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Anaysa

Estábamos en la sala de juntas terminando de firmar algunos documentos. Maximiliano nos acompañaba en esa ocasión, aunque Franco se mantenía demasiado serio con nosotros. Ni siquiera nos hablaba a menos que fuese estrictamente necesario. Me sentía culpable porque sabía que aquello era a causa de esa estúpida apuesta que había llevado a cabo junto con Max la noche del martes. Aunque éste último, se mantenía demasiado relajado en realidad, e incluso se atrevía a mirar a su amigo de manera burlona; mientras que a mí me guiñaba un ojo cada vez que se le presentaba la oportunidad correcta.

Una parte poderosa de mí, quería golpearlo para ver si así entendía.

- Los planes siguen en marcha para esta noche, ¿verdad? - Preguntó.

Le eché una mirada a mi acompañante.

- Claro - contestó dándonos la espalda y marchándose a entablar conversación con otras personas.

Suspiré frustrada. Cuando me había levantado a desayunar el miércoles por la mañana, Franco ya no estaba en casa, sólo había encontrado una nota en el refrigerador diciendo que no estaría durante todo el día y había una copia de la llave del departamento por si quería salir junto con otra nota que contenía la dirección de la casa, por si me perdía. Por supuesto, no salí a ningún lado. Y como era de esperarse, él tampoco llegó, hasta muy tarde. Después fingió estar dormido mientras intentaba hablar con él. Max me dijo que le había estado marcando, pero que Franco solo le había contestado la primera vez, y que tras intercambiar algunas palabras, éste le había colgado, apagando su celular de manera definitiva.

- No debí haberme dejado convencer por ti - me quejé como una niña.

- Ambos sabemos por qué lo hiciste - contestó con una tranquilidad que me puso algo incómoda. Él había dicho que su amigo estaba celoso de él.

- Pero yo tenía razón - murmuré en una voz muy baja.

- Yo soy quien lo conoce desde hace varios años - su mirada se perfiló en dirección a Franco, quien hablaba en esos momentos con los jefes de la empresa -. Puede que hayas ganado la apuesta, pero yo sé que él siente algo por ti.

- No debiste haberme besado de todos modos - apreté los labios con fuerza.

Permaneció en silencio por un segundo.

- Eres una chica muy guapa.

Giré mi rostro para verlo de frente, pues estábamos parados el uno junto al otro, cerca del lugar donde usualmente se colocaba el café para estas juntas.

- Quise saber qué se sentiría - sonrió de lado volviendo su mirada hacia mí -. Ahora sé que si no le gustas a Franco, es porque mi amigo es un idiota.

Nos miramos fijamente por un largo instante.

- ¿Nos vamos? - Me llamó Franco desde la puerta.

Asentí bajando la mirada y reflexionando sobre las palabras que había dicho Max sobre mí. Sabía que ninguno de los dos sentía algo por el otro. De hecho, podía ver en él la figura de un hermano como lo era Steven. Estando con él, todo era relativamente entretenido y divertido, pues lograba disfrazar esa naturaleza suya, tan seria, que ocultaba muy bien a lo demás la mayor parte del tiempo. Así pues, el beso que me había prodigado de esa manera tan efusiva, me había tomado desprovista de respuesta. Provocando que mi yo inteligente, dejara de serlo por un instante y tratara de disfrazar la escena con un poco de humor de muy mal gusto. Razón misma por la que había decidido prácticamente correr a Franco tras la partida de nuestro amigo.

¿Qué Pasaría Si...?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora