Camino por las conocidas calles de mi ciudad con la ferviente esperanza de que un milagro podría estar esperándome a la vuelta de la esquina.
Tal vez no un milagro para mí.
Y quizás un milagro en sentido no tan religioso, como poder presenciar a un vagabundo sacando el boleto ganador de la lotería por millones de dólares de un bote mohoso y mugriento de basura.
Permanezco con los ojos cerrados pero sin ser presa del sueño por varios minutos antes de dormir.
Esperando algún tipo de revelación estremecedora, como la cura para el cáncer o dónde dejé mis pares de medias preferidos.Miro al cielo en varias ocasiones. Presenciando su trascender de azul profundo a naranjado fugaz y finalmente a un negro azabache, y espero ver por allá a la distancia, si esfuerzo mucho los ojos, una nave espacial orbitando nuestro insignificante planeta, una señal de otra vida, de que no estamos tan solos en este vasto universo.
Me siento en el café de la esquina, donde mientras tomo uno cargado con azúcar, observo a los transeúntes y a los clientes, a las parejas que se ponen cita en el lugar por primera vez y tengo que parpadear varias veces para deshacerme del brillo de sus ojos que me ha dejado parcialmente enceguecida.
Y así espero por algo extraordinario constantemente.
Pero cuando me doy cuenta, ya no espero nada extraordinario para mí misma.Y no sé por qué. O bueno, tal vez sí sé.
Y quizás la razón sea porque me he cansado de tantas falsas promesas, tan ficticias y temporales satisfacciones, y quizás ya no haya ninguna esperanza para mí.
Pero quizá secretamente, añoro todavía ir caminando por la calle y encontrarme dinero tirado deliberadamente en la acera para comprar chocolates.
Quizá todavía espero mirar al cielo nocturno y ver la constelación que tantas veces veo en las películas y que me recuerda cuando la vimos juntos por primera vez, y fue nuestra constelación y de nadie más.
Y quizá aún espero ir por ahí una tarde cualquiera, y que el destino sí exista o que el estúpido hilo rojo sea cierto, y toparme contigo, verte una vez más, aunque sea la última o una simple casualidad.
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Esto no es un libro.
RandomExisten libros de todo tipo, pero este no es un libro ni una historia. Esta soy yo, en palabras.