Capítulo 10

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-¡Kaulitz!.- Gritó el guardia. Intente abrir los ojos y levantarme pero apenas podía moverme, sentí sus manos tomarme por los brazos y arrastrarme, no sabía a donde iba a dejarme ni que iba a hacerme, pero comenzaba a dejar de importarme. Me deje llevar por él.- ¡Vamos, Tom!

-¿Sigue vivo?.- Escuché decir a alguien a la lejanía

-Si, esta respirando.- Maldición

-Tráelo hasta acá.- Mi espalda chocó contra algo duro al igual que mi cabeza y todo se volvió negro de repente.- Cuidado idiota, ¿A caso quieres matarlo y que el director te corte los huevos?

Si, que me mate por favor.

Esperé cualquier cosa, un golpe, un martillazo en la cabeza o aunque sea una patada, pero nada pasó. Estaba a punto de dejarme llevar por la inconsciencia cuando unos brazos me levantaron del suelo y me acercaban a algo caliente.

Me quemaría seguro.

No, no era eso.

-¡Tom!.- Lo escuché.- ¡Tom!

Yo conocía esa voz y de pronto me sentía desesperado por despertar, correr y sostenerlo entre mis brazos. Pero mi cuerpo no respondía.

Su voz se alejó aun más y su llanto se hizo más desesperado, mi hermano.

-¡Gustav! ¡Gustav!.- Gritó Bill.- ¡Gustav! ¡suéltame! .- Gritaba y pataleaba intentando soltarse de los brazos de su amigo. 

Quería correr hasta su hermano y abrazarlo tan fuerte como sus delgados bracitos le permitieran, tenía que cuidarlo y asegurarse de que estaba bien, odiaba a Gustav por detenerlo por no dejarle ver a su hermano, había esperado tanto tiempo, tiempo en el que no dormía ni comía por la preocupación de saber si Tom estaba bien o no. 

-Basta, Bill. Por favor.- Murmuraba Gustav, apretando el agarre.- No puedes ir allá ahora. Basta.

-¡No! .-  Se rindió, se dejó caer sobre sus rodillas liberando sus lágrimas, dejando que humedecieran sus mejillas, ya no tenía fuerzas para luchar.

-Bill... Vamos, salgamos de aquí.

Lo arrastró hasta llegar a la habitación y lo recostó sobre la cama, el pelinegro cubrió su rostro con las manos sollozando, Gustav no sabía como consolarlo, temía que Bill pudiera romper alguna regla con tal de ver a su hermano y le hicieran algo. 

La BPA llegó un par de horas después al reformatorio con una orden de cateo.

-Revisaremos cada dormitorio.- Aclaró el comandante. Y se dispuso a comenzar. 

Bajaron 10 oficiales al sótano, donde usualmente lavaban las mantas y los uniformes, la habitación era pequeña, con solo una lavadora y una secadora un poco vieja, en las paredes se veían los ladrillos, no tenían pintura y el cemento seco se escurría, el olor a suavizante de telas era demasiado fuerte allí dentro, las llaves estaban oxidadas y dejaban salir el agua en un color amarillento, casi verdoso. La caldera también estaba ahí, era la primera vez que se encendía en años. A nadie le importaba si los chicos pasaban frío en invierno o demasiado calor en el verano, solo les daban lo que consideraban realmente necesario. 

Al no encontrar nada "Fuera de lugar", porque ¡vamos! ese lugar era una maldita pocilga llena de ratas y bichos, subieron al primer piso, la recepción. Era el único lugar que daba una buena imagen, tan impecable que te hacía imposible pensar que ese era un mal lugar, la secretaria, amablemente dejo pasar a los oficiales a los despachos, todo normal.

Bill no dejaba de moverse, iba de un lado a otro en la cama, ese día los alumnos no había recibido clases y todos habían sido enviados a sus habitaciones después del desayuno, ellos no tenían idea del porque y Bill no podía quedarse ahí luego de haber visto a su gemelo en tan mal estado.

Vergessene KinderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora