No eran sus ojos verdes, ni su cabello oscuro, ni su sonrisa perfecta.
No eran sus gestos, como caminaba o como escuchaba música y movía los pies al ritmo de aquellas canciones de los 80 que tanto le gustaban.
Nada lo delataba, realmente.
Si lo veías por la calle, no había manera de saber que podía destruir ciudades enteras o personas completas.
No había indicio alguno, en sus ojos que parecían del color de los callados pinos, que eran realmente del color de un bosque lúgubre del cual no puedes escapar.
Era imposible leer en esa sonrisa tan perfecta las palabras que posteriormente escaparían para romperte por dentro.
No comprendí como tanta belleza y tanta maldad podían estar juntas en un solo cuerpo.
Él me recordaba las galaxias y el sol.
Me recordaba las cosas hermosas pero peligrosas.
Y tal vez esa fue la razón por la cual dejé que entrara a mi vida y arrasara con todo a su paso.Yo solo quería que sus manos apretaran las mías con tanta fuerza que se pusieran pálidas, como lucían las suyas normalmente a la luz del incandescente sol de mediados de junio.
Y Quería que me invitara a un café, y me dijera que ese color tan oscuro le recordaba al color de mis ojos.
Pero nada nunca pasó, fuimos una historia mal contada.
Él era una tormenta en medio del Pacífico y yo era un bote de madera.
Me destruyó.
Y yo lo permití,
Y lo permitiría cien veces más, con tal de ver la luz en sus ojos esmeralda una última vez.
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Esto no es un libro.
RandomExisten libros de todo tipo, pero este no es un libro ni una historia. Esta soy yo, en palabras.