Capítulo 17
La mañana era fresca, no había sol entrado por las ventanas, no había un cálido cuerpo abrazándolo, no había ningún aroma del desayuno recién hecho, ni tampoco no estaba su madre despertándolo con un beso en la mejilla asegurándolo de que simplemente había sido una pesadilla.
Se sentía asqueroso, se sentía la peor mierda sobre la tierra y quizá lo fuera, pero estaba arrepentido. Y aunque en su momento había sentido placer al verlo tan humillado ya no se sentía así, ahora tenía miedo y no sabía exactamente por qué.
No había logrado dormir nada la noche anterior, sus ojos estaban hinchados y su corazón pesaba como nunca antes, ya no quería la protección de Frank, ahora sólo quería morir.
Se arrastró fuera de la cama y se vistió con unos pantalones viejos de color gris. Él era el único en tener su propia habitación en aquel lugar, ser nieto del general a cargo tenía sus ventajas. Aunque claro, también había personas que únicamente intentaban matarte para vengarse del viejo. Pero estaba seguro que a su abuelo, poco le importaría que le mataran, incluso creía que era capaz de sentir alivio.
Para nadie allí dentro era un secreto que los chicos que morían ahí los metían a las fosas clandestinas que ellos mismos, los mayores, escarbaban en los terrenos que daban al bosque.
Cada una de esas tumbas tenía el nombre de cada uno de los que estaban en el reformatorio esperando por ellos.
Georg había tenido que pasar por mucho en estos últimos 5 años y no sabía cómo seguía con vida.
Su madre había muerto cuando solo tenía 11 años, al igual que los gemelos Kaulitz, su padrastro solía entrar en su habitación cada noche para "Jugar" y aunque Georg le rogaba que le dejara en paz, él lo golpeaba para que se callara y no le hacía caso. Cuando Georg acababa de cumplir 10 años, él dejó de venir a casa de su madre, más tarde se enteró que había sido reclutado en el ejercito de Alemania para defender a su país en la guerra que se enfrentaba y se sintió un poco aliviado esperando no verlo nunca más. Cuando su madre murió un año más tarde, él terminó devastado, fue enviado a casa de sus abuelos en Munich, lloraba cada noche en su cama hasta que el abuelo venía y lo golpeaba para que dejara de ser un marica, como él le llamaba y se comenzara a comportar como un hombre. Georg se tragaba sus lágrimas y finalmente se dormía con las pestañas y las mejillas húmedas.
Pasaron varios meses en los que deseaba morir a seguir en esa casa, la guerra estaba destrozando al país y él temía, no había nadie que le abrazara, nadie que realmente le importara, su abuela se la pasaba en las reuniones del té con sus amigas, esposas de soldados comandantes, y funcionarios del gobierno, él no tenía a nadie, no era nadie. Estaba solo.
Le lloraba a su madre al esconder, comía solo en la gran mesa para 16 del comedor, hacía su tarea sin ayuda de nadie lo que la mayoría del tiempo le trajo problemas en la escuela y su abuelo encontraba otra razón para golpearlo hasta dejarlo casi inconsciente.
En navidad, su abuelo fue enviado al mando del reformatorio y lo llevó con él debido a las quejas que daba su abuela sobre las veces que el chico se escapaba de casa y muchas veces había encontrado droga en sus pertenencias, al llegar allá se sentía más solo que nunca, al menos en casa de su abuela tenía una linda mucama que le acompañaba la mayoría del tiempo y con la que se había encariñado mucho.
Frank lo encontró un día en los baños, el chico tenía el pelo largo hasta los hombros o un poco más abajo, Frank era nuevo y sabía como cuidarse ahí dentro por lo que Tomó a Georg y se volvió su amigo para su beneficio. Georg hacía todo lo que Frank le pedía, por alguna razón se sentía protegido a su lado, pero lo que no pensaba era que su amigo lo dejaría abandonado a su suerte si alguien les amenazara, Frank lo dejaría morir si tuvieran la ocasión.
Entró a su pequeño baño y lavó sus dientes luego de ducharse, él no tenía por qué ir a las duchas si tenía la suya propia, pero le gustaba molestar a los nuevos, que llegaban temblando y lloraban ante la mirada de los guardias. Pero hoy simplemente quería esconderse bajo las mantas tiesas de su cama y dejar que sus pensamientos se disiparan. Pero sus planes se fueron a la mierda cuando la puerta se abrió y Frank entró.
-Muy bien.- Le aplaudió.- ¡Lo has hecho de puta madre! - Dijo eufórico, sentándose a su lado en la mullida cama.
-Gracias.- Dijo fingiendo estar feliz
-No estarás culpable ¿o si? - Se burló, pasando un brazo por sus hombros y trayendolo hacía él. Georg no dijo nada.- Ya se te pasará, en unos meses no te arrepentirás si haces algo malo. Estoy orgulloso de ti.
Se sentía en deuda con Frank por todo lo que este había hecho por él cundo llegó al reformatorio, recordaba las noches enteras que pasaba despierto ansioso por un poco de coca, había comenzado a depender de las drogas para mantenerse tranquilo y al no poder conseguirlas dentro del lugar, sentía que estaba enloqueciendo poco a poco.
Frank de alguna manera le ayudaba a controlarse, le había explicado que no podía darle drogas porque no tenía ya que había hecho un trato con los guardias, dejarían a Frank en protección pero a cambió, él debía impedir que los internos tuvieran drogas, los guardias habían cumplido su trató y Frank no podía darse el lujo de traicionarlos o terminaría muerto.
Cuando Georg tuvo más auto-control, Frank vino por la madrugada y dejó algo en su mano junto con una nota.
"Son 10 gramos de coca, confió en ti, amigo"
Georg nunca la usó, aun seguía guardada dentro de la mesita de noche. Él lo creía amigo suyo, Frank solo era un maldito estafador y traicionero con sus aliados, nada lo hacía por ser amable, todo debía servir para él y si Georg estaba hasta atrás o ansioso, no le servía.
-Vamos a comer algo.- Frank se levantó de la cama y esperó a que Georg se levantara también, no tenía ánimos de encontrarse con nadie.
Georg sintió asco de sí mismo, todos en el comedor posaron sus miradas en él en cuanto entró y Frank le pasó un brazo por sus hombros como si realmente estuviera orgulloso de lo que había hecho, sintió ganas de llorar. Bill no merecía eso, Tom quizá si pero no debió haber metido a Bill en esto y estaba muy arrepentido.
Su madre estaría muy decepcionada de él, ella habría preferido morir antes de hacer algo como lo que Georg hizo y eso le pesaban en el alma, si su madre estuviera viva le odiaría, le repugnaría y él no sería nada.
Para nada se esperaba encontrar con los gemelos en el comedor siendo arrastrados por un par de guardias, Bill lucía verdaderamente mal, tenía la cabeza gacha y podía jurar que estaba llorando, tenía el cabello revuelto y el uniforme mal puesto, miró a su alrededor y se dio cuenta que todos les observaban alternativamente a él y a los Kaulitz.
Tom le lanzó una mirada de desprecio total, el odio que había en la mirada de Tom le hizo baja la cabeza y la carcajada de Frank rompió el silencio que de pronto se había formado en el lugar.
-Qué idiotas, dan vergüenza.- Georg le miró y simplemente asintió dándole la razón y una sonrisa falsa, su corazón dolía y no podía hacer nada para reparar el daño que había causado.
-Se lo merecían.- Dijeron sus palabras, "Ellos no merecían tal cosa" dijeron sus pensamientos.
Si Gustav no hubiera llegado...
No podía esperar para llegar a su habitación y perderse un rato con esos 5 gramos de cocaína que tanta falta le hacían.
Gracias por leer, votar y comentar. -Copito & I
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Vergessene Kinder
FanfictionUn día completamente normal, las calles se vuelven tumbas, las huellas están borrosas. No hay búsqueda, la noche es fría, quien se hiele es demasiado débil. Nadie los contará, nadie los ha visto Solos y perdidos. Nacidos invisibles, muertos de frío...