Capitulo 31

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  Aquella noche __(tn) durmió profundamente diez horas, desde las nueve hasta las siete de la mañana siguiente. Se despertó sintiéndose mucho mejor, aunque algo confusa por dormir tanto.
Entró en la cocina, puso la cafetera y fue al baño mientras se hacía el café.
Quince minutos después, tomaba café en una silla en el porche. Cerró los ojos y dejó que el sol de la mañana le bañara el rostro. Los pájaros cantaban como locos y la temperatura era agradable, de unos veinticinco grados tal vez.

Oyó un coche en el camino y poco después Zayn aparcaba ante la casa. No lo veía desde allí, pero no tenía dudas sobre la identidad del visitante.

El corazón le latía con más fuerza y un calor sutil, que no tenía nada que ver con el sol ni el café, había empezado a extenderse por su cuerpo.

¿Cuántas mujeres lo habían amado?

Intuía que no era la primera. ¡Pobres criaturas! Al igual
que ella, no habían podido resistir su encanto. Sabía con la misma certeza que ninguna había sido correspondida.

Oyó que llamaban a la puerta.

—¿Zayn? —gritó—. Estoy en el porche de atrás.

Zayn apareció poco después por detrás de la casa y se detuvo al verla.

—¿Qué he hecho ahora? —preguntó ella, sorprendida.

La expresión de él se relajó; se sentó en una silla a su lado.

—Confundes el tema. La mirada era de lujuria, no de enfado.

—¡Ah! —usó la taza para ocultar el rostro mientras tomaba otro sorbo—. Eso debería indicarte algo.

—¿En serio?

—Sí, que veo enfado en ti más veces que lujuria —el corazón le latía con fuerza.

¡Estaba coqueteando con él! Era la primera vez que hacía eso con un hombre.

—De nuevo te confundes —repuso él.

—¿En qué sentido?

—La lujuria está siempre presente, ___(tn).

La joven no supo qué decir. Se puso en pie.

—¿Quieres café?

—Ya voy a buscarlo yo —la detuvo poniéndole una mano en el hombro—. Pareces estar a gusto aquí. Dime solo dónde están las tazas.

—En el armario de encima de la cafetera. Solo tengo leche desnatada.

—No importa, lo tomo solo, igual que tú. ¿Quieres que llene tu taza?

___(tn) se la tendió y él desapareció en la casa.

Cuando Zayn abrió el armario, notó que le temblaba un poco la mano. La fuerza de su reacción con ella lo divertía y asombraba al mismo tiempo, aunque ya empezaba a acostumbrarse a estar siempre medio excitado en su compañía. Pero al verla esa mañana... Bueno, quería verla
con el pelo suelto y ya lo había conseguido.
Aunque no esperaba la potencia de su reacción ante la masa dorada que le caía por la espalda con el sol arrancándole brillos. El pelo se rizaba en los bordes y un rizo caía con toda naturalidad sobre el pezón. Le bastó una mirada para saber que no llevaba sujetador debajo de la camisola de tirantes color melocotón con frunces en la parte delantera; ella seguramente pensaba que con ellos disimulaba su falta de sujetador.

Quería tomarla en brazos y llevarla al dormitorio, desnudarla y saciarse con su carne dorada.

Pero recordó con disgusto que Matt había crecido en aquella casa y no podía poseerla allí, donde abundaban los recuerdos de él.

Amando a una mujer ADAPTADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora