Capítulo 21: La batalla interminable...

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Salí del palco y me dirigí a las escaleras, el cuerpo del hechicero al que había matado antes ya no estaba allí, pero no le presté atención. Todos corrieron detrás mía, bajamos las escaleras y salimos del palacio.

Dentro de la plaza había una veintena de demonios, e iban entrando más poco a poco, Anne disparó un par de flechas, no todas fueron certeras, pero derribó un par de demonios. Mika se estremecía en el suelo, y se llegó a desmayar de nuevo, sin incluir a Jensen ni a mí, el resto lo estaba pasando mal por dentro, las arcadas les atacaban a todos.

Jensen empezó a dar órdenes - ¡Carter, lleva a Mikael fuera de la ciudad! ¡Al anochecer esperadnos en el gran roble!

- ¡Entendido!- Carter subió a sus hombros a Mika y salió corriendo -¡Mile, Anne, acompañadme!- Anne asintió - ¡De acuerdo!- pero yo me negué - ¡No! ¡Tengo que buscar a alguien!

- ¡Mile!- Jensen me miró enfadado - Esto es una guerra ¡Acata las órdenes de tu superior!

- ¡No! Me juntare con vosotros en el gran roble, al anochecer.- le dediqué una mirada de rebeldía, y me fui corriendo, oí a Anne llamándome - ¡Espera!- pero no volví la mirada atrás.

Corrí entre la gente, esquivando todo cuanto se interponía en mi camino. Los demonios que dejaba atrás se quedaban mirándome, y empezaban a perseguirme, en un par de minutos tenía a más de diez detrás. Solo pensaba en que debía encontrar a Álex.

Me metí en una casa, los demonios entraron a pelotón, casi atrancándose en la puerta, parecía que compitiesen por mi cabeza. Dentro de la casa había un demonio, sujetaba por el pelo a una mujer joven, de cabellos rubios, y el cadáver de un hombre mayor yacía en el suelo del comedor. Me acerqué corriendo y sin pararme casi, reventé la cabeza del demonio contra la pared, y agarré de la muñeca a la chica, luego seguí corriendo, tirando de ella, en apenas unos segundos la estancia se llenó de demonios.

Salimos por una ventana abierta en la habitación contigua. La chica llevaba una falda larga, y le era difícil correr, de modo que la cogí en brazos y aligeré la marcha.

- ¡Muchas gracias!- me gritó la chica - ¡Deja eso para luego!- la joven cerró los ojos y apoyó la cabeza sobre mi hombro.

Nos metimos por un callejón, y salimos a otra calle amplia, en la que había más demonios, en lugar de seguí por allí eché abajo la puerta de un local y entramos dentro, entramos en una habitación, se trataba de una posada, y la bajé al suelo, luego cerré la puerta, allí había un cadáver.

Me pegué a la puerta y escuché unos segundos. Ya no me seguía nadie, me relajé un poco, y miré a la chica, como ya dije antes, rubia, de ojos grises, algo bastante raro, rasgos suaves, nariz pequeña, y con algunas pecas marrones, no muy marcadas, le llevaba media cabeza de altura. Era una chica muy guapa, una chica muy guapa que lloraba.

- ¿El hombre que estaba muerto en tu casa era tu padre?- se secó las lágrimas con el dedo - Sí, era mi padre.

- Mi más sentido pésame...

- Gracias.- se escuchaba gente correr y gritar de vez en cuando desde la calle, miré a la chica y le dije - Tengo algo que hacer, no puedo quedarme aquí todo el rato- me miró abriendo mucho los ojos - No... ¡No puedes dejarme sola, me matarán!- la chica se agarró a mi camisa y derramó sus lágrimas sobre ella - Ya no me queda nadie... mi padre y mi hermano se han ido... no puedes dejarme así, por favor- le acaricié la cabeza mientras le decía - Está bien, está bien, no te dejaré sola, pero debo buscar a alguien, y con esa falda no puedes correr- se sorprendió, y se empezó a mirar la falda, - Tranquila...- me agaché, y agarré la falda con las dos manos por el borde de abajo, - ¡Qué haces!- exclamó sonrojada la chica, pero antes de que hiciera nada le rompí la falda, hasta casi llegar a la cintura, me levanté y le dije con una sonrisa - Ahora puedes correr.

Salí del local, con la chica justo detrás. Mirando alrededor podía observar la ciudad en decadencia: varias columnas de humo ascendían hasta rozar las nubes, algunos de los edificios estaban a medio derruir, en la calle en la que nos encontrábamos, había tenderetes destrozados, pero los demonios no se dedicaban a robar, únicamente destrozaban, quemaban, mataban y marchitaban todo a su paso, también había sangre en el suelo y las paredes, y muchos cuerpos sin vida.

- Por cierto ¿Puedo saber tu nombre?- le pregunté a la muchacha - Diana, me llamo Diana Meyer ¿Y el tuyo?

- Mile Grayden.

- ¡Ah! Eres el purgador del que hablaba todo el mundo.

- Así es, pero tranquila, no pienso hacerte daño, no sé que habrán dicho por ahí de mí pero no... - la voz de Álex resonó en mi cabeza, me alegré mucho de ello "Mile, sé dónde te encuentras ahora mismo, te voy a guiar hasta mi posición, no estoy demasiado lejos".

Mi corazón se llenó de esperanza en ese momento, y empecé a caminar a paso ligero - Mile ¿Qué ha pasado? De repente te quedaste callado...

- Tranquila, ahora sé a dónde ir, tu sígueme de cerca.

- Está bien- lo primero era encontrar un arma, quizás de algún demonio o soldado muerto, de modo que empecé a mirar hacia los cadáveres, "todos eran civiles por aquí".

Volví a escuchar la voz de Álex "da media vuelta y gira en la segunda calle a la izquierda", eso hice, Diana me seguía incondicionalmente.

Por la primera calle pasaron corriendo un grupo de personas, huyendo despavoridas y gritando, nos paramos un momento y un demonio se asomó, Diana puso su mano en la barriga, y el demonio nos miró, sonrió y gritó mirando hacia detrás - ¡He encontrado un purgador! ¡Va con una chica!- Diana se agarró a mí - No te muevas- le dije, y ella simplemente asintió y me soltó... era hora de probar las nuevas runas, de todos modos, teníamos que pasar por ahí.

Me acerqué al demonio con paso firme, el demonio también se acercó unos pasos, y me atacó con su espada en vertical, no me supuso demasiado esfuerzo desviar la hoja con la palma de la mano, el filo se clavó en el suelo y lo pisé provocando que el demonio soltara el arma, le di un puñetazo en la mejilla haciéndolo retroceder un par de pasos, pincé la espada con la punta del pié y la agarré firmemente, para acabar con el demonio en un sablazo horizontal que le rajaría la garganta.

Mi cara se manchó de sangre, giré la cabeza para mirar a la joven Diana, que se tapaba la boca mostrándose algo asustada. Susurré que no se asustara por mí. Aunque dudo que lo pudiera oír, ella se tranquilizó.

Tres demonios más hicieron acto de presencia allí donde se hallaba muerto el otro demonio, sin duda alguna las nuevas runas eran una maravilla, no sentía miedo alguno, no dudaba, era completamente preciso, rápido, y contundente, además de la enorme fuerza que ya había comprobado al huir del altar de ejecuciones, y aún me quedaban cosas por descubrir de mi nuevo yo...

El último purgadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora