieta en un rincón y ahí volvió a aparecer pero esta vez con un sollozo. Un enorme nudo se instaló en mi garganta, ya no podía respirar. Segundos después se volvió a repetir este sonido. Decidida andé hasta la puerta principal y acerqué mi oído hasta ésta para aprobar si de aqui provenía ese sonido espeluznante. Y así fue. Así que agarré del pomo y la abrí, quedándome sorprendida de a quien veía.
-Tú...

Tú, mi mejor yo.{John Cena}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora