Es una vil mentira decir que las cosas o las personas siempre estarán con nosotros.
Las personas no se quedan y los lugares se desvanecen.
Tan simples, tan complejos, tan reales como alguna vez lo fueron.Es una mentira, porque, lo que se queda son fragmentos, partes de un rompecabezas que ya es imposible armar.
Una fragancia en el viejo sillón rojo donde veíamos películas de miedo.
Una mancha de sangre en el tapete crema cuando se cortó mientras cocinaba.
Una risa grabada, escasamente audible, pero que me produce escalofríos.
Unos ojos profundos en una fotografía, una mirada electrizante.
Un libro firmado con su letra, que me regaló el verano pasado cuando pensaba que duraría para siempre.
La taza astillada donde tomó el café que le ofrecí por primera vez y dejó caer sin querer.Las personas no se quedan, se quedan sus pedazos, esparcidos por la casa, por los lugares que solía frecuentar, por el parque del lago, por las fotografías en la cámara, las horas que gastaron de una vida ajena, recorren nuestro sistema. Están ahí, pero no son ellos.
Es un rastro que no lleva ya a ninguna parte.
Y los buscamos, como locos, como idiotas.Es un adiós sin una carta.
Es como los pedazos de vidrio por todo el piso que cortan, profundo y certero, pero que no podemos dejar de pisar, solo por intentar poner todos las partes en su sitio de nuevo.
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Esto no es un libro.
RandomExisten libros de todo tipo, pero este no es un libro ni una historia. Esta soy yo, en palabras.