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Franco

Mi pie derecho golpeaba continuamente el suelo al tiempo en que mis manos se mantenían ocupadas en el juego instalado dentro de mi celular. Llevaba media hora "sentado" en la misma butaca del aeropuerto sin poder calmar mis nervios. No sabría decir si el temblor se debía a la impaciencia, o si sólo era otro efecto normal de la situación en la que me hallaba. Trataba de distraerme, pero nada estaba funcionando realmente. Necesitaba contenerme ahora mismo.

Un movimiento en la puerta número cinco atrapó mi atención; el avión había aterrizado al fin. Me puse de pie y dejé caer el celular dentro de mi bolsillo delantero. Los pasajeros iban entrando, pero no podía distinguir a Anaysa. Fue entonces cuando me centré en la mirada de unos hermosos ojos verdes. Miré hacia donde se dirigía su vista, pero nadie más estaba esperando por ella. Quise creer que era mi chica y fui a su encuentro. Entonces ella dirigió su mirada hacia mí y su sonrisa se borró al mismo tiempo. Fruncí el ceño consternado.

- ¿Franco? - Su dulce voz me desarmó por completo en un instante.

Ella no puede ser... (1)

Sonrío amablemente y asiento. Trato de reponerme de manera inmediata, pero no puedo dejar de observar fijamente esos iris tan hermosos que posee. Sé lo incómodo que debe resultar para ella, pero hay algo escondido ahí detrás que me mantiene enganchado con su mirada. Me observa exactamente como yo lo hago cada vez que me paro frente al espejo. Eso sólo puede significar que...

- Mucho gusto - extiendo mi mano para saludarla.

Ella sonríe, enmascarando sus pensamientos, y la estrecha con amabilidad. Nos damos un beso de saludo, pero al separarnos noto un ligero sonrojo en sus mejillas. Entonces hago una seña para que caminemos hacia la salida; es mejor darnos prisa y pretender que ninguno de los dos se ha dado cuenta de lo que ha pasado en ese lugar. La situación sólo se puede tornar más bochornosa de lo que ya está. La guío por los corredores hasta que estamos frente a la acera tomando un taxi. Abro la puerta para ella y deposito sus maletas en la cajuela. Todo es silencio mientras tomo el asiento junto a ella. Nuestras miradas se cruzan por un instante, pero ambos repelemos el contacto inmediatamente.

Esto es demasiado incómodo.

- Eh... - Se aclara la garganta -. ¿Y cómo estás? - Su voz, de repente, parece más pequeña.

- Bien. ¿Qué tal estuvo tu viaje? - Pregunto mirando a través de la ventana a todos esos transeúntes de la ciudad que van pasando por el mismo lugar que nuestro taxi. Mi aliento nubla el vidrio y los vuelve borrosos de manera permanente.

- Bien, supongo - trató de mirarla, pero ella está agachada. ¿Qué se supone que significa eso?

El taxi se detiene en un semáforo y Anaysa saca su celular. Mi intención no es hacerlo, pero no puedo evitar ver quién le llama. Mi estómago se revuelve. Ella dijo que no tenía ningún novio. No necesito problemas de ese tipo justo ahora.

- ¿Bueno? - Responde ella evitando cualquier contacto visual -. Sí, estoy bien. Ya estoy en la ciudad... Sí, en el taxi... - La veo sonrojarse terriblemente -. Eh, si bueno... Creo que eso no es algo que pueda responder justo ahora - entonces me mira y se pone aún más roja, como si eso fuera posible -. Emm... ¿Podemos hablar después...? Sí, está bien. Gracias por llamar, cuídate. Bye.

Finaliza la llamada y se reacomoda en su asiento tratando de fingir que no ha pasado nada. No puedo evitarlo, me rio. La chica me mira tratando de parecer enojada, pero no le funciona. Solo provoca que mi risa se mantenga. Se queda esperando hasta que parece que estoy listo para detenerme. Levanta una ceja y sonrío para controlar la situación.

¿Qué Pasaría Si...?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora