Nota #58

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08 agosto 2015.

—Luces nervioso.

— Por supuesto que no.

—Claro que sí. Te están temblando las manos y no has dejado de mover tu pierna.

—Es que tengo ganas de ir al baño. —se excusa

— Sigo sin creerte ¿Que es lo que te tiene tan inquieto?

—Es que... esto nunca lo había hecho. —confiesa
—¿Qué cosa?
— Bueno, ya sabes...
—No, no lo sé Nathan. Me dijiste que ciertas personas querían conocerme y de solo pensarlo te daban ganas de vomitar.
—Yo no dije que me daban ganas de vomitar.
— Se supone que yo debería estar nerviosa, no sé a dónde me llevas, ni se con quién me llevarás mucho menos sé cuál es tu intención. Nada, absolutamente nada y trato de contener la calma.
—¿Estas desconfiando de mí? —pareció ofendido

— ¿En serio crees que estoy desconfiando de ti cuando simplemente acepte tu invitación sin preguntar?
—Buen punto. —asiente—Solo necesito calmar estos malditos nervios.
—Tienes que controlar tus ansiedades.
—Es difícil cuando llevas lidiando con ello diecinueve años.
—Busca algo que te distraiga.
—¿Como tú?
—¿Soy una distracción? —ahora ella era la ofendida.

—No hasta ahora, pero ahora que lo pienso...
— ¡Nathan!
— ¿Qué?
—¡¿Estás pensando cosas sucias sobre mí?!

—Ehmm, pues... Para que te digo que no, sí, sí.
—Vale, vale. —Eider agita sus manos en el aire—Si eso te distrae de tus ansiedades, pues allá tú con tus fantasías sexuales ¿Ok?
—Por ahora lo serán.
—¿Qué cosa?

— Mis fantasías—le guiña el ojo.

—Sigue soñando.

La conversación terminó al momento en el que los dos chicos llegaron a su destino. La verdad era que Eider si sentía un poco de pánico e intriga al saber quiénes la querían conocer mientras que Nathan estaba muy nervioso y tenía mucho miedo de lo que pudieran pensar de Eider. La aprobación para ellos era importante, así que temía a que ellos no aceptaran a su chica o bueno, casi chica.



—Vaya esto sí que es...

—¿Solo? —completó Nathan por ella.

— No, tranquilo, pacífico y grande.

—Sí, de hecho, es agradable estar aquí. Alejado del bullicio de la ciudad y toda esa mierda.


Eider sigue caminando mientras observa los bosques que nunca visitó por miedo a que el lobo del cuento de caperucita roja se la comiera. Kimberly en ese tiempo se sobrepasaba con los cuentos en Halloween con el fin de poner a su pequeña hermana con los pelos de punta. Luego de que Eider creció, nunca le tomó importancia al asunto ya que ella no salía mucho de la ciudad, de hecho, era la primera vez que hacia una caminata a las afueras de San Francisco.

—Creí que los bosques tenían un aspecto tenebroso. —habla Eider en voz alta sin darse cuenta de que Nathan escuchara perfectamente.
—De noche sí. —Le contesta este entre risas —Nunca se sabe con qué te encontraras o mejor dicho a quién.
—Pues déjame decirte que me siento aliviada de vivir en la ciudad.

Nathan ríe y toma de la mano a Eider. Ella se estremece, al momento de recuperar sus cincos sentidos, entrelaza su mano con la del chico.

—No tienes que temer de nada. Aquí estoy yo.
—Por muy lindo que suene y sea un amable gesto de tu parte lo cierto es que llevo conmigo un gas pimienta y si es necesario un arma electrochoque.

Nathan abre los ojos como platos e incrédulo hace un gesto de estupefacto.

—Uy ¿Y desde cuándo?
—Desde ese día que me secuestraron —le dice con seriedad Eider.
—En ese caso, me alegra que lleves protección contigo. ¿De casualidad no traes condones?
— ¡Nathan!
—Lo siento, es que me tenté.

—Ugh, olvídalo. Eres un caso perdido
— ¡Oh, vamos! Solo era una pregunta capciosa.
— Reservatelas ¿Quieres? -acto seguido Eider se zafa bruscamente de la mano de Nathan y comienza a caminar la dirección contraria a la que los dos chicos se dirigían.

—Oye. —la llama Nathan

Ella hace caso o miso al llamado, sigue caminando sin ningún rumbo.

—Eider estas tomando el camino equivocado

La rubia sigue sin dar una señal pues Nathan acelera su paso. Toma de las piernas a Eider y la carga en su hombro como si fuera un costal.

—¡Bájame! Hace mucho que aprendí a caminar. —refunfuña la chica dándole puños en la espalda a él.
En respuesta Nathan le dice: —Lindas bragas.
— ¡Bájame! ¡Bájame! ¡Bájame! —exige alterada. Su rostro estaba totalmente rojo de la vergüenza y también porque sentía mareo.
—No cuando tengo una excelente vista de tu trasero. Deberías utilizar más vestidos a menudo.
—Escúchame muy bien Nathan si no me bajas en este preciso momento, me veré obligada a utilizar el arma electrochoque y no será nada bonito.
—Me gusta cuando te pones gruñona. Además, es excitante que digas que vas a utilizar algo en mí.

Eider pega un grito ahogado. Busca en su pequeño bolso el arma, no la encuentra

—Pero que carajos...
—Si es lo que buscas, no lo encontraras y solo para que conste. Soy más rápido y ágil que tú.
—Claro, ladrón tenías que ser...
— Porque me tocó no porque quise. Tengo que sacar las ventajas de algo que no valió la pena hacer.
— Uhmmm... ¿Nathan?
— ¿Sí?

— Creo que voy a vomi... —Fue demasiado tarde ya que la rubia se encontraba expulsando su almuerzo en los pantalones de Nathan.
—Si ya lo noté. —Cuidadosamente él la baja de su hombro y la ayuda a sostenerse para así terminar de vomitar lo poco que quedaba de su almuerzo.

¡Adiós a las ricas costillas que mamá cada mil años decide cocinar! —se dijo mentalmente Eider ya terminando de vomitar.

— Yy-yo lo siento. —se disculpa entre balbuceos mientras se limpia con la manga de su suéter.
— Descuida. Lo merezco y es una suerte que estemos cerca hace rato.
— ¡¿Qué?! —pregunta entre un jadeo.
—Si, bueno olvide mencionártelo.
—¿O sea que estuvimos rondando por el bosque hace...?
— Quince minutos.
—Si las miradas mataran, ya estarías muerto en estos instantes
—Yo gustoso de morir con una mirada tan cautivadora y fulminadora como la que me estas dedicando con mucho amor y odio en estos momentos. —contestó coquetamente mientras se toqueteaba sus labios con su pulgar.




Nathan tuvo que quedarse en pantaloncillos ya que tuvo que lavar su pantalón. Lo cual agobió al muchacho, pero no le importo porque bueno, era Nathan de quien estábamos hablando. Un retorcido pensamiento sucio y hormonal pasó por su mente mientras Eider lo observaba discretamente. Después de todo el vómito que ella le echó fue la excusa perfecta para que Eider lo deseara, según él. Tampoco es que fuese la gran cosa, por suerte una de sus hermanitas le prestó uno de su tutu rosado. Era un milagro que le quedara ya que el chico era ancho de cadera y bueno, el resorte no lo asfixió. Por otro lado, Eider estaba fascinada con las gemelas Jonhson. Eran muy dulces, tiernas y altas. Una de ellas era rubia, se llama Nina, tiene los ojos verdosos y unas mejillas para pellizcar mientras que Juno, tenía el cabello claro, una combinación entre rubio y castaño. Sus ojos eran los mismos de Nina, tenían un que otro rasgo facial. La diferencia entre las gemelas eran los lunares. Juno era pecosa, Nina no. Le tomó tiempo encontrar una diferencia, aunque ella se confundiera de quien era quien, ya tenían toda su atención. Las hermanas la adoraban.
Eider comprendió todo el nerviosismo de Nathan al momento en que conoció a su mamá, Adelaida. Cuando la vio, algo dentro de ella se derrumbó al ver a la señora de unos treinta y tantos años con las piernas amputadas en silla de ruedas. Sus ojos se cristalizaron y había quedado en un estado de conmoción y tristeza. El ambiente había sido algo abrumador, pero todo volvió a la normalidad cuando Adelaida abrazó a Eider con mucha fuerza y le entregó discretamente un papelito a la rubia. Le sonrió y así fue como todo transcurrió en la tarde.
Una visita inesperada tocó a la puerta y Eider no había estado más halagada y a la vez avergonzada con los comentarios picantes del hermano mayor de Nathan, Tobías.

Nathan al momento en que vio como Eider fue aceptada en su familia, un gran sentimiento de satisfacción inundo su cuerpo y sin duda se prometió a sí mismo no volvería a dejarla por nada en el mundo porque no todos los días una persona cualquiera se ganaba su corazón e incluso el de su familia.


<< Por favor, haz que su sonrisa nunca se apague. >>




Mi Acosador Secreto | PRIMERA PARTE ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora