CAPÍTULO 2
Un plato de sopa fría descansaba en su regazo mientras lo devoraba rápidamente y aunque tenía un sabor particular, no se atrevió a replicar. Sus pequeños bracitos flacos se movían a velocidad llevando la cuchara de su boca al plato y del plato a su boca. El líquido descendía por su barbilla y mojaba su playera de rayas, como una cebra, decía él.
Su hermano lo miraba atento desde una esquina, siempre estaba alerta por si alguno de sus compañeros se acercaba a molestar a su hermano pequeño y aunque le superaban en tamaño y fuerza, no les temía. La ropa le iba grande, estaba sucia con un aroma poco agradable y un tanto rota, sus rastas le caían sobre los hombros y fruncía el ceño.
—¡La comida se acabó! — Un oficial entró en la pequeña habitación que hacía de comedor, Bill, al ver que el hombre venía, se apresuró a comer, aun después de haberse comido el plato que Tom le había dado y el suyo, todavía tenía hambre, y no era para menos, los directores del reformatorio solían dejarlos sin comer por días. Y aunque Tom no había comido en dos días, le tendió el plato a su hermano menor alegando que estaba lleno. El hombre se acercó a Bill al ver que no se apartaba y le arrebató el plato de las manos.
Tom, a la defensiva dio un paso al frente. —Aun no acaba.—Dijo en voz alta.
El hombre se quedó tieso como un palo al oírle, apretando la mandíbula se giró y le golpeó a Tom en la mejilla haciéndolo caer al suelo; el golpe se oyó en casi todo el comedor. Bill se encogió en su lugar mirando a su hermano con temor. Los demás adolescentes se callaron repentinamente mirando al oficial, asustados.
Tom sabía muy bien lo que pasaría si hablaba de más, no era tonto. Y aun así lo hizo. Hace sólo una semana había pasado desde que los gemelos llegaron al reformatorio y Tom ya había visto y vivido lo que conllevaba replicar a los adultos.
El invierno en Alemania solía ser brutal para los que menos tenían, Bill y Tom no venían de una familia de clase alta, sino de clase media. No les hacía falta nada pero no podían darse el gusto de gastar en lujos. El poco dinero que sus padres ganaban era para comida, para pagar la renta de su casa y la escuela de sus hijos. Su madre solía comprarles ropa de segunda mano que los gemelos usaban sin rechistar, y podían decir que eran felices con eso.
Sin embargo, ahora no tenían nada. Se hallaban solos en el mundo, sin madre ni padre. Con solo 11 años, los hermanos fueron enviados al reformatorio, un lugar muy parecido al infierno pero únicamente para adolescentes no queridos o sin familia.
Bill pegó un salto en su asiento y se levantó al ver como su hermano mayor era golpeado por el oficial repetidas veces pero antes de poder dar un paso, un par de brazos fuertes lo sujetaron por la cintura impidiéndole acercarse.
Bill chilló revolviéndose en sus brazos en un intento desesperado por soltarse de su agarré, comenzó a darle manotazos en los brazos consiguiendo que la piel del chico se pusiera roja en esa zona en cuestión de segundos.
Los brazos del chico, implacable, no aflojaron ni un poco, ni por los pellizcos ni los golpes que Bill le propinaba,
—¡Estate quieto! —Murmuró molesto en el oído del pelinegro.
—Gus, por favor.— Suplicó Bill para que le dejase acercarse a su hermano que se cubría la cara, tirado en el suelo, siendo golpeado por el oficial. Varios chicos de ahí, sollozaban y apartaban la vista de tan horrible escena mientras otros cuantos gritaban y aplaudían, insitando al hombre a continuar.
El hombre cuarentón, finalmente se cansó al ver que el chico ya no se movía y tras acomodarse la camisa y escupir justo a un lado de la cabeza de Tom, se dio la vuelta y salió. El cuerpo de Bill quedó libre de los brazos de Gustav en cuanto la puerta se cerró de un estrepitoso golpe y echó a correr a por su hermano. Se dejó de caer de rodillas sobre el suelo sucio y con cuidado, hizo girar el cuerpo de Tom. Acomodando su cabeza en sus muslos.
![](https://img.wattpad.com/cover/49629731-288-k122778.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Vergessene Kinder
Fiksi PenggemarUn día completamente normal, las calles se vuelven tumbas, las huellas están borrosas. No hay búsqueda, la noche es fría, quien se hiele es demasiado débil. Nadie los contará, nadie los ha visto Solos y perdidos. Nacidos invisibles, muertos de frío...