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Pam, pam, tarara-rara-ra-ra...

- No, no...

Tararara... Nananana...

.

.

.

-¡Dios, llega ya! - Gemí enterrando la cabeza por décima vez en el brazo sobre la mesa. Mis audífonos habían sido abandonados en el sillón mucho tiempo atrás, y la música en mi celular había sido prendida y apagada una y otra vez desde que había terminado de arreglarme.

Miré de nuevo la hora en el celular. Llevaba diez minutos esperando. ¿Por qué demonios no pasaba más rápido el tiempo? Volví a gemir. Me levanté y anduve por la habitación. Quizás era mejor si bajaba a la recepción. ¿Quién sabe? Tal vez no se acordaba del número de mi habitación o... Detuve mi andar, asustada.

-¡No, no, no no, NO! - Tomé el celular con urgencia y revisé la lista de contactos, de la misma manera -. ¡Fucking shit! -. Maldije lloriqueando. A ninguno de los dos se le había ocurrido intercambiar teléfonos. ¿Cómo demonios iba a saber yo a qué hora llegaría? ¿Le dejarían pasar en la recepción o...?

Al final, no tuve que continuar con las preguntas; pues unos golpecitos distrajeron mi atención, y al asomarme por la lentilla, me di cuenta de que Kevin, en efecto, había recordado el número de mi habitación. Suspiré aliviada. Aunque la emoción no duró más que un momento.

- ¡Wait a minute! - Grité mientras corría al lavabo para verificar mi maquillaje. Tomé unos pañuelos y los metí apresuradamente a mi bolso. Corrí de un lado a otro buscando que no olvidara nada, pero estaba tan nerviosa que ni siquiera sabía lo que no debía encontrar afuera. Finalmente desistí de la tarea y grité mentalmente para calmar mis nervios antes de verlo. Abrí la puerta con una entereza ficticia, y me encontré con el hombre que había estado esperando, tras la puerta.

- Buenos días, hermosa - susurró divertido -. ¿Qué tanto hacías ahí?

Me sonrojé terriblemente y decidí hacer lo más inteligente para esa situación: girarme para cerrar la puerta; pero entonces, su mano tomó la mía a mitad del camino, impidiéndome acabar con dicha tarea.

- ¿Ya cogiste tu llave electrónica, verdad?

Mi corazón se detuvo.

¡Oh, holy shit!

- Espera aquí - murmuré, provocando su risa. Entonces gruñí, pero eso sólo la volvió más estrepitosa -. ¡No te burles! - chillé.

- No lo hago, princesa - afirmó caminando hasta mí.

La mirada sincera en sus ojos, me hizo estremecer. La palabra princesa se repetía una y otra vez en mi mente, como si de saborearla se tratara, mi corazón latía a una velocidad impresionante y mi respiración se fragmentó, una y otra vez, en mil pedazos.

- Es sólo que eres demasiado adorable cuando estás nerviosa - susurró rozando sus labios con los con los míos, dejándome inmóvil e incapaz de alejarme. Giró su rostro, sólo un poco, y depositó un beso casto en la comisura de mis labios. Tragué en seco. Mi boca suplicaba por la suya, pero no me atrevía a hacer ningún movimiento. Él se mantuvo mirando mi expresión, yo solo podía ver su boca.

- Muero por besarte - susurró con voz entrecortada, haciéndome mirar sus ojos -. Pero no puedo. Si lo hago, tendré que llevarte conmigo, porque estoy seguro de que si pruebo, aunque sea un poco más de esos labios, no podré dejarte ir nunca. Y tú tienes que irte. Así que no puedo hacer esto.

A continuación tomó mi mano y la besó. Sentí la huella de sus labios en mí, como si de esa forma pudiera marcarme para siempre suya. Estiró su mano por detrás de mí, y tomó la llave por la que había entrado en primer lugar, a la habitación.

¿Qué Pasaría Si...?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora