Capítulo 21 | Miedo

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—¿Estás segura? Creo que quedaría mejor en la esquina derecha. Queda más espacio —sugirió el padre de Ally, a quien las gotas de sudor le corrían por la frente.

—No hay suficiente luz de ese lado, cariño. Ally la tendría difícil a la hora de estudiar, ¿no crees?

Adam hizo un gesto con la mano, restándole importancia.

—Le compraré una lámpara de estudio.

Ally negó.

—No es necesario, papá. Te ahorrarías eso sólo colocando el escritorio donde dice Elizabeth. Además, la habitación ya es enorme, no necesito más.

El hombre frunció el entrecejo, y se acercó a su hija.

—Yo no tengo que ahorrarme nada para ti —aseguró—. Ya lo he hecho durante suficientes años. Déjame mimarte, ¿sí?

—¡Yo digo que la habitación quedaba mejor de fucsia! —soltó Livi, quien observaba toda la escena desde la cama de Ally.

Olivia había sido la de la idea: tenían que comprar pronto todo lo necesario para que el cuarto de su hermana se sintiera "como el cuarto de su hermana", y no como el de alguien que sólo estaba de paso en la casa. Así que esa mañana habían salido a comprar cosas para la habitación de la muchacha, quien sentía que las lágrimas iban a aflorar en cualquier momento del día: todos estaban deseosos de hacerla sentir bien, y todos participaron en la elección de las cosas. Eran como una familia real. El tipo de familia que ella había deseado tener durante toda su vida.

Y allí estaban.

Livi fue la única que no estuvo de acuerdo con el color lila del cuarto de Ally: ella quería que fuera fucsia, sin embargo, ese era el único deseo que la castaña no estaba dispuesta a conceder a la pequeña. Ese tipo de colores le provocaban un dolor de cabeza tremendo.

—¿Sabes, Ally? —Preguntó Elizabeth. Por su tono, era bastante claro que quería jugarle algún tipo de broma a su esposo—. Yo creo que tu padre simplemente no quiere seguir rodando las cosas de un lado a otro. Ya no es joven. Sus fuerzas no son las mismas.

—¡No es cierto! —objetó Livi—. Mi papá es el más fuerte.

—Olivia tiene razón. Soy un hombre fuerte.

—Bueno, no más que el vecino —dijo Elizabeth—, ¿has visto sus músculos, Ally? ¡Son impresionantes!

Ally sonrió.

—No he tenido oportunidad de verlos, pero lo tendré en cuenta la próxima vez que lo vea.

Elizabeth y Ally rieron al unísono, mientras el padre de la segunda enrojecía.

Horas más tarde, la castaña se encontraba dándole los últimos toques a su habitación, colocando algunas decoraciones en las cómodas. El único mueble que estaba completamente vacío era el de los libros: su padre había prometido comprarle poco a poco los que estaban en su lista de próximas lecturas, y ella no podía estar más feliz ante la idea. Siempre había querido un estante repleto de libros. Alucinaba sólo con pensarlo.

—¿Puedo pasar? —preguntó la voz de Livi desde la puerta, pese a que esta se encontraba abierta. A veces era demasiado educada y respetuosa para su edad.

Allyson nunca fue una niña maleducada, pero delante de los modales de Livi, bien podría pasar como la hija de un par de gamines.

—Claro que sí, cariño.

La niña entró al lugar, con las manos en la espalda, claramente ocultando algo, sin embargo, Ally fingió no notarlo: no había razón para arruinar la obvia sorpresa que su pequeña hermana estaba por hacerle.

Sólo por ti ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora