CAPITULO 31

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ZAIDA

¿Acaso un elefante me ha aplasto en mitad de la selva? El cuerpo me duele a horrores. Los ojos me pesan como vacas y siento que el oxígeno que obtengo es demasiado fresco. Tras varios segundos de conectar mi cerebro con el resto de mi sistema nervioso consigo abrir los ojos. Si hay algo que odie más es este color blanco.
Por un momento creo que he vuelto al pasado y tengo cinco años. Pero el dolor punzante de mi cabeza hace que vuelva a la realidad. Mi brazo están conectado a mi gran amigo suero

Nótese el sarcasmo.

Vías contabilizan mi pulso y la respiración por la mascarilla. Aclaro mi vista una vez confirmado que me encuentro en el hospital. Y lo único que quiero saber es donde está Leire y como quitar este dolor de cabeza insoportable. Estaba apunto de llamar a la enfermera cuando la puerta de mi habitación se abre dejando ver a mi ¿cardiólogo? ¿Estamos en Madrid?

– ¡Has despertado! – sonríe y se acerca a mi – que buena noticia ¿Como te encuentras?

Dudo en si preguntar dónde estoy o como llegue aquí

– No lo se, ni siquiera se donde estoy

Me mira preocupado

– ¿No me recuerdas? – su voz suena alarmada

– Claro que si, eres mi cardiólogo – río – ¿Estamos en Madrid?

El suspira con alivio y sonríe – No cariño estamos en Sevilla, vine nada más pulsaron tu pulsera.

– ¿Leire la pulso? ¿Como esta? ¿Esta aquí?

– Ella está bien Zaida – ríe ante mi insistencia – Si, ella dio la señal de emergencias y contacte con ella de inmediato, me contó lo que había sucedido me apresuré en mandar una ambulancia y comunicarme con tu hermano

– ¿Eric sabe que tuve un ataque? – asiente – Va a matarme – suspiro

Ríe al escucharme – ¿Porque iba a hacerlo?

– Porque intenté controlarlo yo sola y Leire me encontró en el pasillo de mi casa – hago una pausa – apenas me  acuerdo de nada solo se que me faltaba el aire y entramos en una farmacia, casi me desmayo y luego tuvimos un encuentro con dos personas y no recuerdo nada más

– Tranquila, Eric no va a matarte – sonríe – cuando hable con él se asustó bastante al saber que era yo y cuando le conté lo sucedido supe que acaba de salir de casa como un rayo – reímos – se planto en el hospital y estuvo contigo hasta que llegue yo

– Quiero verlo

– Por supuesto enseguida viene

Mi doctor da media vuelta y sale por la puerta con una sonrisa. Era alto y musculoso, sus pestañas eran más largas que las mías con rímel, su pelo es moreno azabache y tenía unos ojos verdes botella. Tendría unos 27 años, iba a la misma universidad que Eric, el estudiaba medicina mientras que mi hermano empresarial. Se conocieron en los cursos de cocina y mi hermano le contó sobre mi. Desde entonces se sacó el título y su primer paciente fue una niña de 14 años con problemas cardiorespiratorios .

El sonido de la puerta abrirse me saco de mis pensamientos.

– Oh mi niña – acabo casi encima de mi abrazándome – por dios no me hagas esto mas – su agarre se aprieta – tenía tanto miedo, dios mio – besa mi cabeza

– Lo siento Eric – lo abrazo – creí que podría sola – cierro los ojos

Sus músculos se relajan ante mi voz. Su mirada se clava en la mía una vez abro los ojos. Su mano acaricia mi mejilla.

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