El club de los corazones rotos.

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Tus ojos no tenían el mismo brillo aquel día.
Lo recuerdo muy bien.
Las estrellas desaparecieron del cielo aquella noche y ya no las podía ver reflejadas en tu mirada.

La peor parte de tener el corazón roto no es el dolor, es la soledad.

Pasé días en mi propio mundo, que era el mundo que había creado contigo. También estabas allí. Ya estabas en todas partes.

Te pensé cada uno de los días que vinieron después de que te fuiste.

Aquel primer día no fui nada. No fui nadie. No sentía nada.
Mi interior estaba vacío. Mi corazón estaba lleno de polvo.

El segundo día, las lágrimas salían involuntariamente y no intentaba controlarlas.
Todo era dolor, todo era gris.

Decidí ir a comprar un sándwich el tercer día.
El chico que tomó mi orden tenía tus ojos. Pero no te preocupes, no eran tan hermosos como los tuyos, solo compartían el mismo color.

Cuando se fue a preparar mi comida me sentí tan enferma que tuve que ir al baño y sacar todo lo tóxico que quedaba dentro de mi.

No fue suficiente, mi corazón aún seguía allí.

Tus palabras retumbaron en mi cabeza toda la semana, mientras sentada en la cornisa de la ventana con mis pies colgando, sentía que el mundo ardía a mi alrededor, y aún así, no era suficiente para darme calor.
El frío en mi interior se expandía cada vez más.

Tus voz siempre estaba ahí. Y repetía mentalmente lo que habías dicho esa noche.

"No te enamores de mi"

Y entonces lloraba hasta quedarme dormida, porque sabía que había sido mi culpa. Nunca fui muy buena escuchando.

Tu mirada me seguía por todas partes, la encontraba mientras me miraba al espejo y veía mis ojeras casi azules y mi piel pálida.
La veía en el agua clara que salía de la canilla, y me empapaba en ella, pensando que tal vez se sentiría como cuando me observabas por horas y yo perdía el sentido del tiempo.

Te veía en mi vieja guitarra, la que tanto habías tocado, mientras yo me recostaba en tu hombro y me susurrabas aquellas hermosas melodías.
Entonces tomé el anticuado instrumento y lo golpeé contra las paredes de mi casa, en un intento desesperado porque desaparecieras por completo.
Pero solo conseguí unos cuantos rasguños y tu recuerdo, tan fresco y tan palpable.

Estabas en la radio, cuando sonó esa canción de Coldplay que decías era tu preferida.
Nunca me preguntaste cuál era mi canción preferida.

Debo admitir, que aún leo tus viejos mensajes.
Y mi única pregunta es qué fue lo que hice tan mal.
En qué fallé tan miserablemente.

Siempre te dije que no era bonita, pero tu insistías en que mis ojos eran tan profundos como para matar a alguien.

Y a pesar de que yo repetía que mis poemas sobre ti eran insignificantes, me hacías recitártelos día y noche.

Irónico, ¿no?

Fueron tus palabras las que acabaron con todo y tus ojos los que me destruyeron.

Se te daba muy bien mentir.

La peor parte de un corazón roto no son los primeros días.

Son todos.

Pues de repente, los días simplemente dejan de pasar.

Esto no es un libro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora