#Capitulo 28 |3/3|

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___(tn) envió una grúa para trasladar el todoterreno al muelle. Una vez hecho eso, Burt metió la cabeza bajo el capó y empezó a examinarlo. Después se metió debajo para estudiarlo mejor.
Cuando salió no se mostraba muy optimista sobre la posibilidad de reconstruir el motor.

—Demasiados daños —dijo—. Será mejor comprar otro nuevo.

____(tn) ya se lo esperaba y había empezado a hacer malabares con su economía. Tenía pendiente el pago del crédito de ese mes y había retrasado otros. Podía pasar sin transporte unos días, si usaba la lancha para ir y venir de su casa al muelle. Y si necesitaba ir a algún sitio inesperado,
podía pedirle el coche a Becky, pero no le gustaba.

—Llamaré e intentaré localizar uno —dijo—. ¿Tendrás tiempo de colocármelo tú?

—Desde luego. Ahora no tengo mucho trabajo.

Cuando llegó Craig a relevarla, ya estaba todo arreglado. Había encontrado un motor y Burt se lo colocaría en cuanto llegara. Con un poco de suerte, podía tener el coche a la tarde siguiente.
En su experiencia, sin embargo, las cosas nunca salían así de bien. No la sorprendería que Burt se viera inundado de repente de barcos que necesitaban reparaciones.
A pesar de sus preocupaciones, el viaje por el lago resultaba placentero. El agua estaba verde, un tono azulado rodeaba las montañas y nubes algodonosas gruesas se movían perezosamente por el cielo, ofreciendo un breve respiro frente al ardor del sol. Las gaviotas sobrevolaban el agua y un águila volaba alto en la distancia. Era el tipo de día en el que casi resultaba intolerable estar dentro.
Con esa idea en mente, cuando llegó a su casa, sacó el cortacésped. Miró la gran mancha de aceite que había en el camino de entrada. Si no le hubiera cambiado el turno a Craig, la habría visto esa mañana y el motor de su coche seguiría intacto.

Pura mala suerte.

Cuando terminó de cortar la hierba, entró a hacer las tareas de la casa. A las tres de la tarde volvía a estar fuera, sentada en el muelle con los pies en el agua y un vaso de té frío al lado.

Así la encontró Zayn. Apareció por un lateral de la casa y se detuvo al verla con los ojos cerrados y el rostro levantado hacia el sol. La trenza larga y gruesa de cabello dorado caía hacia un lado, dejando al descubierto la nuca. Llevaba un pantalón corto vaquero y camisa blanca. Su piel brillaba con una luminiscencia dorada, como un melocotón suculento. 

Zayn tragó saliva.

Nunca había sentido un deseó tan urgente por ninguna mujer. Quería poseerla allí mismo, sin pensarlo dos veces.
La mujer no fue consciente de su presencia hasta que entró en el muelle de madera. 

Volvió la cabeza con curiosidad. 

Zayn se sentó a su lado y empezó a quitarse los zapatos.

—Hola —dijo ella con una sonrisa.

El hombre sonrió a su vez. A pesar de la intensidad de su deseo, se sentía extrañamente contento con la espera. Antes o después sería suya. Por el momento disfrutaba del encantamiento de su sonrisa, el brillo luminoso de su piel, el aroma cálido y femenino que ningún perfume podía igualar. El simple hecho de sentarse a su lado resultaba muy seductor.
Se arremangó el pantalón color caqui y metió los pies en el agua. Estaba templada, pero contrastaba con el calor de su piel y hacía que se sintiera casi cómodo.

—Aún no son las siete —señaló ella, pero sonreía.

—Quería asegurarme de que no te habías acobardado.

—Todavía no. Dame un par de horas.

Movió los pies perezosamente hacia delante y atrás, observando el agua moverse en torno a sus tobillos. Pensó un momento si sería aconsejable sacar un tema que la preocupaba mucho.

Amando a una mujer ADAPTADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora