20

15 3 0
                                    

Sus ojos me miraban pocas veces, pero cuando lo hacían, podía sentir ese choque electrizante y cálido impactando contra mi piel, volviéndola de gallina. Ni siquiera lograba entender cómo podía seguir mirándome de esa manera después de lo que había dicho. ¿Acaso no entendía la magnitud de sus palabras, la relevancia que ellas tenían para nuestra convivencia? Él había estado preparado para salir en menos de media hora. Mi cerebro seguía tratando de procesar y de desentrañar el significado de nuestra casi nula conversación. ¿Cómo se supone que yo debía actuar, entonces?

Listo. Ahí. Ahí estaba otra vez. Fugaz, pero distinguible. Apenas si había separado un poco la vista del televisor para mirarme sentada sobre el sillón, pero el escalofrío que había dejado atravesando por mi espalda, aún seguía latente. ¿Qué se suponía que significa esto? ¿Qué es lo que pasaba por su mente mientras fingía mirar con tanta concentración el televisor? ¿No se sentía confundido o en conflicto como yo? ¿Cómo lograba esa naturalidad en sus acciones, como si todo esto fuera lo más cotidiano en su vida? ¿Por qué a MÍ me parecía algo tan grande? ¿Qué estaba pasando realmente? ¿Qué debería hacer yo en esta situación aparte de sentarme a mirarlo como una boba?

Las preguntas invadían mi cabeza con una velocidad y destreza realmente agotadoras. ¿A qué hora pensaba llegar Max? Miré hacia la puerta con impaciencia. Necesitaba salir lo más pronto posible de esta habitación. Volví a revisar la hora en mi celular. Apenas habían pasado cinco minutos desde la última vez que lo había checado.

- Tranquila – levanté la vista para encontrarme con un Franco divertido a causa de mi nerviosismo. – Llegará temprano. Ya le he mandado un mensaje antes.

Mi mirada incrédula seguía recorriendo sus rasgos varoniles. Soltó una carcajada.

- Vamos a ver – se inclinó sobre su propio asiento para mirarme más de cerca. - ¿Hay algo que quieras decirme?

Abrí la boca para hablar, pero me callé de inmediato. ¿Qué esperaba que le preguntara? Hey, Franco. Entonces... Lo que dijiste hace un momento, ¿debo tomarlo como un "me gustas"?

Ni loca.

Su sonrisa se volvió aún más amplia y negó con la cabeza.

- Max llegó ya.

- ¿Cómo lo...? – El timbre interrumpió mis pensamientos.

- Reconozco el sonido de su auto – se adelantó a contestar poniéndose de pie. – Ve por tus cosas y te espero abajo.

Asentí en silencio y regresé a la recamara para coger mi mochila preparada con el equipo de mi cámara y algunas otras cosas que podría necesitar para el recorrido. No tenía ni idea de a dónde nos dirigíamos, pero quería estar preparada para todo.

- ¡Chica! ¿Cómo estás? – Max me saludó con un fuerte abrazo en cuanto me vio salir del edificio donde vivíamos.

Lo estreché por un largo rato.

- Bien – le contesté aunque sabía que él había notado algo extraño en mi expresión. - ¿Qué hay de ti?

Levantó las cejas. – Bien. ¿Estás lista para irnos? – Su mirada me decía que hablaríamos más tarde a solas.

Sonreí. – Más que lista.

Y en realidad lo estaba. No quería seguir en el departamento con Franco. La cosa se ponía demasiado incómoda para mí. Además, hace tiempo que quería conocer por fin un poco más de la ciudad. Ya era momento de que emprendiera esta aventura. Mi cuerpo se sentía revitalizado por el aire exterior. Era como si todo lo que necesitara para olvidarme de Franco y su comportamiento extraño, fuera salir y pasear por todo un día hasta que mi cuerpo ya no resistiera más la travesía.

¿Qué Pasaría Si...?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora