Capitulo 36

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  __(tn) se preguntó cómo era posible que una noche así no hubiera dejado marcas en su cara.
Después de un baño tranquilo y un desayuno, tranquilo también, que preparó Zayn con la misma maestría col la que hacía todo, la llevó a casa y le dijo que tenía cosas que hacer en Huntsville, pero que intentaría volver antes de que ella terminara de trabajar. Si no, la vería en su casa.

La mujer se forzó por hacer las cosas de siempre, pero tenía la sensación de que su vida había cambiado por completo y nada era ya igual.

Ella no era la misma.

Zayn la había convertido en una mujer que anhelaba hacer el amor con él a pesar de las molestias de su cuerpo recién iniciado. No sabía, no sospechaba siquiera que la pasión pudiera ser tan salvaje.

Lo deseaba más que antes.

Él había sacado a la luz su sexualidad largo tiempo enterrada y ella respondía al contacto más leve de sus manos.

Se miró al espejo mientras se hacía la trenza. Tenía sombras debajo de los ojos, pero no parecía cansada.

Simplemente parecía... la de siempre.

De haber algún cambio, era en la expresión de sus ojos, una especie de chispa que antes faltaba en ellos.
Salió para el puerto mucho antes que de costumbre, pero necesitaba distraerse para dejar de pensar en Zayn. Con suerte, Sherry llevaría a Virgil a pasar el día con ella.
Cuando llegó, Louis llenaba el depósito de gasoil de un barco.

Después fue a guardar el dinero en la caja.

—¿Por qué llegas tan pronto? ¿Lo pasaste bien anoche?

___(tn) consiguió, sonreír con calma.

—Sí, muy bien. Fuimos a un club privado a cenar y bailar. Y he venido temprano porque me apetecía.

—A mí me parece bien —sonrió Louis—. Me alegro de que salgas con él. Tienes que divertirte un poco.

—Gracias por cambiarme el turno.

—De nada.

Se acercó otro cliente a los surtidores y Louis volvió a salir.

___(tn) empezó a revisar el correo.

Tiró a la basura la propaganda y dejó a un lado las facturas para examinarlas más tarde. Había una carta de Nueva York de un banco del que no había oído hablar, seguramente ofreciéndole una tarjeta de crédito.

Iba a tirarla sin abrirla cuando cambió de idea y decidió ver de qué se trataba.

Treinta segundos después, dejaba caer el papel sobre el mostrador con aire confuso. Aquel banco tenía que haberla confundido con otra persona, aunque no sabía cómo tenían su nombre si nunca había hecho negocios con ellos. La carta afirmaba que, debido a su historial de falta de pago, se verían obligados a embargarla a menos que pagara la totalidad del préstamo en menos de treinta días.

No habría tomado en cuenta la carta de no ser porque la cantidad que figuraba era la misma que debía a su banco por el préstamo de su negocio. Conocía bien la cifra, que cada pago disminuía un poco.

No sabía cómo, pero era evidente que su ficha había terminado en los ordenadores del otro banco y querían que pagara los quince mil doscientos sesenta y dos dólares en treinta días.
Tenía que aclarar aquello antes de que se liara más. Llamó a su banco, dio su nombre y preguntó por Cody Simpson, que era amigo suyo del instituto.

—Hola, ___(tn) —dijo la voz de Cody—. ¿Cómo te va?

—Muy bien. ¿Qué tal están Karen y los niños?

Amando a una mujer ADAPTADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora