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Anaysa


El brillo de la luna no entraba por la ventana y la única luz que iluminaba la habitación era el viejo foco del techo. Todos los presentes miraban el lecho de la joven duquesa que parecía más cuerda de lo que había podido estar en estos últimos días. Ella miraba al cielo con nostalgia y decidió pasear su mirada en cada uno de los presentes por última vez; pues ellos lo sabían tanto como ella misma: esta era su despedida.

La puerta se abrió y Dorian se introdujo de manera silenciosa. Clarissa clavó su mirada en él y en algún punto de su recorrido hasta ella, ésta comenzó a llorar.

Te amo, mi hermosa princesa. Perdóname por todo el sufrimiento y la larga espera que te he hecho pasar - sus labios descendieron hasta los de ella y se unieron en una suave y delicada danza que rebosaba de amor -. Ahora puedes irte en paz - su voz se cortó en medio del llanto. Ella susurró un te amo y soltó el suspiro que marcaba el final de su vida.

En la oscura habitación, todo mundo lloró hasta que la luz del alba se posó en la cabaña.

FIN.



- Terminé - susurré incrédula -. ¡Terminé! - Ahora había emoción en mi voz -. ¡¡Terminé!! - Grité con fuerza desde mi pequeño escritorio en el rincón de la habitación. Después de tanto esfuerzo y dedicación, al fin terminaba el manuscrito que la editorial estaba esperando con ansias desde hace tiempo. Este era mi segundo libro y los derechos ya estaban vendidos por todas partes para su distribución por varios países del mundo.

Hace poco más de un año, yo había llegado a la editorial que ahora publicaba mis libros teniendo tan sólo diecisiete años. Recuerdo perfectamente que en otras editoriales ni siquiera me habían dado la oportunidad de presentar mis obras porque alegaban que era una niña inmadura que seguramente no alcanzaría ni los pies de los estándares que ellos manejaban. Eso me enfurecía, pero jamás me di por vencida. Cuando por fin encontré esta editorial, el trato que recibí fue tan distinto al que había experimentado con anterioridad, que incluso me sentía en una especie de paraíso. Todos fueron muy amables, recibieron mi manuscrito, y a las pocas semanas me habló el que sería mi nuevo editor, Mauricio, para confirmarme que el libro se publicaría.

En ese entonces, la dicha y el regocijo de saber que mis sueños se estaban haciendo realidad no cabían en mí. Mi hermano decía que estaba loca, pero se alegraba de mi entusiasmo. Recibí mucho apoyo por parte de todos mis amigos y familiares. Me sorprendió darme cuenta que tenía toda esa compañía cuando siempre había pensado que mi hermano y yo tendríamos que hacerlo todo solos.

Después de aquella primera bendición que Dios me dio, el éxito y el reconocimiento tanto de mi nombre como de mi obra estaba creciendo a mares. Pronto tuve que hacer giras para firmar mis libros y participé en varios festivales y ferias.

El que una joven de mi edad fuera capaz de crear algo tan mágico y extraordinario, era lo que más me hacía ganar fans por todas partes. Me encantaba leer los comentarios de algunos chicos que se acercaban a mi página de internet para agradecer el haberles hecho darse cuenta de que sus sueños se podían hacer realidad, y que podían escribir cuando quisieran; siempre y cuando, le dedicaran mucho tiempo y pasión a la literatura.

Contestar los mensajes individualmente era muy difícil. No me gustaba saber que algunos se quedarían sin una respuesta solo porque yo no tendría tiempo suficiente para realizar esa tarea, sobre todo porque lo había vivido de antemano. Sin embargo, de vez en cuando hacía un comentario o generaba una respuesta general para que todos pudieran leerla y así supieran que yo siempre los leía.

¿Qué Pasaría Si...?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora