Las noches en los campos era frías y con sólo un par de mantas no lograban calentarse, la mañana del décimo día llegó con noticias que ningún niño debería escuchar nunca, pero como la vida no era para nada justa, cosas como esas tenían que pasar. Los gemelos despertaron muy temprano, incluso el sol apenas comenzaba a salir y la neblina cubría los pastizales, un soldado les repartió un vaso de leche tibia y un trozo de pan un poco duro, pero eso era mejor que nada y ellos no protestaban.
—Ustedes dos, vengan. —Les llamó un soldado una vez que acabaron su desayuno.
Ambos niños salieron de la carpa detrás de él, los guió hasta la carpa del coronel y les hizo pasar.
El coronel Schäfer estaba sentado detrás de un gran escritorio de madera de caoba, varios documentos estaban regados sobre esta y una pequeña lámpara de carbón los alumbraba. Su carpa era más pequeñas que las demás, aunque en mejor estado y no se tambaleaba con el viento.
—Buenos días, Srs. Kaulitz.— El coronel se levantó de su silla por pura formalidad y señaló con su mano la silla delante de él.—Tomen asiento.
Los niños le obedecieron y se sentaron frente a él.
—Tengo noticias para ustedes — Dijo con voz alegre.— les encontramos un lugar.— Anunció.
—¿Y mi padre?
—¿Cuál es tu nombre?
—Bill Kaulitz
—Bien, Bill. Su padre... —Varios soldados irrumpieron en la carpa. —¿Qué hacen aquí? ¿No ven que estoy ocupado?
—Sí, señor, lo siento, pero yo estoy a cargo de ellos.
—Por supuesto soldado... —Miró en sus papeles y finalmente dijo. —Trümper
Los gemelos lo miraron confundidos, ¿Trümper?
—¿Usted tiene parentesco con ellos?— El soldado no bajó la mirada ni un poco y firmemente respondió un seco... —No
—Bien, les decía a los niños que les tengo buenas noticias, pero ellos han preguntado por su padre.
—¿Dónde está? - Insistió Bill
—Está muerto
Y como si les hubieran echado una cubeta de agua helada en mitad del invierno y desnudos. Dejaron escapar un jadeo, claro que ellos sabían que eso era una posibilidad más sin embargo, escucharlo había sido un golpe duro, ¿Y ahora qué? No tenían a nadie, estaban solos con tan sólo once años recién cumplidos.
El soldado Trümper se había puesto pálido, con la garganta seca y sintiendo un peso en el pecho, no podía creer que el coronel les hubiera dicho algo así a los niños, tan frío, tan inhumano.
—Serán enviados a Munich. — Continuó como si no hubiera causado nada con esa confesión, revisó algunos papeles de su escritorio sin prestarles suficiente atención. —A un reformatorio para que puedan ser acogidos por alguna familia alemana ¿De acuerdo?
Ellos asintieron.
El Mayor, Tom. Sollozaba débilmente contra la pequeña cabecita de su hermano, hundiendo la nariz en su pelo y sus brazos alrededor de su cuerpo intentando inútilmente de hacerlo entrar en calor.
—¿A donde vamos, Tom?— Sollozó Bill —¿Qué vamos a hacer?
Tom no respondió, no tenía las respuestas y el nudo en su garganta se intensificaba más y más, pero se negaba a llorar. El silencio de Tom no lograban calmarlo en absoluto, la desesperación del hermano mayor iba en aumento al ver que las lágrimas de Bill no cesaban y no sabía que decir para tranquilizarlo. Iban de camino a Munich en uno de los camiones militares acompañados del soldado Trümper, que cada poco tiempo los miraba de reojo por el espejo retrovisor y Tom creyó verlo conteniendo las lágrimas. Verlos tan solos le partía el alma y es que a su hermana no le hubiera gustado que sus hijos pasaran por eso y él no sabía que hacer, no podía llevarlos con él, era muy peligroso si sabían que eran familia pero tampoco podría dejarlos solos.
Faltaba sólo una hora de viaje y sentía que la última hora apenas si había existido.
Al llegar, el sol estaba en su punto más alto, era cerca del medio día y no podía sentirse más agotado, estacionó el camión en el estacionamiento e hizo bajar a los gemelos.
El reformatorio central Munich en Alemania era la replica exacta del infierno, el lugar más horrible al que un niño puede llegar a estar, un lugar para alguien quien no es deseado por su familia y es dejado bajo la custodia del gobierno. Era grande, de color blanco inmaculado en las paredes y un gran jardín verde, con una cancha de baloncesto en un extremo y una gran piscina olímpica en el otro. Los tres caminaron a través de un caminito de piedras de río hasta llegar a la gran puerta de roble.
—No nos dejes aquí, por favor.—Rogó Tom colgándose de la chaqueta militar del soldado, comenzaba a entrar en pánico y su única opción era rogarle.
—¿Qué dices?. —Le miró el soldado, estaba apunto de firmar los papeles y Tom le sostenía el brazo con ambas manos, sus uñas se encajaban levemente en su piel.
—Por favor.— Las lágrimas que tanto había contenido caían como regaderas rodando por sus mejillas, su respiración se aceleró al entrar en pánico.
—Llévanos contigo, Soldado. —lloró Tom y Bill se mantenía alejado de ellos.— Vamos a ser buenos, por favor llévanos.— Rogaba llorando.
—No puedo llevarlos conmigo, Tom. Lo siento. —Se soltó del agarre del menor y rápidamente firmó. Se levantó y sin mirarlos salió de ahí. Bill atrajo a su hermano y lo abrazó para consolarlo. Varios policías entraron a la oficina y tomaron a los niños que se resistían a entrar, Tom pataleaba y gritaba que le soltasen, Bill jalonaba inútilmente y finalmente fueron tomados por la fuerza y llevados por los largos corredores del reformatorio hasta uno de los dormitorios.
Desamparados, los niños finalmente fueron puestos bajo la custodia del gobierno, luego de que su tío se negara a hacerse cargo de ellos. Ambos le lloraron, le rogaron que no los dejara ir con los policías pero él hizo oídos sordos antes las lágrimas de los niños, siendo arrastrados por los oficiales.
La pesadilla para los hermanos apenas comenzaba.
Es muy importante para nosotras saber que piensan de la historia, los capítulos irán siendo más largos conforme avance la fic, tenemos casi acabada la historia :3 así que no tardaremos mucho en actualizar y. Gracias por leer, votar y comentar
Cya y Copito xx
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Vergessene Kinder
FanfictionUn día completamente normal, las calles se vuelven tumbas, las huellas están borrosas. No hay búsqueda, la noche es fría, quien se hiele es demasiado débil. Nadie los contará, nadie los ha visto Solos y perdidos. Nacidos invisibles, muertos de frío...