CAPÍTULO 3
Tom lloraba en un rincón de la sala, enfurruñado. Bill lo miraba desde el otro extremo de la habitación sin saber cómo consolar a su hermano mayor. Decidido, caminó hasta la cocina donde su madre preparaba la cena.
—¿Mamá?— La llamó Bill con voz inocente. Ella continuó en lo suyo intuyendo a lo que Bill iba.—¿Puede salir Tom a jugar?
—No, Bill. Esta castigado.—Su hijo menor hizo puchero.— ¡Pero mamá!
—Eh dicho que no, Bill. Tú puedes ir a jugar, Tom no.
—Pero no es divertido jugar sin él. —Su madre continuó con la cena, Tom seguía sentado como indio en el piso de la sala lamentándose y aunque no lo dejaran salir a jugar, no iba a pedir perdón a ese niño gordo que le había pegado antes. Se cruzó de brazos en cuanto Bill llegó hasta él con la cabeza gacha, como si se disculpara por no haber convencido a su madre.
Tom se levantó del suelo, tomándolo de la mano y lo arrastró con él, hasta su habitación. Bill conocía bastante bien a su hermano como para saber que no estaba tramando nada bueno y aun así lo siguió escaleras arriba. Su habitación era espaciosa, tenía dos camas individuales una a cada lado de la ventana y debajo de esta había una lámpara sobre una mesita de noche que su padre les había hecho antes de nacer.
Su padre era un carpintero muy bueno. Él había fabricado su closet, con cajones para cada uno al igual que dos escritorios idénticos para ambos niños, estos estaban a los pies de la cama de cada uno, el de Bill perfectamente cuidado con varios dibujos pequeños de gatitos esparcidos por la madera. Mientras que el de Tom tenía garabatos por todas partes, rayones con crayolas, pinceles y lápices de colores que luego de ser usados sobre la madrera quedaban inservibles para hojas de cuadernos y acababan en la basura antes de que al hijo mayor se le ocurriera pintar las paredes.
Tom rodeó la cama de Bill y llegó hasta la suya dando un tirón a la sobrecama, lanzando las almohadas sobre el suelo. El colchón quedo sólo cubierto por la sábana azul y Tom dejó de lado todo lo demás por ir por esa.
—¿Qué esperas? — Le dijo a Bill. Él, sin saber que hacer lo miró con el ceño fruncido. Tom se limpió los restos de las lágrimas con el dorso de la mano. — Quítale la sábana a tu cama y vuelve a tenderla...
Tiró la suya al suelo y volvió a hacer su cama, dejando la tela azul en el piso. Bill hizo lo mismo y cuando ambas telas estaban en las manos de Tom, este las unió en un nudo grueso. Caminó hasta la ventana y se agacho, Bill no estaba seguro de lo que estaba haciendo hasta que se levantó y subió un pie sobre la mesita de noche y luego el otro. Había atado la sábana en la pata de la cama y planeaba escapar por la ventana. Al ver que se tambaleaba, Bill corrió hasta él y sujeto bien la mesa. Tom dejó caer la tela por la ventana siendo sujetada por la cama.
—Vas tú Bill.
—¿Qué?... No, yo...
—No seas marica y sube, ¡Ya!
—Nos van a atrapar, Tom.
—¿Qué más da? Hazlo. —Miró a su hermano indeciso, si su madre subía y se daba cuenta de que no estaban, no sólo Tom estaría castigado, sino él también. ¿Pero qué diferencia había? De todos modos, se aburría sin su hermano.
Sin muchos ánimos, se subió en la mesa y sacó una pierna por la ventana tanteando un poco con el pie, cuando consiguió posar el pie en la cornisa, sacó la otra pierna, agarrándose bien de la sábana que colgaba, debía confiar mucho en Tom si creía que la sábana no cedería ante su peso y lo mandaría al suelo sin más. Eso no pasó. Temeroso, logró llegar hasta el suelo.
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Vergessene Kinder
FanficUn día completamente normal, las calles se vuelven tumbas, las huellas están borrosas. No hay búsqueda, la noche es fría, quien se hiele es demasiado débil. Nadie los contará, nadie los ha visto Solos y perdidos. Nacidos invisibles, muertos de frío...