Capítulo 6

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 Capitulo 6

—¿Cuál es la raíz cuadra de 7? ¿Nadie? Uff es 49. 

"Si, si, que padre. ¿Ya nos vamos?" Pensó Tom. 

Hace más de una hora que había dejado a Bill en los pasillos y aun no volvía, ¿Y si se sentía mal? ¿Y si le hacían algo? ¿Y si ya le habían hecho algo?
Daba puntapiés al suelo sin poder controlarse, algo no andaba bien y él lo sabía. 

Cada segundo que pasaba se le hacía como si fueran horas, el tic tac del reloj estaba volviéndolo loco y desperándole que Bill no volviera, estuvo sólo apunto de tomar sus cosas y salir por la puerta pero finalmente, el timbre sonó. Tom salió de clases con apuro, Bill no había aparecido en las dos horas, estaba preocupado y necesitaba encontrarlo antes de que le diera un ataque de pánico. Caminó hasta el dormitorio para dejar la mochila con los libros y ver que Bill no estuviera ahí, no, no estaba.Salió de la habitación y recorrió el pasillo en dirección a los baños ignorando por completo a Gustav, quien lo siguió al verlo tan nervioso. Y justo antes de poner una mano sobre la perilla de la puerta, esta se abrió. Georg esbozó una sonrisa maliciosa y Tom lo miró con una ceja alzada. 

—Tu hermano hace muy buenas mamadas.— Le susurro al pasar a su lado. 

Gustav y Tom lo miraron confundidos, el gemelo mayor echó una rápida ojeada dentro del baño, lo que vio, le hizo caer en pedazos, sentía su sangre hervir y apretó las manos en puños. 

—¡Maldito hijo de puta!— Gritó y escopeteado salió detrás de Georg. Gustav entró al baño y vio a Bill sentado en el suelo con las mejillas llenas de lágrimas, se apresuró a llegar delante de él y como pudo, le ayudó a levantarse. 

Temblaba completamente y estaba helado cual cubito de hielo, se sacó la chamarra y se la pasó por los hombros para darle un poco de calor.

 —Venga vamos.— Bill acomodó su ropa y ambos salieron del baño.

Apenas si lograba darse cuenta de lo que pasaba a su alrededor, sentía que cada paso que daba, flotaba, definitivamente no estaba bien y rogaba por llegar rápido al dormitorio y echarse en la cama para abrazar a Tom. Tom...

Tom corrió detrás de él y lo tomó por el cuello del saco, lo hizo girar y sin siquiera avisar le soltó un puñetazo en la nariz que lo hizo caer de culo al suelo, Tom no se detuvo, se tiró sobre él a horcajadas y lanzaba golpes a diestra y siniestra sin mirar a donde le golpeaba. Georg en vano intentaba defenderse, cubría su cara con la manos tratando de detener los golpes que le habían pillado desprevenido, el chico había tomado una fuerza brutal y no iba a parar. 

Quería ver su sangre correr. Quería darle al menos un poco de todo el dolor que sentía su hermano en ese momento. Quería que dejara de molestar y humillar a Bill. Quería verlo muerto 

—¡Basta! —Gritó un oficial que corría por el pasillo para llegar hasta ellos.—¡Para, detente!— Sonó su silbato, Tom levantó la mirada y se encontró con la mirada de todos los chicos de reformatorio, desde los nuevos, hasta lo que estaban por salir, todos con expresiones horrorizadas y sin poder creer lo que ese niño debilucho de sólo 11 años había causado. 

Alguien lo tomó por la espalda y lo jaló, Tom se resistía, había aferrado sus piernas en las de Georg impidiéndole moverse de su sitio y siguió golpeándolo. Varios oficiales más llegaron para detenerles, Georg ya no se movía y la sangre salía de su boca, nariz y cabeza, formando un pequeño charco. 

—¡TOM!.— Bill apareció en el pasillo siendo acompañado por Gustav, de quien se apartó para correr a los brazos de su hermano.—¡Tom, para. Déjalo así!— Le rogó y se abrazó a él, escondiendo su cara en el hueco entre su cuello, olfateando su aroma y tranquilizándose al tacto. Pero eso no duró mucho.

—¿Qué?— No podía creer lo que su hermano le estaba pidiendo y lo apartó, pero antes de que Bill pudiese responder, los guardias tomaron a Tom por la fuerza y lo arrastraron lejos de él. 

—¡Suéltame! — Gritó y pataleó. 

—¿A dónde lo llevan? — Preguntó Bill a nadie en especial, mirando a todas las personas que se encontraban ahí, algunos de sus compañeros bajaban la cabeza y otros tantos mantenían una sonrisa burlona en la cara, nadie le respondió. 

Todos los alumnos fueron enviados a sus habitaciones por sus maestros y en silencio dejaron el lugar desierto. Sabían que no era buena idea armar otra pelea en esos momentos ni rechistar ninguna de las ordenes que les daban si quería salir vivos de ese maldito lugar, no les quedaba más que agachar la cabeza y tragarse su coraje.
Una patada en el culo sentaba mejor que eso. Dos policías se hicieron cargo de Georg, lo levantaron del suelo sin cuidado alguno y lo llevaron casi a rastras a la enfermería, en el suelo había quedado una gran mancha de sangre que comenzaba a penetrar en la madrera haciendo que luego quedara impregnada y fuera imposible de sacar. 

—Venga, vamos a la habitación. —Le dijo Gustav tomándolo por el brazo. 

—¡No! —Se apartó de él.— Necesito ir por mi hermano. —Miró en dirección por donde se lo habían llevado y volvió a mirar a Gus.—¿Van a matarle?. 

—No, no lo harán... —Intentó convencerlo de que no pasaría nada. — quizá solo hablarán con él... 

—¿Estás de coña? —La cara se le había puesto roja de pura rabia y se encaró a su amigo quedando sólo a escasos centímetros de su rostro — Tú bien sabes lo que esos malditos podrían hacerle y estás aquí diciéndome a MÍ lo que según tú no va a pasarle? Jódete, Gustav. 

Se alejó de él y se perdió por el largo corredor, Gustav sabía que Tom iba a matarle si dejaba que Bill se paseara solo por el reformatorio luego de aquello, la pandilla de Georg podría querer tomar venganza y matar a Bill, no, no podía dejar que le pasara nada.

—¡Bill! — Corrió tras él y cuando llegó hasta él, lo jaló de la playera para detenerle.— No puedes ir allá, Tom se enfadaría mucho si sabe que... 

—Mira. — Lo encaró una vez más, más que cabreado y le amenazó con un dedo. — Por mi culpa esta en problemas, así que deja de romperme las pelotas ¡y aparta de una jodida vez! 

De un empujón lo apartó de su camino y continuó. "Bah, que le follen", pensó Gustav. Los corredores parecían interminables, las puertas de metal gris adornaban las pálidas paredes y los focos blancos le daban un aspecto tenebroso. Miraba por cada ventanilla que se encontraba a su paso sin lograr encontrar a Tom, era verdaderamente preocupante. 

Caminó un par de minutos más, subió escaleras y ascensores, abrió y cerró puertas, ni siquiera estaba seguro en que piso estaba ni que hora era y si algún guardia lo encontraba, sería su fin. No le importaba. Continuó hasta llegar a una pequeña habitación negra, sin foco y sin ventanas, completamente aislada de todo. Pero tampoco estaba ahí su hermano. Una mano se posó en su hombro haciéndole pegar un bote y causándole escalofríos, cerró los ojos con fuerza y apretó los dientes.

Lo hicieron girar sobre sus talones y se encontró cara a cara con el director del reformatorio. Era un hombre blanco de gran estatura, 1.90 quizá, de proporcionada musculatura y bien vestido, de traje color negro y una corbata roja. Con un corte estilo militar y un rostro cuadrado con un par de ojos negros azabache que infundían temor a cualquiera que se le cruzase alguna vez. 

 —Ven acá.— El hombre lo guió hasta el final del pasillo y se situó delante de la ventana. Bill se acercó y este volvió a poner su mano en su hombro.—¿Ves eso de allá?

Apuntó a través de los vidrios, la noche estaba por caer, unas pocas estrellas iluminaban el cielo y el viento movía las copas de los árboles levemente, allí afuera había un simple terreno baldío. No, espera, había algo sobresaliendo de la tierra, eran blancas y con forma de cruces. El pánico invadió a Bill, comenzó a temblar y a susurrar inconscientemente el nombre de Tom.

—Allá va a terminar tu hermano y tú, si no dejan de meter las narices donde no les llaman.— Su voz sonó tenebrosa, casi diabólica cuando le susurró al oído que le puso el vello de punta.—¿Entendiste? —Bill asintió. 

-Copito & Cya



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