Han pasado varios días de viaje, y estamos comenzando a adentrarnos en las montañas. Todos sabemos que queda poco. Que ya estamos llegando a nuestro destino, y menos mal, por que ahora mismo tememos que el resto del continente esté ardiendo en las llamas del infierno.
Sin embargo, aquí el infierno se tornaba frío, como el averno vikingo. Teníamos que abrigarnos mucho más. Todos sacaron sus capas de invierno, guantes y diversas prendas para combatir la bajada de las temperaturas los últimos días.
Yo, por encima de mi armadura de cuero, vestía una capa de bisón que había obtenido en el último pueblo por el que habíamos pasado. Sin duda fui inteligente, pero debería haber comprado también unas botas nuevas, estas no me cubren bien de la humedad, y Jensen corre con los gastos, algo a tener muy en cuenta al realizar una compra.
Con la espalda calentita y los pies fríos, no hacíamos más que subir y tragar nieve, cada vez cubría más. Pasaba las noches tapando a Anne, y los días aguantando las quejas de Travis, las miradas de indiferencia de Diana, y los cabreos de Jensen, que cada día demostraba más las prisas y el estrés.
Hablando de Travis, lo había estado vigilando también, y no había notado nada extraño en él, nada realmente sospechoso, y empezaba a pensar que todo esto del traidor eran paranoias de Jen. Sin embargo, alguien les tuvo que dar el soplo a los demonios para hacernos la emboscada.
El lobo y yo nos estábamos haciendo muy amigos. Siempre me seguía de cerca, y dormía pegado a mí. Jensen al principio no ponía un plato para él, y yo le daba algo del mío, pero los últimos días le está dando una pequeña porción. Tenía pinta de que iba a ser un nuevo compañero de viaje para largo, así que había que ponerle un nombre:
—¿Que nombre te ponemos, lobo? Por que no te puedo llamar toda la vida así— Diana, que seguía yendo en mi yegua, me miró frunciendo el ceño. El lobo soltó un sonido más o menos agudo, como si me estuviera diciendo que no sabe.
Me puse a pensar en un buen nombre, pero no se me ocurría nada bueno —¡Odín!— gritó Travis desde lo lejos, el lobo ladró como enfadado, Anne se acercó y me dijo en bajo sin bajarse de Brisa, su montura —No se si te has dado cuenta, Mile, pero el "Lobo" es una hembra, solo te rodeas de mujeres— ¿Era una hembra? Como es que no me había dado cuenta? Me salieron algunas ideas para el nombre.
Siguiendo la línea de los dioses vikingos, Tara, pero fue desechado. Durante un instante pensé en llamarla Álex, pero no lo vi prudente, y finalmente decidí que la llamaría como mi hermana, Ellen. La loba Ellen.
—Ellen— lo dije en alto —¿Ellen?— preguntó Travis, a lo que respondí —Sí, Ellen. — no hubo más explicaciones, pero Anne sonrió, debía haberle contado que mi hermana se llamaba así en algún momento.
Recorríamos con cuidado, y demasiada paciencia, la ladera de una de las montañas. Nos veíamos obligados a ir despacio, ya que si resbalaban los caballos, que eran lo que más espacio ocupaban, les esperaba una gran caída en la que no tendrían oportunidad de sobrevivir. Nosotros apreciamos nuestras monturas.
Casi tres kilómetros nos esperaban en esas condiciones, sufriendo el riesgo de una caída inminente además de las inclemencias del tiempo.
Una fuerte ventisca nos azotó poco después de entrar en aquel acantilado, pero cuando esta se disipó nos dejó una vista hermosa. Los escarpados picos de las montañas estaban limpios de nieve, pues poco tardó en derretirse tan cerca del Sol, o en caerse ante tal verticalidad, sin embargo, el cuerpo de las montañas estaba cubierto, solo se veía blanco. Según pudimos ver, el sol asomaba por encima de uno de los picos, dejando una luz extrañamente fuerte, y copos de nieve flotando en el aire, cayendo muy despacio y precipitándose al abismo. Al mirar atrás podíamos ver el reguero de pisadas que habíamos dejado en la nieve, la cual aplastábamos con cada paso, hundiendo nuestras botas casi por completo.Llegamos a una zona un poco más amplia, y montamos allí el campamento para pasar la noche. Mientras hacía esto tuve una pequeña reflexión, y sentí que me había olvidado de algo que hace tiempo me había propuesto. Sabía que era algo importante, pero no alcanzaba a recordar el que.
Después de que cenáramos un par de conejos, Jensen miró a la loba Ellen con hambre. Lo fulminé con la mirada y por alguna razón rió. Travis no contó ni una sola historia aquella noche. Puede que realmente fuera el traidor, y tuviera algo preparado para esa noche, o puede que simplemente estuviera desmotivado.
Me senté en una roca grande del acantilado a ver cómo el Sol se escondía, y me puse a pensar y recordar tiempos mejores, en los que la inocencia nos tenía cegados a mi hermana y a mí.
Como si de un espejismo se tratara, el rostro de Ellen se vio dibujado en mi mente al otro lado del cañón. Me decía a mí mismo que cada vez perdía más la cabeza, pero que más daba ya, si poco a poco todos perdíamos la esperanza de poder volver a vivir una vida normal. ¿Tanto era pedir pasar una vida tranquila? Me imaginaba a mi hermana allí al otro lado, pidiéndome que fuera con ella, yo me negaba, y Ellen se desvanecía con cara de tristeza, y una lágrima recorriendo su joven mejilla.
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El último purgador
FantasiaMile es un mercenario que es encarcelado con la excusa de haber cometido un crimen que, en realidad, él no cometió, matar a lo que le quedaba de familia, el juez Brandeur le da una oportunidad de volver a la sociedad gracias a servicios prestados al...