Capítulo 7 | Te quiero cerca

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Ally caminaba a lado y lado de sus amigas con la mirada un poco perdida entre los estudiantes, como si buscase a alguno en particular, y Eli y Adria sabían exactamente quién era.

—¿Por qué no sólo vas a su casa, te plantas en la entrada, y lo esperas? —preguntó Adria.

—Porque parecería una acosadora, Adria, por eso —argumentó su otra amiga.

—No tanto.

Ally resopló. Sus dos amigas se habían pasado la semana entera ideando formas para que Anthuan hablara con la castaña, o la escuchara, al menos. Ella había in tentado un sinnúmero de veces hablar con él, explicarle que lo sucedido en el café no había sido su intención; que, después de todo, ella lo único que había querido hacer era ayudarlo. Para ella, él único error que había cometido, era hacer aquello en un momento en que el muchacho no estaba preparado.

Porque aunque él no quisiera aceptarlo, algún día iba a ocurrir: tendría que enfrentarse al hecho de ser sociables, de lo contrario, ¿cómo se enterarían los demás que, detrás de aquella timidez, se escondía un chico brillante?

Ya casi era momento de entrar a clases cuando la muchacha logró distinguir la figura de Anthuan, apenas llegando al colegio. Sin pensarlo dos veces y sin comunicárselo a sus amigas, Ally se encaminó hacia donde se hallaba el muchacho: ya estaba hartándose de aquel jueguecillo no planeado de las escondidas.

Pero él logró verla primero. Sus ojos se conectaron sólo por una fracción de segundo, lo suficiente para que Anthuan rehuyera la mirada de la muchacha y cambiara su rumbo, dirigiéndose ahora al baño de chicos.

Ally soltó una exasperada respiración.

—¡Es imposible! —se quejó.

Eli y Adria, quienes no se habían perdido un solo momento de lo ocurrido, torcieron el gesto. Ambas eran testigo de que Ally nunca se había interesado tanto en un muchacho —y tenían la certeza de que el temor a su padrastro tenía todo que ver con eso—, y odiaban verla así, saber que ahora que, incluso sin darse cuenta, estaba yéndose por el camino del riesgo sólo por Anthuan.

—Jamás pensé que diría esto, pero creo que deberías tomarle la palabra a Adria. Después de todo, algún día tendrá que llegar a su casa.

—O, tal vez, deberías dejarlo así. Después de todo, si se molestó sólo porque había un par de muchachos en la cafetería, no sé qué tan confiable sea Anthuan. Se puso realmente mal, Ally. Parecía incluso un poco neurótico.

Ally negó. Sabía que, tarde o temprano, Adria llegaría a esa conclusión. Y, si lo veía desde el ángulo de su amiga, era un poco normal que lo creyera. Pero ella sí sabía que pasaba.

—No es un loco de los celos, Adria —dijo, mientras caminaba con sus amigas hacia el aula—. De hecho, lo que pasó hace días tiene todo que ver con él, y casi nada que ver conmigo. No puedo explicarles, pero confíen en mí: si algo estuviera mal con él, yo sería la primera en alejarme. Ya tengo suficientes dementes en mi vida —completó, su rostro ensombreciéndose con la última frase.

—¿Qué tal si nos cuentas, Ally? —Preguntó Eli—. Somos tus amigas, sabemos guardar un secreto. Lo único que queremos es que nadie te lastime.

—Y él no lo hará, de verdad. Si hay alguien herido ahora mismo, es él, no yo.

~*~

Ally se plantó en el portal de Anthuan, tomando un par de respiraciones antes de atreverse a hacer sonar el timbre. ¿Qué haría si él, definitivamente, no quería verla, ni escucharla?

Sin darse cuenta, ella se había acostumbrado a la presencia del chico, al pasar horas y horas en la biblioteca, a su risa bajita pero contagiosa, a descubrirlo mirándola fortuitamente mientras ella practicaba los ejercicios de cálculo. Y eso ya era decir mucho: Ally sabía a la perfección cómo de neurótica lucía cuando estaba rodeada de números.

Sólo por ti ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora