Un hombre que leía las palmas de las manos, me dijo hace mucho tiempo que las líneas que surcaban mi piel indicaban un destino feroz e inigualable. Le creí sus palabras e imaginé una vida en África o incluso el Everest.
Intenté analizar sus palabras por varios años pues eran engañosas.Ahora camino por el centro de la ciudad, con un abrigo que escasamente me protege del frío, las manos en los bolsillos y una lista de reproducción con canciones de rock que retumban fuertes en mis oídos.
Imagino que el auto a mí izquierda podría explotar y yo moriría sin conocer el mundo. O el mismo planeta puede comenzar a temblar y todo a desmoronarse, y acepto ese destino cruel, muero lentamente.¿Era ese mi destino feroz e inigualable?
Paso al lado de personas tan distintas, tan ensimismados en su propio mundo, y me pregunto cuáles fueron las decisiones que los trajeron aquí. A esta calle, a esta hora.
Me pregunto cuál era su destino.Camino al lado de un local de artículos modernos y veo tu imagen en la televisión y deseo tanto que mi destino seas tú. Que tus líneas irregulares dibujen un camino hacia mí.
Entonces miro al piso, a la gris acera que voy dejando atrás.
Y quién sabe, tal vez si hubiese tomado ese avión estaríamos compartiendo historias en una azotea al otro lado del mundo, compartiendo chocolates suizos.
Y si huyo ahora, tendré una maleta llena de recuerdos y unas mejillas sonrosadas de caminar y sonreír.Pero sigo aquí, caminando por estas calles iluminadas por lamparas naranjas.
Levanto mi cabeza y miro el cielo nocturno.
Tal vez sigo mi camino, tal vez ya estoy condenada.
Deseo por un destino azul y un amor que me rompa los huesos.
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Esto no es un libro.
RandomExisten libros de todo tipo, pero este no es un libro ni una historia. Esta soy yo, en palabras.