Y la vida qué.

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Cuando tenía 3 años, solía llorar porque tenía hambre y mi mamá, al ser una madre principiante, nunca sabía muy bien que hacer, por lo que lloraba horas hasta que ella entendía lo que pasaba, me consolaba y todo volvía a estar bien.

Cuando tenía 6 años, lloraba porque teníamos que volver a casa luego de unas vacaciones, no lloraba por volver a la escuela o por volver a una rutina, aún no sabía muy bien que era eso, más bien lloraba porque odiaba despertarme temprano en las mañanas y odiaba dejar de ir a nadar todos los días.

Cuando tenía 10 años, lloraba porque no me gustaba mucho ir a la escuela, porque mis amigos eran escasos y los demás se reían de mi, por algún motivo que aún no lograba comprender del todo, y aunque todavía jugaba con muñecas y corría hasta rasparme las rodillas, sentía que había algo mal conmigo.

Cuando tenía 14 años, mis amigas empezaron a enamorarse, al igual que yo, solo que ellas tenían el valor suficiente para hablar con con el chico que les gustaba y yo no. entonces lloraba porque ellas eran muy bonitas y probablemente esa era la razón por la que eran valientes, pues mientras ellas tenían unos ojos preciosos y se soltaban el cabello, yo me peinaba con trenzas y tenía unos lentes muy grandes.

Cuando tenía 15 años me di cuenta que todo estaba mal y lloraba muchísimo porque no había nada bueno en mi.
Porque me di cuenta que todas las chicas de mi escuela eran delgadas y hermosas, y yo no.
Porque la escuela era cada vez más difícil y nunca sacaba buenas notas.
Porque a veces la situación económica en casa no era muy buena.

Cuando tenía 16, lloraba porque no sabía que hacer con mi futuro, que estaba cada vez más cerca, porque no sabía si sería suficientemente buena para hacer lo que quería o suficientemente valiente para perseguir mis sueños.

Ahora que tengo 17, no he llorado porque siento no soy suficiente o porque no saco buenas notas. No lloro porque quiero más vacaciones o porque este pasando por momentos difíciles. no lloro porque no se que hacer con mi vida.
Sinceramente, no he llorado hace muchos días y tal vez sea porque me di cuenta que siempre habrán cosas por las cuales queremos llorar, pero como dice mi mamá, llorar nunca soluciona las cosas, tenemos que levantarnos y hacer algo al respecto. Hay cosas que dejan de importar y otras que se vuelven esenciales, todo cambia, incluidos nosotros.
No me asusta la vida, me asusta no vivirla.
Ahora solo lloro cuando me hacen reír tanto que me duele el estómago.

Esto no es un libro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora