La paradoja de querer a un idiota.

1K 74 9
                                    

Verdades.

Era verdad cuando te dije que te odiaba, que te detestaba hasta los huesos y que no soportaba tu presencia cerca de mí ni por un instante.

Era cierto eso que dije sobre el estúpido piercing que tenías en la ceja derecha.
Me gustaba verlo, o quizá simplemente me gustaba verte a ti, pero es que joder, se te veía tan bien que te quería gritar sólo por querer parecer un chico malo o algo por el estilo.

Era verdad lo que dije sobre el día que nos conocimos.
Dije que me alegraba el hecho de haber coincidido en el mismo lugar, a la misma hora y con las mismas discordias que las mías.

Hablaba en serio cuando te dije que por favor dejaras de escribirme, de llamarme, de buscarme.
Que te desaparecieras por completo de mi vida, que te mantuvieras tan lejos de mí como para que ya no me pudieras lastimar nunca más.

Estaba siendo completamente sincera cuando dije que ella era hermosa, que no podías perder tiempo, que la debías llevar al cine o a comer algo bueno, o simplemente a ver las estrellas en el cielo esa cálida noche de mayo.

Realmente hablaba más en serio que nunca cuando te envié un texto con caracteres chuecos y puntuación desesperada, en el que te dije todo lo que sentía por ti y como no te salías de mi cabeza ni con una migraña de seis días seguidos.

Y es que siempre estabas ahí.
Nunca te fuiste.

Mentiras.

Mentí cuando dije que te odiaba. Mentí mientras lo dije y me temblaba la voz tanto que las palabras me salían en caligrafía inteligible.

Nunca te odié.

Te quise más de lo que nunca he querido a alguien que es capaz de hacerme tanto daño.

Eran puras mentiras lo que dije sobre tu estúpido piercing.
Lo odiaba tanto por como te veías con él.
Era una vil metáfora que me recordaba como algo que se puede ver tan bien, tan sano, puede simplemente empezar a sangrar en cualquier momento.

Era una completa mentira cuando dije que me alegraba el hecho de haberte conocido. 

Quiero decir, me cagaste la vida,

¿Qué diablos esperabas, en serio?

Odiaba ese 25 de marzo y lo odiaré por siempre, hasta que la memoria me falle y ya no me duelas más que quebrarse una costilla.

Era falso, tan falso como la sangre en las películas de Tarantino, cuando te dije que pararas de buscarme.

Tú voz era la melodía desafinada que sonaba al fondo de la película y a pesar de que borré todos tus mensajes, aún recuerdo exactamente lo que decían.

Yo siempre te estaba esperando. Y creo que, de ser necesario, te esperaría otro poquito más. 

Mentí de nuevo cuando dije que deberías haberla llevado al cine o a comer.
La odiaba por ser más bonita que yo, la detestaba porque podía chocar su mano contra la tuya y porque podía caminar tan cerca de ti.

La odiaba porque ella sí había sido suficiente y yo, siempre tan callada, tan lejana, tan ausente, nunca estuve cerca de serlo.

Fui una cobarde mentirosa al haberte dicho lo que sentía.

Era una puta mentira, porque de hecho, lo que dije no era nada.

No te dije como me hubiese gustado haber sido suficientemente bonita o suficientemente interesante como para que te quedaras.

No te dije que había llorado por ti más veces de las que podía contar con los dedos de las manos.

No te dije que me dolían ya hasta los huesos de quererte y de hablarte, de verte.

No te dije que deseaba que desaparecieras de mí vida, justo así, esfumándote, y llevándote contigo todos los recuerdos y hasta mis huesos rotos.

Esto no es un libro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora