Capítulo 30: Ceniza de bosque y sangre...

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Allí estaba Anne, vivita y coleando ¿Y yo? Tumbado en una de las tiendas de campaña, recién despierto. Todo había sido un sueño, y gracias a Dios que solo fue eso, sin embargo el tema me perturbaba. El simple hecho de tener un sueño o pesadilla con personas conocidas es un augurio, es de saber, pero no sabía que clase de augurio me traía aquel sueño. En todo caso, algo estaba claro, era un mal augurio.

Anne me ayudó a levantarme, y me habló -¡Buenos días Mile!

-Buenos días Anne- bostecé, estaba somnoliento todavía. La chica me dio un abrazo -Tienes que despejarte, Jensen me dijo que te llamara y que apuraras.

-¿Dónde está Jensen?

-En el río a dos minutos de aquí.

-Está bien, voy ahora- Anne me dio un beso en la mejilla y salió de la tienda.

Me vestí, cogí mi equipo y salí de la tienda. Había algo raro. Olía a quemado. Fui hacia el río, por el camino, me encontré con animales, todos corriendo apresurados en dirección contraria a mí.

Sentado en la orilla del río estaba Jensen fumando -Hola "Jen"- lo saludé, y sin girarse hacia mí dijo -Siéntate.

Me senté al lado suya, y me ofreció un cigarro. Lo acepté. Estuvimos casi un minuto callados, inspirando el nocivo humo del tabaco, y expirándolo por la boca y la nariz. Pero, de repente y sin previo aviso, Jensen rompió el silencio -Tú también lo hueles ¿No?

-Sí, huele a quemado.

-¿Sabes lo que es?

-No lo tengo claro- respondí.

-Súbete a esa roca, Mile, y mira al otro lado del río, por encima de la arboleda.- eso hice. La roca estaba en la orilla del río, y llegaba a coger bastante altura. Me subí encima y me erguí. Lo que vi al alzar la vista fue horroroso. A unas pocas millas de aquí, el bosque entero estaba en llamas.

Me bajé del montículo de piedra, con los ojos abiertos de par en par y el ceño fruncido. Teníamos que ir en esa dirección. Jensen continuó hablando: -Más hacia allá hay una ciudad, Sotara*(1), es muy posible que los demonios la hayan reducido a cenizas.

-Deberíamos ir a ayudar.

-Seguramente ya sea demasiado tarde, Mile.

-Pero es probable que aún haya gente viva- Jensen se mostró molesto -Mile, hazme caso, es demasiado tarde, daremos un rodeo al bosque, las llamas no pasarán de aquí, el río hará de cortafuegos- no se me quitaba la imagen de millas y millas de bosque quemadas, ardiendo, tal y como ardió la cerilla que usé para encender este cigarro -Jensen.

-Dime.

-¿Sabemos algo de como está el resto del reino?- Jensen ni siquiera me miró, y esperó unos segundos antes de responder -No- la respuesta resultó dolorosa -No sabemos nada.


Volvimos al campamento, Diana estaba sentada junto a Anne, esta fumaba, y Diana mordía una suculenta manzana. Hablaban riendo entre ellas, cosa que, sinceramente, me sorprendió. El grandullón de Travis afilaba la hoja de un hacha, y Lars echaba una siesta. Jensen le dio una bofetadita a Lars, este frunció el ceño y se levantó -Nos vamos, recoged todo- ordenó -¿Por qué tanta prisa?- preguntó Anne, pero Jensen se limitó a responder: -Vamos mal de tiempo.- supongo que no querría que se pusieran nerviosos.

Todo el mundo empezó a deshacer las tiendas de campaña, ocultar nuestro rastro, y guardar las cosas. Tras acabar con eso, fui junto a Claricie, al verme bufó, estaba nerviosa y pataleaba con sus pezuñas en la hierba. Me acuclillé a su lado y le empecé a susurrar palabras relajantes y cantos de viejos bardos de mi infancia:

"Surca el corcel viejos pastos...

lleva recuerdos a su tierra quemada...

de otros huertos y otros bardos..."

Así comienza el tercer movimiento de "El corcel del señor"*(2), cuyo artista murió hace ya mucho, y tenía yo por costumbre cantársela a Claricie entre susurros. Parece ser que calmaba a la preciosa yegua. Después de esto, subo a Diana en su lomo, y yo subo delante.

Cabalga todo el grupo junto de nuevo, pero se nota cierta tensión en el rostro de Jensen. El resto continúan ajenos al conocimiento de la situación, y Diana, aferrada a mi torso como siempre. Ella está con los ojos cerrados, en su pequeño mundo de fantasía.

Entonces apareció. Solo era un niño. Y tenía varias manchas grandes de sangre. Corría en medio del camino, y todos paramos. Lloraba como un desconsolado. Mi instinto fue bajarme de Claricie y acercarme al niño -Tranquilo chico- le dije, le acaricié el pelo y miré todo su cuerpo. La sangre no era suya. No me había dado cuenta, pero Anne estaba justo a mi lado, agachada -¿Qué ha pasado, cielo?- le preguntó Anne, con una voz dulce, y el niño respondió -Mi mamá...

-¿Qué le ha pasado a tu madre?- antes de que el niño respondiera, Jensen estaba al lado nuestra subido al caballo -¿Qué hacéis? Vayámonos, tenemos prisa- nos replicó.

-No, quiero saber que le ocurre- le respondí tajante -Cuéntame chico.

-Estábamos huyendo de casa, y unos hombres muy raros nos pararon, e hicieron sangrar a papá, y ahora mamá está con ellos- estarían huyendo de Sotara, y seguramente les hayan parado unos demonios -Tranquilo chico ¿En qué dirección estaban?- el niño señaló a la izquierda del camino -¿Pasó hace mucho?- le preguntó Anne, y el chico respondió que hace unos minutos.

Me levanté y hablé -Esperadme aquí- lo dije dirigiéndome a todos, y Jensen se enfadó -No, no tenemos tiempo para esto.

-Sí, si que lo tenemos, y voy a buscar a los padres de este niño- empecé a correr hacia la arboleda, mientras Jensen me gritaba a lo lejos -¡Mile! ¡Vuelve ahora!- pero no hice caso.

Corría entre los altos árboles, esquivando troncos cada dos por tres, pero, me frené de repente al escuchar un grito femenino. Empecé a caminar, con cuidado, en dirección a la procedencia del chillido. Se repetían los gritos una y otra vez, cada vez más cerca, y comencé a escuchar también el leve susurro de un hombre.

Entonces vi todo. La mujer, atada de las manos y mal amordazada, arrodillada y con el pecho en el suelo, y un hombre, con su cintura pegada al trasero de la chica, una mano agarrándole el pelo, y la otra apretándole la pierna. Su arma, un hacha pequeña, estaba tirada en el suelo. Había también otro hombre, con un arco, de pié a un par de metros, mirando hacia todos los lados. Nervioso. Y para rematar, el cadáver de un hombre en el suelo, seguramente el padre del chico.

No eran demonios, eran simples bandidos, aprovechándose del ataque a Sotara. Pues no iba a dejar que esa mujer fuese violada.

Me acerqué con paso firme, y la espada en la mano. El que estaba con la mujer se percató de mi presencia, se levantó y cogió el hacha -Fuera de aquí, esto no es asun...- antes de que terminara la frase le corté la mano con la que tenía agarrada el arma, de un sablazo rápido, y este comenzó a gritar. Lo rematé atravesándole el pecho. Justo tras esto, el del arco me disparó una flecha, que cogí con la mano al vuelo, y éste salió corriendo despavorido. Le quité la mordaza y desaté las manos a la mujer, y le dije que esperara allí. Acto seguido corrí tras el otro vergonzoso bandido.

Unos metros después lo encontré en la orilla del río, el mismo que antes. Olía exageradamente a quemado. El chico estaba embobado mirando a la otra orilla. Le rajé el cuello desde detrás, y vi lo que él estaba observando. El bosque en la otra orilla, estaba completamente reducido a cenizas, y no solo era eso, también había docenas de cadáveres quemados.

*Definiciones: [1] Sotara: Una ciudad bastante grande, terminada de construir durante el reinado del rey Aloys. Es una gran ciudad residencial y comercial en la que, desde hace unos años en el tiempo de la historia, viven miles de aldeanos y comerciantes. Una de las poblaciones más numerosas. [2] "El corcel del señor": Obra de un gran bardo, Jean Deprick Séul, de origen desconocido. Es una poesía que habla de la vida de un semental, que es robado de su dueño, escapa de sus raptores, o ladrones, y recorre el reino hasta volver con su amo.


El último purgadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora