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Anaysa

Anaysa: Hola, me llamo Anaysa. Los jefes de mi hermano me dieron este medio para contactar contigo. Desconozco el cómo prefieres que te llame, pero en serio preferiría hablarte de tú. La verdad es que no soy muy devota del usted.

Soy quien se quedará contigo.

Terminé de escribir los mensajes mirando nerviosamente la pantalla; podía sentir toda la emoción depositada en mi estómago. Básicamente no sabía nada de Franco - aparte del hecho de que sería quien me recibiera en el aeropuerto de Los Ángeles tras dejar Chicago y Nueva York -. Había hablado con Mauricio esta mañana y él había aceptado el cambio de planes con alegría. Nos quedaríamos una semana en Chicago y otra en Nueva York. Él sería mi guía durante todo ese tiempo y lo acompañaría a las empresas pertenecientes a nuestra misma editorial, donde tenía que hacerse cargo, también, de algunos asuntos. Los gastos que vinieran de ahí en adelante, correrían por mi cuenta y por la de las empresas tanto de mi hermano como la de los inversionistas. Así que al menos, sabía que ese no sería un problema muy grande...

Mis pensamientos fueron interrumpidos por el vibrar de mi celular.

Franco: Un placer Anaysa.

Mi nombre es Franco, aunque supongo que ya lo sabías...

Respecto al cómo hablarme, por supuesto que no me molesta el que me tutees, siempre y cuando, yo también lo pueda hacer.

Me apresuré a contestar.

Anaysa: Por supuesto.

Me quedé mirando el móvil sin saber qué más escribir. De pronto me daba miedo averiguar quién era ese hombre y no sabía que decir. Imaginaba que él debía estar pasando por lo mismo porque ninguno de los dos habló por un buen rato.

Franco: ¿Sabes qué edad tengo?

Fruncí el ceño.

Anaysa: En realidad no.

Franco: Lo supuse. Tengo 29, a punto de cumplir 30.

Abrí los ojos como platos por un instante, pero luego caí en la cuenta de algo importante.

Anaysa: Entiendo...

Franco: ¿Pasa algo?

Suspiré y decidí recostarme de panza sobre la cama, con los pies flexionados hacia arriba mientras jugaba con ellos como niña pequeña.

Anaysa: No, nada en especial. Sólo no me esperaba a alguien tan grande cuando me ofrecieron tu casa para compartir.

Franco: Me acabas de llamar viejo...

Reí nerviosamente.

Anaysa: No en realidad...

Franco: ¿Entonces qué fue eso, señorita Anaysa? >:(

Sonreí impresionada; estaba tomándome el pelo. Yo también podía jugar en ese juego.

Anaysa: Un pequeño recordatorio de que no eres tan joven. ;)

Franco: ¬¬'

Anaysa: Además ya sabes lo que dicen de los hombres de tu edad...

Franco: No, no lo sé.

Anaysa: Jajaja entonces será mejor que no sea yo quien te lo diga.

¿Qué Pasaría Si...?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora