Capítulo 3 | A centímetros de ti

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Ally caminó con las manos guardadas en la sudadera, intentando reprimir el llanto. Había salido de su casa —o lo fuera que aquel lugar en el que dormía— mucho antes de lo usual. Sus brazos dolían, y un enorme moretón había empezado a formarse en su cintura. Fernando era un desgraciado, pero no era estúpido: jamás le había asestado un golpe en el rostro, pues sabía que era poco o nada lo que su hijastra podría hacer para ocultarlo.

Aquella mañana, la muchacha se sentía con menos fuerzas que nunca. Su madre estaba a pocos metros de distancia de ella cuando Fernando levantó su mano, y se había limitado a cerrar los ojos, como si aquella acción disminuyera el dolor físico y emocional de su propia hija.

Ally cerró los ojos ante el recuerdo, y una delicada mano se posó sobre su hombro.

—¿Lo hizo otra vez? —preguntó Elisa.

Ally asintió.

—Ese maldito —murmuró Adria entre dientes.

Las dos amigas se colocaron en cuclillas frente a Allyson, y la examinaron con la mirada. La morena quería muchísimo a sus amigas, pero aquella mirada cargada de preocupación y lástima, resultaba insoportable para ella.

—No pasa nada —dijo.

—Sí pasa —exclamó Elisa—. Ally, yo creo que es momento de denunciar. Él no puede sencillamente golpearte cuando pierde en sus juegos.

—No —dijo Ally, esta vez intentando sonar un poco severa—. Mi madre no soportaría otra ruptura. Y de igual forma, ¿a dónde iría? Si lo denuncio, me quedo en la calle, y también mi madre. Y no pienso buscar a papá... ni siquiera sé cómo contactarlo.

Elisa y Adria intercambiaron miradas. No era la primera vez que intentaban convencer a su amiga de ponerle un freno a aquella situación, pero la respuesta siempre había sido la misma.

—Vamos a clases, ¿sí? —las instó Ally, buscando el modo de zafarse de aquella conversación—. Quiero hablar hoy con la profesora Carmona. Tal vez me permita hacer el examen.

Adria había comenzado a asentir, pero su vista captó algo, y negó con la cabeza.

—¿Sabes qué? Adelántate. Elisa no quedó a gusto con el lugar en que estacionó.

Elisa frunció el entrecejo, pero calló. Estaba acostumbrada a las ocurrencias de Adria, y sabía que algo estaba tramando.

Ally se limitó a asentir y caminó hacia el aula de clases, dejando a sus amigas cuchicheando entre sí. No estaba segura de querer conocer el motivo.

Cuando llegó al salón, la clase de Cálculo diferencial ya había dado inicio, por lo que avanzó de largo hasta una silla vacía.

A mitad de la clase, entraron Adria y Elisa, ambas con una sonrisa de oreja a oreja, y Ally no pudo evitar preguntarles entre señas qué había pasado, pero ellas se habían limitado a colocar sus pulgares hacia arriba.

Al finalizar la clase, se reunió con sus dos amigas, y las tres caminaron hacia la profesora.

—Al grano —dijo la mujer, conociendo las intensiones de las muchachas. Llevaba años laborando el oficio de la docencia—. Conozco esas caras.

Ally rascó su ceja antes de empezar a hablar.

—Verá, profesora —comenzó—. No pude asistir a su clase la última vez, y no presenté el examen. En realidad me encuentro muy apenada, pues su materia es de mi completo interés y...—la mujer, quien conocía la elocuencia de Ally, la miró con los ojos entornados.

Sólo por ti ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora